miércoles, 9 de octubre de 2024

El espejo negro del anarquismo. Cien años del Manifiesto Surrealista


En “La clara torre”, un artículo publicado el 11 de enero de 1952 en Le Libertaire, el semanario de la Federación Anarquista francesa, André Breton, evocando los años de su juventud, recordaba aquel tiempo en que el surrealismo, aún ignorante de su nombre, no era más que una asociación libre de individuos que rechazaban espontáneamente y en bloque las coacciones sociales y morales de su época. Entonces, dice Breton, los surrealistas se reconocían en el negro espejo del anarquismo. El título del artículo estaba tomado de un verso de la “Balada de Solness”, del poeta simbolista Laurent Tailhade, quien había saludado el atentado de Auguste Vaillant contra la Cámara de Diputados en 1893 con un “Qué importan las víctimas si el gesto es bello”. La referencia a Tailhade resulta reveladora porque señala que fue la poesía moderna, y no tanto la acción o la teoría política, la vía por la que los futuros surrealistas llegaron hasta esa “Anarquía, portadora de antorchas” a la que se canta en el poema. Más que en Proudhon, Bakunin o Kropotkin, la reconocieron en los versos del Rimbaud que llamaba al desarreglo de todos los sentidos o en la obra de Mallarmé, defensor de Félix Féneon durante el juicio de los Treinta. Incluso las hazañas de Émile Henry o de la banda de Bonnot se les antojaban antes que nada gestos poéticos.


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