Para nosotros eran como los Pogues franceses. Las Negras Verdes hacían con la música tradicional gala lo que sus vecinos del norte con la música de raíz irlandesa. Sus canciones eran canciones de taberna que habían perdido su ingenuidad primigenia tras pasar por el tamiz del punk. Pero seguían siendo eso después de todo: aires festivos en los que se mezclaban la chanson, la guinguette, la fanfare o el jazz manouche con los vientos cálidos venidos de las dos orillas del Mediterráneo, y de fondo la percusión anárquica del choque de las jarras de cerveza o de las copas de vino. Sobre el papel, un barullo abigarrado y caótico que, sin embargo, en el oído componía un cóctel de sorprendente coherencia.
Los temas de Les Negresses evocaban además PARÍS. Así, con mayúsculas. Un París legendario que tal vez –precisamente por ser legendario- no había existido nunca, pero que podía situarse vagamente en la época de entreguerras. Allá por los años 30 y 40 del siglo pasado. Un París malevo, nocturno y existencialista en el que ellos vestían pañuelo rojo al cuello y camiseta de marino y ellas parecían escapadas de un tango de Gardel. Un París en el que los hombres habían vuelto a las cavernas para escuchar la música de los negros y se tarareaban canciones de Prévert y Vian; donde se follaba mucho, sobre todo si eras americano –lean, si no, a Miller-, y en el que la Grande Guerre se había olvidado lo suficiente como para que todos se precipitasen, alegres e inconscientes, hacía una nueva y más brutal carnicería. Un París en blanco y negro, como en las películas de Marcel Carné. En fin y como dijo el otro: una auténtica fiesta.
Es curioso, pero resulta más fácil traer a la memoria recuerdos postizos que auténticos recuerdos. Por eso me pierdo en evocaciones espectrales y pseudolíricas y, sin embargo, no soy capaz de acordarme de cuándo y cómo me enteré de la existencia de Las Negras. Pongamos que fue a comienzos de la segunda mitad de la década de los ochenta, pues acabo de informarme de que el primer disco data del 87, y que escuché algo suyo en Radio 3 o en La Cadena del Váter, únicas emisoras que, por entonces y acaso también ahora, podían programar algo así, o bien que algún colega que sabía lo que se cocía en lo musical me los dio a conocer. No sé y no importa. Sí es casi seguro que el tema en cuestión hablaba de una mosca incazable que se moría por las nalgas túrgidas de las jovencitas y por colarse en la mui de los que leen boquiabiertos la Biblia. Eh Ouais! C’est Zobie la Mouche!
Después ya no les perdí el rastro. De lejos y enlatados, porque nunca fui –por desgracia- a un concierto suyo (*), pero fiel hasta el final. Sus discos salían además de pascuas a ramos, lo cual los hacía aún más deseables. En los veinte años que han transcurrido desde su debú hasta el día de hoy, Les Negresses Vertes sólo han producido cinco LPs de estudio, si se excluyen múltiples remezclas de temas previamente grabados, recopilaciones y un directo registrado durante la gira del año 1996. Problemas con la discográfica, un gusto excesivo por la música en vivo y la muerte de Helno (Noël Rota) por sobredosis a comienzos de 1993 tuvieron, sin duda, la culpa. La desaparición del cantante supuso, de hecho, un punto de inflexión en una trayectoria que se diría animada por un curioso juego dialéctico. Zig-zague (1994), el disco grabado inmediatamente después de la tragedia, oscila entre la melancolía de Après la Pluie o Tango sous la Lune y la invitación a la juerga de Fanfaron o Ivresse, pero todas las canciones transpiran la presencia fantasmal del camarada muerto. Le sigue después el inesperado acercamiento a la electrónica, bajo la guía del productor Howie B, de Trabendo (1999), un disco al que se tarda en coger el punto, y finalmente el intento de síntesis entre la pachanga bullanguera de los orígenes y la elaboración cibernética del final: Acousting Clubbing (2001), uno de mis favoritos. Ya se sabe: afirmación, negación y negación de la negación.
*(Nota del 20 de agosto: Dándole vueltas, he recordado que sí que debí de verlos: durante la gira de presentación de Zig-Zague en la Sala Revolver de Madrid, si no me equivoco. Ya os decía que pierdo la memoria...)
Pero mejor me callo y dejo que los escuchéis.
*
1. Voilà l'été.
2. Sous le soleil de Bodega.
3. Mambo Show.
4. La Gadoue (avec Jane Birkin).
2 comentarios:
no les conocía, pero me gusta eso de les filles sont belles et les dieux sont ravis
tengo yo ahora de música en mi blog otro tipo de canción francesa que no sé si te gustará
un abrazo,
amor
Que hermosa banda.
Tantos temas lindos, como "C'est pas la mer a boire"...
Y coincido con vos en que Acoustic Clubbing es uno de los mejorcitos.
Saludos!
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