lunes, 14 de octubre de 2024

AGORAFOBIA / TE AMARRAN. Un homenaje a José Óscar López


El cut-up es una técnica de composición literaria descubierta por Brion Gysin en 1958 y aplicada sistemáticamente por su amigo William S. Burroughs sobre todo en las tres obras que constituyen la llamada Trilogía Nova. La técnica es sencilla: consiste en recortar un texto o varios, propio o de otros, y recombinar de forma aleatoria los fragmentos así obtenidos. Por motivos que el público lector conocerá pronto, este último año ha sido para mí un año singularmente burroughsiano.
        Cuando Juan de Dios García me invitó a participar en este homenaje a José Óscar López, lo hizo apelando a la «admiración mutua» que José Óscar y yo nos profesábamos. Soy, sin duda, un rendido admirador de la obra de José Óscar y me consta, porque así me lo hizo saber y no tengo motivos para sospechar de su sinceridad, que a él también le gustaban algunas cosillas de las que yo había escrito. Colaboré con José Óscar en un par de libros de autoría colectiva: Extraño Oeste (Libros del Innombrable, 2015) y 8 x 11 Sueños. Un homenaje a Cirlot (Fantasma, 2023). En ellos nuestros relatos aparecían juntos pero no revueltos entre las tapas de un mismo volumen. En esta ocasión, sin embargo, me he permitido trenzar, utilizando la técnica del cut-up, ‘Agorafobia’, un texto suyo incluido en Fragmentos de un mundo acelerado, uno de mis libros preferidos de José Óscar, y el final de mi cuento ‘Cuffs or Coffins (o te amarran o te matan)’, que forma parte de Extraño Oeste y que José Óscar apreciaba particularmente. Conociendo su generosidad, pienso que se habría prestado de buen grado al experimento y creo que el resultado habría sido de su gusto.
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          Plazas y jardines sobre los que pesa un cielo real, demasiado real por gigantesco. Millones de explosiones levantan un maremoto de arena que te pasa por encima, con la que concibiera los espacios inevitables. Primero es el conde Drácula rodeado por una bandada de bulliciosos, me recuerda cada día la amenaza constante que supone vivir aquí. ¡Qué intención pícara! Entonces echas a andar, o a correr, o a volar, y surcas los cielos. Energía modesta que me anima. Y caigo al suelo presa de convulsiones y espumarajos. Piel perdiéndose allá a lo lejos, atrás, muy atrás. Y sobrevuelas Taos. Ellos, los que se encierran detrás de la puerta que guarda el miedo. Una vaca arlequín sigue sosteniendo dos revólveres y apuntándote con ellos. Colma con mis latidos y mi aliento mi calor: es un lugar vivo, igual que un cuerpo de mil ochocientos cuarenta y siete. Indios Pueblo y mejicanos aplastados bajo la ira donde el miedo puede volver a adaptarse al tamaño del hombre que lo siente. Tal vez en Carlinville, Illinois. Al final se transforma en John Hart, el actor que puedo imaginar es una vida. Una vida que yo puedo vivir. Vuelas también sobre la sierra de la Sangre de Cristo cuyos picachos ya están cubiertos de ciudades. Y temo desaparecer lejos de casa, desvanecerme en medio de esta tarea. Ojos, porque ese blanco es tan intenso que te quema las pupilas, pero no sirve de nada. Una Tierra dispuesta a digerirme, debatiendo con mis clientes, cerrando mis negocios. Metamorfosis sucesivas que a ti se te antojan sin embargo de lo más normal, e incluso subterráneas. Cubiertos, sí, pero inmensos, tan inmensos como el vientre borracho.
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