"Sin
duda fue porque el sexo de la mujer resultaba a sus ojos imposible de
representar, de decir y de nombrar por lo que Lacan, siguiendo el consejo de
Bataille, adquirió en 1954 el famoso cuadro de Gustave Courbet L’Origine du
monde, realizado en 1866 para Khalil-Bey, un diplomático otomano que
residía en París.
En
él se descubría, en toda su desnudez, el sexo abierto de una mujer después de
las convulsiones del amor; es decir, eso que no se muestra y eso de lo que no
se habla, si dejamos al margen los discursos y los lugares reservados a la
pornografía. El lienzo había provocado el escándalo y causado la estupefacción
tanto de los hermanos Goncourt, que lo consideraban bello “como la carne de un Correggio”,
como de Maxime Du Camp, que veía en él una “basura” digna de ilustrar las obras
del marqués de Sade. Tras la muerte del diplomático, el cuadro se perdió de
vista, pasando de una colección privada a otra. Durante la Segunda Guerra
Mundial se encontraba en Budapest, donde los nazis lo confiscaron, y a continuación
pasó a manos de los vencedores soviéticos para finalmente ser revendido a unos
coleccionistas. Durante estos peregrinajes, había sido recubierto por una tabla
de madera sobre la que se había pintado un paisaje destinado a ocultar el
erotismo -considerado demasiado espantoso- de aquel sexo en estado bruto.
Chocada
por la visión del sexo femenino abierto, que se asemejaba al de Madame
Edwarda, Sylvia Lacan pidió a su cuñado André Masson, marido de su hermana
Rose, que confeccionase un segundo cuadro para cubrir el de Courbet. El pintor
realizó entonces una tapa de madera que representaba otro sexo femenino,
abstracto y muy alejado del sexo real imaginado por Courbet. Cuando se observa
el croquis de Masson, una tiene la impresión de que, a fuerza de querer ser una
representación simulada del primer sexo, ofrece a la mirada una imitación
puritana de este. Dicho brevemente, un neocuadro había venido a reprimir la
obra original, conservándola.
Tras
la muerte de Sylvia en 1994, el lienzo fue donado al Museo d’Orsay. Despojado
de su tanga y liberado de todo control, L’Origine du monde está expuesto
desde entonces a todas las miradas.
Lacan
adoraba sorprender a sus visitas descorriendo delicadamente la tapadera para
afirmar que Courbet ya era lacaniano: “el falo está en el cuadro”, decía,
transformando un célebre artículo de Freud sobre el fetichismo en un comentario
sobre el velo que enmascara la ausencia de lo que se quiere disimular. Recuerdo
haber distinguido la “cosa” secreta colgada en el despacho de Lacan en La
Prévôté, durante una visita a Guitrancourt en torno a 1970.
Diferentes
pintores han llevado a cabo numerosas réplicas del cuadro de Courbet, unas
veces para disimular su potencia subversiva y otras para reivindicarla. Pero
fue en 1989 cuando Orlan, una artista plástica feminista, devota del sexo
perverso, de la performance, el travestismo, la cirugía del cuerpo y la
revisión de las obras del patrimonio pictórico occidental, realizó la más
asombrosa versión lacaniana del cuadro: un falo en erección en lugar del sexo
de la mujer. Mediante esta “obra”, titulada L’Origine de la guerre,
Orlan quería desenmascarar lo que la pintura disimulaba, realizando una fusión
entre la “cosa” irrepresentable y su fetiche negado. Reivindicando el
poslacanismo y la confusión de los géneros y de la identidad –la guerra, la
muerte, lo femenino, lo masculino, la gestación-, Orlan invertía la iconografía
del pintor tomando al pie de la letra la tesis de Lacan sobre el fetichismo:
“soy un hombre y una mujer”, declaraba la artista".
* Fragmento de Elizabeth Roudinesco, Lacan, envers et contre tout, Éditions du Seuil, 2011, pp. 104-107. Traducción propia.
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