martes, 28 de agosto de 2007

LES BELLES. GIANNA MARIA CANALE.


I Vampiri (1956). Director: Riccardo Freda. Guión: Rijk Sijöstrom, Piero Regnoli, Riccardo Freda. Productores: Ermanno Donati y Luigi Capentieri. Director de Producción: Piero Donati. Montaje: Roberto Cinquini. Escenografía y vestuario: Beni Montresor. Música: Roman Vlad. Director de fotografía: Mario Bava. Reparto: Gianna Maria Canale (Giselle du Grand); Carlo D’Angelo (Inspector Chantal); Dario Michaelis (Pierre Latin); Wandisa Guida (Lorrette Robert); Angelo Galassi (Ronald Fontaine); Renato Tontini (Rinaldo); Antoine Balpêtré (Dr. Julien du Grand); Paul Muller (Joseph Signoret).




LA PELÍCULA

I Vampiri es una película de una densidad fílmica sorprendente. Se diría una encrucijada en la que vienen a juntarse la herencia del expresionismo alemán y los horrores de la Universal (tan influidos, después de todo, por aquél) con el whodunit y la tradición de la narración policíaca básicamente europea. En I Vampiri Whale se encuentra con Wiene y Edgar Allan Poe con otro Edgar, británico este último y apellidado Wallace, y acaso también con Eugène Sue. Tal concentrado de referencias dispares hubiera podido llevar a la película de Freda a naufragar en un eclecticismo chirriante y kitsch, del que, sin embargo, la salva un equipo talentoso, entregado y en estado de gracia. Bien trabado el guión firmado por Piero Regnoli, que poco después prolongaría la indagación en el tema vampírico en L’ultima preda del vampiro (1962), el enigmático Rijk Sijöstrom y el propio Freda. Magnífica la labor de Beni Montresor, que acentúa el contraste entre los radiantes exteriores de la Ciudad Luz y ese islote de excesos góticos que es el castillo de la Marquesa du Grand, draculeo en los pisos superiores y caligari-frankensteiniano en el oscuro sótano; o la partitura de Roman Vlad. E impagable, en fin, el trabajo tras los visores de Mario Bava que, además se ocuparía de dirigir el último tramo de la película, y, según tengo entendido, también de hacer funcionar unos efectos especiales que –téngase en cuenta que hablamos de la Italia de mediados de los cincuenta- sólo pueden ser calificados de excelentes.

Pero la película no es sólo punto de llegada y apretada síntesis de terrores y misterios pasados. También abre caminos, y muchos. Entre los distintos niveles que pueden reconocerse en la narración, destacan dos: la línea de la investigación criminal y el relato gótico. La primera, ya hemos dicho, se incardina en una tradición literaria y cinematográfica en esas fechas ya secular, pero además adelanta algunos de los elementos que después el giallo explotará hasta la extenuación. Piénsese, por citar sólo dos, en el asesino de manos enguantadas y rostro inexistente; o en el hecho de que la indagación detectivesca se convierta en competencia de un seglar, por mor de la providencial incapacidad de la policía. La presencia –casi se podría decir omni-presencia- de Mario Bava haría, por otro lado, de necesaria mediación entre los pioneros de la posguerra y la generación inmediatamente posterior. En su otra vertiente, I Vampiri puede verse como el antecedente más o menos remoto de la exploitation goticista de las décadas siguientes, de la llamada horrótica, mot-valise al que la mayoría asociará el nombre de Jess Franco, o incluso del gore de tonalidades amarillentas de un Lucio Fulci. Llama la atención también el inteligente vínculo que Freda y sus colaboradores establecen entre el vampirismo y la adicción a las drogas, vínculo que, como es sabido, servirá de base argumental a la muy pretenciosa The Addiction (1995) de Abel Ferrara: el Joseph Signoret que aquí interpreta Paul Muller podría reconocerse, de hecho, como una nueva versión tóxica del sonámbulo Cesare (Conrad Veidt) de El Gabinete del doctor Caligari (1920).




EL PERSONAJE
Non mi guardi così! Non mi guardì, ho detto! Non voglio che mi guardi! So di essere orrenda, di essere vecchia, perchè questa è la verità! Sono la Marchesa Marguerite du Grand. Sì! Sono tornata giovane anche a prezzo di vite umane. Solo per l’amore di quell’uomo. Non potevo rinunziare a lui come ho rinunziato al suo padre.
Giselle / Marguerite es un personaje doblemente patético. Arrastra la pesada carga de una de esas pasiones que sobreviven a la muerte y, además, los disgustos le surcan el rostro de arrugas y la envejecen que es una barbaridad. Posee, con todo, esa grandeza que concede el batallar en guerras inútiles y perdidas de antemano. El espejo, ya se sabe, es el peor enemigo de una: si le escupes, es tu cara la que manchas. Pero la Marquesa no se rinde. Salta sobre las manecillas del reloj antes de que le sieguen los tobillos, esquiva, lanza golpes a su sombra. Frente al espejo, a veces finge un simulacro de victoria. Come sono bella!, dice acariciándose. La impulsa un deseo inhumano, de esos que no tienen medida. Sería capaz de apagar el sol y acabar con toda la vida sobre la tierra con el solo fin de satisfacerlo. De momento se conforma con arrebatar el plasma y la lozanía a jovencitas de vida tal vez algo licenciosa. Justo castigo, después de todo, por no volver a casa a una hora decente. Se conforma con poco –ya digo-, pero si le dierais tiempo y medios, ya veríais. Sumiría al universo en el caos definitivo para pararle los pies a la Gran Puta y hacer suyo para siempre al hombre de sus desvelos.



ELLA

Gianna Maria Canale nace en Reggio de Calabria en 1927. En el verano de 1947, cuando todavía no ha cumplido los veinte, queda segunda en el concurso de Miss Italia. La vencedora ese año es Lucia Bosè. El segundo puesto basta, con todo, a la calabresa para pegar el brinco al espectáculo y abandonar su empleo de secretarucha de medio pelo. Había hecho algunos trabajitos menores en el cine ya el año anterior, pero hasta su encuentro con Freda, nadie la había considerado para un papel protagonista. Su primera aparición en un film de Freda se produce en Aquila nera (1946), en la que Gianna tiene un papel irrelevante, pero durante cuyo rodaje el director se queda prendado de la belleza de la actriz. Al punto de que Freda abandona el domicilio conyugal y se larga con Gianna a Brasil. En el 48 ruedan juntos Guarany e Il Cavaliere misterioso, aventura de época en la que Gianna interpreta a la condesa Lehmann y comparte protagonismo con Vittorio Gasman, que se encarga de dar vida a Cassanova. Desde entonces hasta el año en que se rueda I Vampiri, la última de ellas, Freda y Canale colaboran en otras nueve películas. En 1951 Gianna vive su experiencia americana: interpreta a la Rosina de Go for Broke!, una bélica dirigida por Rober Pirosh, y aparece en la portada del Life Magazine. En Italia, sin embargo, se convierte en la reina del Peplum, subgénero con el que, durante la década de los cincuenta, combina su participación en las películas de Freda. La ruptura llega en el 56-57. Pero Gianna no deja de trabajar: rueda películas de romanos, de piratas, de todo un poco. En el 58 vuelve a participar en una producción de Hollywood, The Whole Truth, que dirigen a pachas Dan Cohen y John Guillermin. Su última película es Il ponte dei sospiri, estrenada en 1964, cuando Gianna Maria Canale cuenta sólo 47 años. Un accidente de tráfico le desfigura temporalmente el rostro y, a partir de 1966, deja de aparecer en público y ya no permite que la vuelvan a fotografiar. El próximo día 12 de septiembre cumplirá 80 años.



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2 comentarios:

York dijo...

Hola, tienes más información sobre Roman Vlad, el compositor de la banda sonora?

Amputaciones dijo...

El caso es que yo pensaba que se trataba de un seudónimo ad hoc de vete-tú-a-saber-quién ('Roman Vlad' es un nombre con resonancias vampíricas evidentes), y resulta que no: que existe y es un reconocidísimo compositor, director de orquesta y ensayista de origen rumano. Puede encontrarse más información aquí:
http://biografie.leonardo.it/biografia.htm?BioID=754&biografia=Roman+Vlad