Con
la LOMCE, la Filosofía ha sido una de las titulaciones más perseguidas, ¿qué
futuro crees que depara a estos estudios?
García
Calvo decía que el Futuro es de Ellos, del Dinero: es la Muerte. Y en cierto
modo, como la Muerte, ya está escrito. Pero por ceñirme a lo que me preguntas,
el porvenir de la filosofía en los actuales planes de estudio, y no solo el
suyo, se encuentra en una situación de indefinición e incertidumbre. Nadie
tiene muy claro lo que ocurrirá tras la paralización de la LOMCE, aunque si
tomamos como criterio la deriva que ha sufrido la materia en los últimos
tiempos, cabe esperar que no salga muy bien parada. No obstante, más fácil que
hacer pronósticos, es señalar lo que ya está ocurriendo. La Filosofía ha
quedado muy demediada en el Bachillerato y prácticamente ha desaparecido de la
ESO. Tras la implantación de la asignatura de Valores Éticos en esta etapa, los
departamentos de Filosofía se han convertido en departamentos subsidiarios del
de Religión. De esta suerte, la filosofía queda convertida una vez más en
“sierva de la teología”.
¿En qué medida pueden los filósofos ayudar a
mejorar la sociedad?
Difícil
decirlo. “Mejorar la sociedad” es una expresión que me produce casi tanto recelo
como la palabra “futuro”. En cualquier caso, yo diría que el ejercicio de la
filosofía –y no necesariamente los filósofos- puede y debe contribuir a
volvernos más lúcidos, menos manipulables. Hasta qué punto algo así puede
redundar en beneficio de una “sociedad bien ordenada”, depende en buena medida
de qué concepto se tenga de “buen orden”. Acuérdate de la hormiguita aquella de
la película Antz: un excesivo cuestionamiento de su condición de obrera
acababa por poner patas arriba todo el hormiguero.
Sobrevivir
como filósofo no ha de ser sencillo, ¿qué posibilidades laborales puede
encontrar un profesional de esta materia?
A
nadie se le escapa que siempre han sido muy escasas, y que cada vez lo son más.
En realidad, se reducen prácticamente a la enseñanza más o menos reglada y al
mundo editorial. Los titulados en Filosofía ahora tienen al menos el mezquino
consuelo de que ya no constituyen ninguna singularidad a este respecto: en el
Estado español lo tienen más o menos igual de crudo que el resto de los
universitarios.
¿Cómo crees que debe ser entendida la filosofía
en el siglo XXI?
Lo
cierto es que no creo que el hecho de estar en el siglo XXI aporte ninguna
novedad sustancial. En un texto sobre los orígenes de la filosofía occidental
que suelo hacer leer a mis alumnos de Bachillerato, el viejo Cornelius
Castoriadis afirma: filosofar quiere decir “pero ¿por qué debo pensar esto?”.
Esta es una pregunta en apariencia de una simplicidad infantil, pero muy
puñetera, tremendamente corrosiva. Porque, desde la perspectiva filosófica, para
responderla ya no cabe encomendarse ni a la tradición ni a no se sabe qué
autoridades divinas o terrestres. Es una pregunta tremenda porque supone una
afrenta brutal para los guardianes de lo dado y lo consabido, los encargados de
velar por la ortodoxia del dogma.
¿Qué relación ha de existir entre ciencia y
filosofía?
Muy
estrecha, desde luego, puesto que en principio las anima un mismo espíritu. Pero
al mismo tiempo es una cuestión muy compleja. La filosofía ha tenido desde sus
orígenes una vocación de totalidad y universalidad, lo cual implica que, para
hacer filosofía, uno ha de contar al menos con una información mínima del
actual grado de desarrollo de las ciencias positivas. ¿Cómo conseguir que esa
información sea verdaderamente significativa, teniendo en cuenta la complejidad
y la hiperespecialización de los saberes científicos en el mundo contemporáneo?
No lo tengo claro.
Nietzsche
hacía referencia a esa especie de horror vacui que anima a lo que
él llamaba “el último hombre”. No bien ha terminado de derribar al viejo Dios
de sus padres, “el último hombre” ya empieza a angustiarse por ver el pedestal
vacío. Enseguida tiene que aupar a la condición de nuevos ídolos ciertas
abstracciones fantasmales como el Hombre, la Historia o la Ciencia, todas ellas
con una inicial bien mayúscula. Seguramente ya quedaron atrás los tiempos
gloriosos en los que la epistemología se interesaba por cuestiones tales como
los criterios de demarcación, pero aún tenemos que seguir peleando contra la
tentación cientifista y el totalitarismo tecnocrático; o dicho de otro modo,
contra la transformación de la tecnociencia en un nuevo ídolo al que rendir
culto. La filosofía –en el siglo XXI o en siglo IV a. C., tanto da- o es
crítica de los ídolos y la ideologías o no es nada.
* Entrevista publicada en la revista Entre Estudiantes, nº 210, enero/febrero 2017, p. 27. Las preguntas son responsabilidad de David Val.
No hay comentarios:
Publicar un comentario