‘Blanche,
Blanche’. Tom la llama en susurros, como si quisiera sacarla del sueño y al
mismo tiempo temiera despertarla. Lady Blanche sigue dormida, boca abajo sobre
las sábanas revueltas, como una muñeca descoyuntada, con el pelo cubriéndole el
rostro. Por única respuesta, deja escapar un resuello de fastidio. Tom, ya
vestido, la contempla por un instante, fascinado por las gotitas de sudor que
se han acumulado en el vértice de las nalgas de la mujer dormida, y se dice:
‘Mierda, ¿por qué siempre tienen que estar en otro lado cuando uno las
necesita?’. Y después: ‘Hablo en serio. No hay nada comparable a este culo’. Tom
se agacha y vuelca su melena sobre el trasero de Lady Blanche, que se agita
ligeramente por el cosquilleo. Con la punta de la lengua, Tom va recogiendo una
por una las gotitas de sudor. ‘Nada como el olor de una mujer perdida en el
sueño’, sentencia al volver a alzarse. ‘Nada como una hembra que apesta a sexo
reciente’. El sol que se filtra por entre las venecianas dibuja franjas oscuras
en el rostro del hombre y llena la habitación de un calor pringoso. De esa
guisa, Tom parece un guerrero de alguna tribu antigua. ‘Siempre dispuesto para
la batalla, amigo mío’. De la mesilla de noche, recoge su vieja Makarova y, a modo
de despedida, pasa el cañón de la pistola por el arco del pie izquierdo de Lady
Blanche. Con voz aletargada, la mujer pregunta: ‘¿Eso es tu polla o es que
sales de caza?’.
Flash-back
1. A Max le costaba andar
con la tibia rota. A cada paso, sentía una corriente de dentelladas que
le atravesaban todo el cuerpo, desde la pierna fracturada hasta la nuca. Detrás
de él, Tom luchaba contra el viento para encenderse un cigarrillo. De la
cintura de sus vaqueros sobresalía la culata del arma. Cansado de la brega con
el encendedor, escupió el pitillo y alzó la cara hacia el cielo vacío de nubes.
Max le había jurado por lo más sagrado que no sabía nada. ‘Es cosa suya, tío. Créeme: ellos se la llevaron’. Temblaba
y moqueaba frente a la sonrisa torcida de Tom.
Flash-forward.
Lady Blanche cabalga sobre la cabeza del
hombre. Siente como se retuerce con los hocicos hundidos en su coño. Desconoce
si el hombre busca darle placer o escapar de la trampa, pero no le importa. Ahí
abajo todo está húmedo y caliente. A Lady Blanche se la pasa por la mente la
palabra ‘chapoteo’. Enseguida el tipo deja de moverse.
Flash-back 2. El cono del ciclón se
avistaba ya al fondo del valle. Tom jugueteaba con la Makarova y, de vez en
cuando, probaba su puntería con algún blanco cercano: un seto, una serpiente,
el parabrisas de un coche volcado, el lóbulo de la oreja derecha de Max. Max
cayó de bruces y descargó una basca de bilis, y a Tom se le antojó un buey
dispuesto para el sacrificio. ‘¿Por qué todos me tomáis por lo que no soy, por un
malo de novela negra? No busco nada
ni persigo a nadie. Solo quiero jugar’. Tom se puso en cuclillas frente
al caído y le estampó un beso en la boca. ‘¡Joder! –dijo- Demasiado amargo para mi gusto’.
[De Ars Combinatoria]
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