sábado, 14 de junio de 2025

Vincennes 1974. Pasolini en el país de los mao-spontex (2ª parte)

 


Pasolini ya se había expresado en términos similares en una entrevista con Costanzo Costantini, publicada por Il Messagero pocas semanas antes del escándalo de Vincennes. Su primera impresión tras ver la película, apunta entonces, es de carácter antropológico: en la película uno asiste a la representación de “un tipo antropológico italiano que ha sido así durante siglos y siglos, y solo ha cambiado en estos últimos diez años”. La segunda es de orden estilístico: no hay “nada de retórica antifascista, nada de fácil «ridiculización» del fascismo, [sino] representación del fascismo a través del material elaborado por el propio fascismo, es decir, a través de su idea falsa y verdadera de sí mismo". La película, como dirá también en Vincennes, trata sobre “la relación entre un Jefe y su Pueblo”. Pero ni un pueblo ni un jefe así existen ya. Ni podrían existir. Mussolini era un grotesco fantoche que sería incapaz de aguantar la prueba de los actuales medios de comunicación, sentencia Pasolini. Por desgracia, o por fortuna, Pasolini no vivió lo suficiente para contemplar como fantoches aún más grotescos que el Duce accedían al poder sirviéndose precisamente de esos medios. Y adelantándose a lo que ocurriría en la universidad parisina, advierte: Fascista es una película bellísima, pero también peligrosa "porque son solo los destinatarios de buena fe los que aceptan el juego".

            En otra entrevista, publicada veinte días después del desencuentro con los maos, Pasolini conseguirá elaborar la respuesta que no le permitieron desarrollar allí. Existe, dice ahora, lo que puede llamarse un antifascismo “arqueológico" y perfectamente confortable. “Buena parte del antifascismo hoy, o al menos de eso que se llama antifascismo, o es ingenuo y estúpido o es engañoso y malintencionado: porque combate, o finge combatir, a un fenómeno muerto y enterrado, exactamente arqueológico, que ya no puede asustar a nadie”. El auténtico fascismo, según Pasolini, es eso que los sociólogos han llamado, de forma demasiado amable, la “sociedad de consumo”. Ahí se encuentra, pues, el verdadero enemigo de un antifascismo consecuente. “Los democristianos –repite- han resultado ser, aunque sin darse cuenta, los verdaderos y auténticos fascistas de hoy”. Pero añade: los jóvenes fascistas sí constituyen un peligro real porque son abiertamente neonazis. “Hoy son unos pocos millares, pero mañana podrían ser un ejército”. Hay que estar muy alerta porque Italia está viviendo una crisis histórica (tal como Gramsci la entendía) similar a la que había vivido Alemania antes del ascenso del nazismo. “Homologación y abandono de los antiguos valores campesinos, tradicionales, particularistas, regionales, [ese es] el humus en el que creció la Alemania nazi. […] Es el pueblo el que se está convirtiendo en pequeña burguesía, pero no lo es todavía ni es ya tampoco pueblo”.


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