Yo diría que los consejos de Chéjov son, más
que admoniciones o imperativos, las distintas declinaciones que adopta una
constatación nada alentadora: la de que el escritor es como un funambulista sin
pértiga ni red. Está irremediablemente solo e ignora tanto la distancia que lo
separa de su destino como qué es lo que le espera al llegar al otro lado. Si es
que consigue llegar.
Dice:
1.
Toma algo de la vida real y cotidiana, sin trama y sin final.
2.
No pulir, no limar demasiado; hay que ser desmañado y audaz. La brevedad es la
hermana del talento.
3.
Tacho sin piedad. Es extraño: ahora tengo la manía de la brevedad; nada de lo
que leo, mío o ajeno, me parece lo bastante breve.
4. Las personas que escriben, y los artistas en particular,
deben reconocer que en este mundo no hay modo de entender nada, como en su
momento lo reconocieron Sócrates y Voltaire. La gente cree saberlo y
comprenderlo todo; y cuanto más tonta es,
más vasto parece su horizonte. Pero si el artista, al que la gente cree,
tuviese el valor de afirmar que no comprende nada de lo que ve, demostraría un
gran conocimiento y daría un gran paso en el campo del pensamiento.
5.
El artista solo debe juzgar lo que comprende; su campo es limitado, como el de
cualquier otro especialista: es algo que repito y sobre lo que insisto siempre.
Solo quien no ha escrito nunca y no se ha ocupado nunca de las imágenes puede
decir que en su esfera no hay problemas, solo respuestas. El artista observa,
elige, intuye, asocia; ya de por sí esos actos presuponen, en principio, un
problema; si desde el inicio uno no se plantea un problema, no tiene nada que
intuir ni que elegir. […]
Confunde
usted dos conceptos: la solución del
problema y su planteamiento justo.
Para el artista solo esto último es obligatorio.
6.
Mi objetivo es matar dos pájaros de un tiro: retratar fielmente la vida y al
mismo tiempo mostrar cómo se aparta de la norma. La norma me resulta
desconocida, como a cada uno de nosotros. Todos sabemos en qué consiste una
acción deshonrosa, pero no qué es el honor.
7.
Le aconsejo que guarde el relato en un baúl un año entero y que al cabo de ese
tiempo vuelva a leerlo. Entonces lo verá todo más claro.
8.
Tengo en la cabeza un ejército de gente que quiere salir y espera una orden.
Todo lo que he escrito hasta ahora me parece torpe en comparación con lo que
querría escribir y escribiría con entusiasmo. […] ¿A qué llamo bueno? A las
imágenes que me parecen mejores, que amo y guardo celosamente para no
desperdiciarlas y malgastarlas. […] O soy un imbécil y un presuntuoso o bien un
organismo capaz de convertirse en un buen escritor; en estos momentos todo lo
que escriben los otros me desagrada y me aburre; en cambio, todo lo que tengo
en la cabeza me interesa, me conmueve y me inquieta, por lo que deduzco que los
demás no hacen lo que deberían y que solo yo conozco el secreto de lo que hay
que hacer.
9. Para
escribir un relato se requieren cinco o seis días, durante los cuales uno no
debe pensar en otra cosa; en caso contrario, las frases no adquirirán nunca la
forma adecuada. Antes de ponerla en papel, cada frase debe permanecer en la
cabeza un par de días, para adquirir cuerpo. En realidad, yo mismo soy
demasiado perezoso para atenerme a esa regla, pero como usted es joven se la
recomiendo fervientemente.
10.
Escriba una novela. Escríbala durante un año entero, luego acórtela durante
medio año y después publíquela. Usted lima poco, y un escritor, más que
escribir, debe bordar sobre el papel.
11.
Soy cobarde y aprensivo; me dan miedo las prisas y, en general, publicar. […]
He dado ya a la imprenta un quintal de cuentos y aún no sé dónde está mi punto
fuerte y dónde mi punto débil.
12. Condiciones:
1) ninguna monserga de carácter político, social, económico; 2) objetividad
absoluta; 3) veracidad en la pintura de los personajes y de los objetos; 4)
máxima concisión; 5) audacia y originalidad; rechazo de todo lo convencional;
6) espontaneidad.
13.
El escritor no es un pastelero ni un perfumero ni un juglar; es un hombre
comprometido, vinculado al sentimiento de su deber y de su conciencia; una vez
que ha empezado, debe llegar hasta el final y, por mucho que le repugne, tiene
que vencer su disgusto y manchar su imaginación en el barro de la vida…
14. Se
puede mentir en el amor, en la política, en la medicina; se puede engañar a la
gente, incluso a Dios; pero en el arte no se puede mentir.
15.
No tenemos fines ni inmediatos ni lejanos, y en nuestra alma reina el vacío
absoluto. Carecemos de convicciones políticas, no creemos en la revolución, no
tenemos Dios, no tememos a los fantasmas; en cuanto a mí, ni siquiera temo a la
muerte y la ceguera. Quien no quiere, no espera y no teme nada, no puede ser un
artista. Poco importa que se trate de una enfermedad o no; en cualquier caso,
debemos reconocer que nos encontramos en una situación espantosa.
16.
Considero un prejuicio las insignias y las etiquetas. Mi sancta sanctorum es el cuerpo humano, la salud, el intelecto, el
ingenio, la inspiración, el amor y la libertad absoluta; liberarme de la
violencia y de la mentira bajo cualquier forma: ese es el programa al que me
atendría si fuese un gran artista.
17. Debe
describir a las mujeres de tal modo que el lector sienta que no lleva usted
corbata y que tiene el chaleco desabotonado; y lo mismo vale para la
naturaleza. Concédase un poco de libertad.
18.
Es un error querer meter en escena un gran número de personajes. El centro de
gravedad deben ser solo dos: él y ella.
19.
Puede llorar o gemir con un cuento, puede sufrir con sus personajes, pero
considero que debe hacerlo de modo que el lector no se dé cuenta. Cuanto mayor
sea su objetividad, más fuerte será la impresión.
20.
Cuanto más sentimental es la situación, mayor frialdad se necesita a la hora de
escribir; de ese modo el resultado es más conmovedor. No conviene azucarar.
21. Se
requiere despreocupación, pero solo es despreocupado quien no tiene miedo de
escribir tonterías.
22.
Los grandes escritores y artistas solo deben ocuparse de la política en la
medida en que tienen que protegerse de ella. Ya hay bastantes acusadores,
fiscales y gendarmes sin necesidad de ellos.
23.
Suprima, cuando sea posible, los atributos y los adverbios. Pone usted tantos
atributos que al lector le cuesta asimilarlos y se cansa. […] La literatura
debe entrar de golpe, en un instante.
24.
En sus cuentos no se atreve a dar libre curso a su temperamento, tiene miedo de
los arrebatos y de los errores, es decir, precisamente de aquello en lo que se
reconoce el talento.
*Antón P. Chéjov, Sin trama y sin final. 99 consejos para escritores. Edición de Piero Brunello. Traducción de Víctor Gallego Ballestero. Alba Editorial, Barcelona, 2007.
*Antón P. Chéjov, Sin trama y sin final. 99 consejos para escritores. Edición de Piero Brunello. Traducción de Víctor Gallego Ballestero. Alba Editorial, Barcelona, 2007.
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