Como hemos visto, los surrealistas, con Breton a la cabeza, reconocieron en el conde de Lautréamont a un hermano mayor y a un adelantado de la revolución que ellos mismos propugnaban. La máquina de coser y el paraguas que podían compartir mesa –de disección, eso sí- en la nueva estética, según Ducasse, fueron incluidos entre las figuras emblemáticas del movimiento. Y al movimiento se debió en buena parte el redescubrimiento del desgraciado Maldoror, que se convirtió en una obra de culto y en un arcano cuyo secreto debía alejarse de ojos profanos.
En 1930, Salvador Dalí recibió el encargo de ilustrar el libro, por el que decía sentirse obsesionado y cuya forma de composición guardaba ciertas analogías con su método paranoico-crítico.
Podéis contemplar las ilustraciones AQUÍ.
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