domingo, 13 de enero de 2008

CIERTO DESCONCIERTO - BLOC DE NOTAS. Página 1

Cierto Desconcierto. He aquí una nueva sección compuesta de apuntaciones sueltas –como diría Moratín- sobre lo que nos va hiriendo los ojos, los oídos y la inteligencia a lo largo de la semana.


*El bazar y lo común. Resulta muy atractiva la metáfora que emplea Raymond en su conocido artículo; sin embargo, no es demasiado perspicaz. La forma en que se genera el código abierto y el software libre no responde a la lógica del bazar, si por tal se entiende el mercado autorregulado de la mitología burguesa clásica. ¿Se imaginan ustedes un mercado en el que cada cual tomase las mercancías que necesita sin contraprestación económica alguna y las modificase a su antojo con el fin de devolverlas de nuevo al mismo espacio de intercambio para que cualquiera pudiese hacer lo propio, y que además el resultado final no fuese la degradación del producto sino su notable mejora? Linux es subversivo –como bien dice Raymond-, pero no porque sea hijo de la composición espontánea de una multitud de intereses egoístas (la mano invisible que mueve las cuerdas de los operadores en el mercado), o al menos no sólo y principalmente; lo es porque considera el terreno del software como una especie de tierra comunal que cualquiera está en disposición de explotar y cultivar.


*De monos, dioses y otros seres fantásticos. Gira de la asociación Médicos y Cirujanos por la Integridad Científica [sic] por el Estado español con el objetivo de dar a conocer la buena nueva de la teoría del diseño inteligente y combatir la de la evolución. Vienen a comunicarnos que el reverendo Paley tenía más razón que un santo y que Darwin estaba equivocado. Cuentan con el apoyo al menos moral de Bush Jr., del señor Huckabee y de algunos otros. Poco a poco, las universidades que habían consentido en prestar sus aulas magnas para las conferencias van reculando al enterarse –dicen- de qué va en realidad esta historia de los integristas científicos. Sólo alguno se muestra reticente amparándose en su gusto por el debate de ideas. Comparto el gusto de estos últimos, desde luego, pero no creo que pudiera darse algo digno de tal nombre si –pongamos por caso- invitamos a la Bruja Lola a que dé una charla sobre astrología ante los miembros de un Departamento de Astrofísica. No sé si me explico. Como decía Donna Haraway en algún lugar, ‘teaching modern Christian creationism should be fought as a form of child abuse’.


*Don Mariano, la Pasarela Colón y el Ministerio de Andares Estúpidos. Las cosas ya no son lo que eran, o vuelven a ser lo que eran, que no sé que es peor. Retorna la España prístina y auténtica, la de la Contrarreforma y el Nacional-catolicismo o, tal vez, es que nunca se había ido. Hay desfile de mitrados en la plaza de Colón (Madrid), frufrú de sotanas sobre las pasarelas, los tonos más intensos del rojo bajo el sol de invierno. Son dos mil años de ejercicio, así que no cabe duda de que la jerarquía eclesiástica domina las artes escénicas. ‘La modestia cristiana –predican a menudo- obliga a vestir siempre y en todas partes trajes honestos’, pero en el escenario todo es de un barroquismo agresivo. Unas manitas gordezuelas y sonrosadas sostienen firmes las cuartillas del discurso: según parece, las hordas rojas vuelven a asediar a la FAMILIA (la cristiana, la tradicional, la de verdad, etc.), basamento de todo orden social como Dios manda. Tenemos el Apocalipsis a la vuelta de la esquina y ni nos habíamos enterado. Pero gracias al Altísimo, aquí están ellos de nuevo para salvarnos del abismo: si uno se fija bien, el vestuario de cardenales y obispos recuerda también al de los superhéroes de la Marvel, siempre vigilantes cuando los demás duermen. El lunes siguiente amanece con la respuesta del gobierno de Rodríguez Zapatero. Timorata y tibia, que ya se sabe lo que le pasó a Azaña por decir que España había dejado de ser católica. Lo del Concordato y el cepillo, mejor dejarlo. Después viene la contrarréplica de los otros: la reacción del PSOE –afirman- es propia de la caterva de izquierdistas radicales que son. Y entonces pienso en la capacidad de autocontrol que deben de tener los conservadores para no estallar en una sonora carcajada cuando profieren semejantes delirios, porque no puede ser que estén hablando en serio. ¿Radicales los del PSOE? ¡Por favor…! Al final, don Mariano Rajoy encuentra la solución: nada de menguar el aparato estatal –hay que ser liberales, pero sin excesos, como en todo-, mejor engordarlo con un Ministerio de la Familia, que será –dice- ‘el ministerio de las personas’ y blablablá. No me digan que la pelea por el Centro no resulta divertida: hay que guardar y mimar las esencias para que no se nos escape la clientela de siempre y procurar no hablar muy alto para que no se nos espanten meapilas, por un lado, y madres solteras y bujarrones, por el otro, pues, a pesar de los pesares, también son compradores potenciales de la golosina electoral. A mí me entran ganas de repetir aquello de Gide: ‘¡Familias, os odio!’


*¿Debate en Internet? ¿Para qué? Como medida antiséptica, yo propondría más bien lo contrario: expulsar a las vedettes de la política del mayor número de espacios y foros de discusión posibles. Hay demasiado ruido en la Red como para andarlo aumentado con los discursos huecos de estos dos.


*También los canadienses son imbéciles. Pues sí. Lamento hacerles está revelación, pero así están las cosas. Uno pensaba, después de haber visto Bowling for Columbine, que Canadá era un oasis de sensatez en un mundo cada vez más idiota. Pero está visto que nos equivocábamos. La noticia, caso de que no se hayan enterado, luce más o menos el siguiente titular: ‘Polémica en Canadá por la prohibición de donar órganos de homosexuales’, y la prohibición en cuestión afecta al parecer a hombres que hayan jugado a los papás durante el último lustro. Huelga decir que tanto la oposición como las organizaciones de LGTB de allí y de acá han clamado enseguida a los cielos por lo que es un caso claro de discriminación homofóbica, un atentado contra los derechos humanos y patatín y patatán. Y no es para menos, claro está. Lo curioso es que nadie haya reparado en un problema de –digamos- orden pragmático: ¿cómo demonios piensa llevar a la práctica el gobierno canadiense una medida sanitaria tan chusca? Entendería, por ejemplo, que se prohibiese donar órganos a los individuos masculinos de ojos verdes, 1,80 m. de altura y que calcen el número 43; me parece una gilipollez tan descabellada como la anterior, pero digo que lo entendería porque en este caso las condiciones de exclusión son fácilmente controlables por cualquier representante de las autoridades sanitarias, por poco avispado que éste sea. Ahora bien, pongamos, por ejemplo, que nuestro hombre de ojos verdes, como el de la copla, metro ochenta y cuarenta y tres de pie, y al que podemos bautizar como Tom –que es un nombre muy gay y tal vez muy canadiense-, decide donar todos sus mondongos para que, una vez muerto, otro u otra pueda reutilizarlos a conveniencia. Pues bien, a Tom –los dioses no lo quieran- le llega finalmente su hora. Piensen ahora en el pobre facultativo que tuviese que ponerle el sello de calidad al cadáver: ¿cómo demonios iba a apañárselas, aunque fuese la mayor de las eminencias en su ciencia, para desentrañar lo que Tom haya hecho con su colita y/o su cucu en los últimos cinco años? No soy forense, ni anatomista, ni canadiense, ni gay, pero voy a permitirme la osadía de afirmar que se vería en serias dificultades.



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