lunes, 4 de diciembre de 2006

AGITPROV. En recuerdo del 'Collège de Sociologie'

En la primavera del año próximo se cumplirán setenta años del nacimiento del efímero Collège de Sociologie. Desde luego repudiamos el ritual de las efemérides que, en general, no sirve sino para poner de nuevo en el mercado espectacular el nombre de figuras culturales que quedan reducidas –durante 365 días, si el producto da bastante de sí- a su simple valor de cambio. La celebración suele tener además el efecto de una recuperación neutralizadora cuando se trata de autores o activistas –digamos- peligrosos que construyeron a la contra su obra o su praxis y que antaño hubieran provocado ardores terribles en las tripas de quienes hoy los consumen. El Collège se encontraría en una de estas situaciones sino fuese porque estamos prácticamente seguros de que serán muy pocos o ninguno los que a estas alturas aún lo tengan en consideración. Así nos ponemos a salvo de posibles acusaciones de incongruencia y aprovechamos la ocasión para hacer el recordatorio de aquel pequeño proyecto de militancia epistemológica que todavía seguimos considerando de lo más sugerente.

Según relata Roger Caillois, todo habría comenzado con una reunión informal en el Grand Véfour, un polvoriento café del Palais-Royal parisino. Es una tarde del mes de marzo de 1937 y Caillois presenta ante sus amigos una primera versión de Le vent d’hiver. A la presentación le sigue un encendido debate y es entonces cuando se propone la creación del grupo. “Éste fue el comienzo –sentencia- de la sinuosa fundación del Collège de Sociologie”. Parece ser que el término Colegio fue elegido por Jules Monnerot, otro de los implicados de primera hora, para bautizar a una organización que nada tendría que ver, en principio, con esos establecimientos dedicados al adiestramiento de los más jóvenes. Pues como señala Denis Hollier, la palabra indica en este caso, no tanto una relación jerárquica entre maestros y aprendices, cuanto un vínculo igualitario entre pares que reúnen ciertas afinidades electivas. La elección del sustantivo sociología no resulta menos desconcertante si uno echa un vistazo a las intervenciones y textos que producirán más tarde los colegiales.







En el Colegio de Sociología no se enseña, en efecto, sociología. En primer lugar, porque la nueva institución carece de toda vocación docente y de cualquier intención didáctica. En segundo lugar –y esto es lo esencial-, porque a Caillois, a Bataille y a sus compañeros les incomodan las fronteras académicas y les viene pequeña la distribución de las parcelas de estudio entre las distintas disciplinas científicas que las instituciones han consagrado. El Collège quiere ser ante todo un instrumento de intervención en aquello que la sociología afirma estudiar: las estructuras íntimas de las sociedades humanas. Es cierto, con todo, que, aunque en modo un tanto heterodoxo, las propuestas del grupo se incardinan en una cierta tradición sociológica y etnológica francesa que arranca de los trabajos de Durkheim o Mauss, y que muchos han querido ver en los textos de sus promotores las actas fundacionales de eso que ha dado en llamarse nouvelle sociologie française. Sin embargo, el Colegio no forma una escuela.

Y no lo hace porque no logra –ni lo pretende- articular un cuerpo de doctrina unitario que pudiera emplearse como imagen de marca y fuese susceptible de legarse a un potencial discipulado. No cabe duda de que Bataille y los demás se mueven en un marco de referencias intelectuales compartidas, en las que habría que incluir –junto a los ya mencionados- a pensadores como Nietzsche o Hegel –Alexandre Kojève mediante-, a historiadores de la religión como Georges Dumèzil o a metapsicólogos como Freud. Muchos además han salido desencantados de la movida surrealista o abandonado las filas de las organizaciones de izquierda revolucionaria. Sin embargo, la trama de sus fidelidades se construye más sobre la negación o el repudio que sobre la afirmación doctrinaria. En todos ellos se da –como asevera de nuevo Hollier- un deseo explícito de escapar de las limitaciones impuestas por la división del trabajo social. Ni política ni literatura, ni ciencia al uso, sino una cosa completamente distinta. Y por lo que se refiere a las querencias ideológicas, basta con remitirse al triple rechazo establecido por Bataille apenas un par de años antes: “Radicalmente enfrentados a la agresión fascista, hostiles sin reservas a la dominación burguesa e incapaces de confiar en el comunismo”.



En cualquier caso, la propuesta se concreta en una Declaración titulada Note relative à la fondation d’un “Collège de Sociologie” que aparece, en julio de 1937, en el tercer número de la revista Acéphale. Para entonces la revista lleva publicándose todo un año gracias al impulso de Georges Bataille, Georges Ambrosino y Pierre Klossowski. Su última entrega es un número doble dedicado al dios griego Dionisos. Se diría además que el anuncio de la fundación del Collège tiene algo de cesión del testigo, pues el siguiente número de Acéphale, centrado en la cuestión del erotismo, jamás llegará a editarse. Entretanto las actividades del Colegio de Sociología se ponen en marcha; Bataille, Caillois y, en menor medida, Michel Leiris forman su núcleo dirigente. Las sesiones –de periodicidad bimensual- tienen lugar en la trastienda de las Galeries du Livre, en la calle Gay-Lussac de París, siempre a partir de las nueve y media de la noche. Primero, en las veladas de los sábados; después, los martes. Y se prolongan hasta el verano del año 1939, en el que el estallido de la guerra clausura violentamente el segundo año académico.

El primer curso acoge las voces de Kojève, de Klossowski, de Leiris, pero sobre todo de Roger Caillois y de Georges Bataille, que tiene que pechar con el grueso de la labor a causa de la enfermedad del primero. La oferta, sin embargo, se diversifica notablemente a lo largo de 1939. René Guastalla, el frankfurtiano Hans Mayer, Jean Paulhan, Jean Wahl, Anatole Lewitzky, Georges Duthuit o Paul Louis Landsberg, entre otros, añaden sus aportaciones a las de los ya citados. La audiencia es también numerosa, ecléctica, abigarrada. Según refiere Hollier y dependiendo de los días, en la trastienda de las Galeries podía verse a Drieu la Rochelle sentado cerca de Walter Benjamin o a Julien Benda codo con codo con Bracke-Desrousseaux. Lo más granado de la intelectualidad parisina se reúne en la librería de Gay-Lussac para asistir a las conferencias y discutir sobre la presencia de lo sagrado en las sociedades contemporáneas.

La cuestión de la sacralidad y de su reverso interesa particularmente a Bataille y sus camaradas. Admiradores de Sade, quisieran restaurar lo sagrado con el solo fin de recuperar los placeres del sacrilegio. La sociología del Colegio tiene, en este sentido, el valor de una especie de meta-etnología o de una auténtica heterología, como dirá el propio Bataille. Ciencia perversa, torcida, diagonal, la investigación sociológica del grupo aspira a un conocimiento arriesgado, que se acerca más a ciertas experiencias extáticas que a la recopilación demoscópica. El Platón del Parménides se preguntaba por la existencia de Ideas de cosas tales como el barro o el pelo. ¿Existe acaso una ciencia de la mierda y de lo inmundo, una suerte de cropología? Los miembros del Collège de Sociologie afirman, en todo caso, que resulta imprescindible. En su opinión, se trata de acercarse a aquellos aspectos de la vida (social) que los saberes constituidos habían dejado al margen; lo que, más que producir conocimiento, produce desprecio, asco o incluso miedo. La parte maldita, si se quiere. No extrañará, pues, que Foucault y otros pensadores franceses de después de la guerra reconozcan su deuda con respecto a las propuestas de este grupo encabezado por el autor de Historia del ojo.






NOTA RELATIVA A LA FUNDACIÓN DE UN COLEGIO DE SOCIOLOGÍA.


1. Desde el momento en que se atribuye un importancia particular al estudio de las estructuras sociales, nos damos cuenta de que los pocos resultados obtenidos por la ciencia en este terreno son no sólo generalmente ignorados, sino que además están en contradicción directa con las ideas en curso sobre tales cuestiones. Dichos resultados, en el modo en que se presentan, resultan extremadamente prometedores y abren perspectivas insospechadas para el estudio del ser humano. Pero siguen siendo tímidos e incompletos, por un lado, porque la ciencia se ha limitado en exceso al análisis de las llamadas sociedades primitivas, dejando de lado las sociedades modernas; y por otro lado, porque los descubrimientos producidos aún no han modificado todo lo profundamente que podía esperarse los postulados y el espíritu de la investigación. Se diría incluso que obstáculos de una naturaleza particular se oponen al desarrollo de un conocimiento de los elementos vitales de la sociedad: el carácter necesariamente contagioso y activista de las representaciones que el trabajo saca a la luz parece ser el responsable.


2. De aquí se sigue la pertinencia de desarrollar, entre aquellos que aspiran a llevar tan lejos como sea posible tales investigaciones, una comunidad moral, diferente en parte de aquella que une de ordinario a los estudiosos y vinculada precisamente al carácter virulento del territorio estudiado y de las determinaciones que en él vayan poco a poco revelándose.
Esta comunidad es de acceso tan libre como el de la ciencia constituida y cualquier persona puede aportar su punto de vista, sin que importe cuáles sean las preocupaciones particulares que la empujan a adquirir un conocimiento más preciso de los aspectos esenciales de la existencia social. Cualesquiera que sean su origen y objetivos, consideramos que basta dicha preocupación para fundar los vínculos necesarios a la acción en común.


3. El objeto preciso de la actividad que nos proponemos puede recibir el nombre de sociología sagrada, por cuanto implica el estudio de la existencia social en todas aquellas manifestaciones en las que sale a la luz la presencia activa de lo sagrado. Dicha sociología se propone establecer de este modo los puntos de coincidencia entre las tendencias obsesivas fundamentales de la psicología individual y las estructuras directrices que presiden la organización social y dirigen sus revoluciones.

GEORGES AMBROSINO, GEORGES BATAILLE,
ROGER CAILLOIS, PIERRE KLOSSOWSKI, PIERRE LIBRA, JULES MONNEROT




(1. Dès qu’on attribue une importance particulière à l’étude des structures sociales, on s’aperçoit que les quelques résultats acquis par la science en ce domaine non seulement sont généralement ignorés, mais de plus sont en contradiction directe avec les idées en cours sur ces sujets. Ces résultats, tels qu’ils se présentent, apparaissent extrêmement prometteurs et ouvrent des perspectives insoupçonnées pour l’étude du comportement de l’être humain. Mais ils demeurent timides et incomplets, d’une part parce que la science s’est trop limitée à l’analyse des structures des sociétés dites primitives, laissant de côté les sociétés modernes, d’autre part parce que les découvertes réalisées n’ont pas encore modifié aussi profondément qu’on pouvait s’y attendre les postulats et le esprit de la recherche. Il semble même que des obstacles d’une nature particulière s’opposent au dévelopement d’une connaissance des éléments vitaux de la société : le caractère nécessairement contagieux et activiste des répresentations que le travail met en lumière en apparaît responsable.
2. Il suit qu’il y a lieu de développer, entre ceux qui envisagent de poursuivre aussi loin que possible des investigations dans ce sens, une communauté morale, en partie différente de celle qui unit d’ordinaire les savants et liée précisément au caractère virulent du domaine étudié et des determinations qui s’y révèlent peu à peu.
Cette communauté n’en reste pas moins aussi libre d’accès que celle de la science constituée et toute personne peut y apporter son point de vue personnel, sans égard au souci particulier qui la porte à prendre une connaissance plus précise des aspects essentiels de l’existence sociale. Quels que soient son origine et son but, on considère que cette préoccupation est suffisante à elle seule pour fonder des liens nécessaires à l’action en commun.
3. L’objet précis de l’activité envisagée peut recevoir le nom de sociologie sacrée, en tant qu’il implique l’étude de l’existence sociale dans toutes celles de ses manifestations où se fait jour la présence active du sacré. Elle se propose ainsi d’établir les points de coïncidence entre les tendances obsédantes fondamentales de la psychologie individuelle et les structures directrices qui président à l’organisation sociale et commandent ses révolutions.)

PARA SABER MÁS SOBRE EL COLLÈGE DE SOCIOLOGIE.

[IMÁGENES DE PIERRE KLOSSOWSKI, PABLO PICASSO Y ANDRÉ MASSON]

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