sábado, 18 de marzo de 2017

ENTREVISTA sobre la Filosofía para Entre Estudiantes.





Con la LOMCE, la Filosofía ha sido una de las titulaciones más perseguidas, ¿qué futuro crees que depara a estos estudios?
García Calvo decía que el Futuro es de Ellos, del Dinero: es la Muerte. Y en cierto modo, como la Muerte, ya está escrito. Pero por ceñirme a lo que me preguntas, el porvenir de la filosofía en los actuales planes de estudio, y no solo el suyo, se encuentra en una situación de indefinición e incertidumbre. Nadie tiene muy claro lo que ocurrirá tras la paralización de la LOMCE, aunque si tomamos como criterio la deriva que ha sufrido la materia en los últimos tiempos, cabe esperar que no salga muy bien parada. No obstante, más fácil que hacer pronósticos, es señalar lo que ya está ocurriendo. La Filosofía ha quedado muy demediada en el Bachillerato y prácticamente ha desaparecido de la ESO. Tras la implantación de la asignatura de Valores Éticos en esta etapa, los departamentos de Filosofía se han convertido en departamentos subsidiarios del de Religión. De esta suerte, la filosofía queda convertida una vez más en “sierva de la teología”. 

¿En qué medida pueden los filósofos ayudar a mejorar la sociedad?
Difícil decirlo. “Mejorar la sociedad” es una expresión que me produce casi tanto recelo como la palabra “futuro”. En cualquier caso, yo diría que el ejercicio de la filosofía –y no necesariamente los filósofos- puede y debe contribuir a volvernos más lúcidos, menos manipulables. Hasta qué punto algo así puede redundar en beneficio de una “sociedad bien ordenada”, depende en buena medida de qué concepto se tenga de “buen orden”. Acuérdate de la hormiguita aquella de la película Antz: un excesivo cuestionamiento de su condición de obrera acababa por poner patas arriba todo el hormiguero.  


 Sobrevivir como filósofo no ha de ser sencillo, ¿qué posibilidades laborales puede encontrar un profesional de esta materia?
A nadie se le escapa que siempre han sido muy escasas, y que cada vez lo son más. En realidad, se reducen prácticamente a la enseñanza más o menos reglada y al mundo editorial. Los titulados en Filosofía ahora tienen al menos el mezquino consuelo de que ya no constituyen ninguna singularidad a este respecto: en el Estado español lo tienen más o menos igual de crudo que el resto de los universitarios. 

¿Cómo crees que debe ser entendida la filosofía en el siglo XXI?
Lo cierto es que no creo que el hecho de estar en el siglo XXI aporte ninguna novedad sustancial. En un texto sobre los orígenes de la filosofía occidental que suelo hacer leer a mis alumnos de Bachillerato, el viejo Cornelius Castoriadis afirma: filosofar quiere decir “pero ¿por qué debo pensar esto?”. Esta es una pregunta en apariencia de una simplicidad infantil, pero muy puñetera, tremendamente corrosiva. Porque, desde la perspectiva filosófica, para responderla ya no cabe encomendarse ni a la tradición ni a no se sabe qué autoridades divinas o terrestres. Es una pregunta tremenda porque supone una afrenta brutal para los guardianes de lo dado y lo consabido, los encargados de velar por la ortodoxia del dogma. 

¿Qué relación ha de existir entre ciencia y filosofía?
Muy estrecha, desde luego, puesto que en principio las anima un mismo espíritu. Pero al mismo tiempo es una cuestión muy compleja. La filosofía ha tenido desde sus orígenes una vocación de totalidad y universalidad, lo cual implica que, para hacer filosofía, uno ha de contar al menos con una información mínima del actual grado de desarrollo de las ciencias positivas. ¿Cómo conseguir que esa información sea verdaderamente significativa, teniendo en cuenta la complejidad y la hiperespecialización de los saberes científicos en el mundo contemporáneo? No lo tengo claro.
Nietzsche hacía referencia a esa especie de horror vacui que anima a lo que él llamaba “el último hombre”. No bien ha terminado de derribar al viejo Dios de sus padres, “el último hombre” ya empieza a angustiarse por ver el pedestal vacío. Enseguida tiene que aupar a la condición de nuevos ídolos ciertas abstracciones fantasmales como el Hombre, la Historia o la Ciencia, todas ellas con una inicial bien mayúscula. Seguramente ya quedaron atrás los tiempos gloriosos en los que la epistemología se interesaba por cuestiones tales como los criterios de demarcación, pero aún tenemos que seguir peleando contra la tentación cientifista y el totalitarismo tecnocrático; o dicho de otro modo, contra la transformación de la tecnociencia en un nuevo ídolo al que rendir culto. La filosofía –en el siglo XXI o en siglo IV a. C., tanto da- o es crítica de los ídolos y la ideologías o no es nada. 

*  Entrevista publicada en la revista Entre Estudiantes, nº 210, enero/febrero 2017, p. 27. Las preguntas son responsabilidad de David Val.

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