jueves, 12 de julio de 2007

VOCES. PATRÍCIA MELO - ALGUNOS FRAGMENTOS.



“Esa marca en su brazo… ¿fue él?” Gran parte de los criminales es criminaloide, criminal por influencia de los compañeros. Se mata por muchos motivos. Ignorancia: once por ciento. Nacer en un ambiente criminal: dos por ciento. Dinero fácil: ocho por ciento. Los celos son sólo el uno por ciento. Se mata poco por amor. En Brasil se mata más por Reebok que por amor.

Me pongo a llorar cuando pienso en crímenes y criminales. Nuestra producción de crímenes tiene lugar a escala industrial, sigo llorando. Atracos, secuestros, violaciones, todo eso es rutina, es crimen industrial, a nadie le importa. Lo ves en la televisión, lo lees en el periódico y después te olvidas, como nos olvidamos de los jabones, los chicles y los cigarrillos.

En Brasil, un crimen sólo merece atención si es una obra de arte. Queremos a los caníbales, a los perversos, a los hiperviolentos, a los científicos. Queremos a los mejores.

Por eso todos quieren a Rubão, el estrangulador, el monstruo de la Lapa. La prensa, la policía, la audiencia, la masa, las mujeres, los titulares.

“¿Por qué no se decidió a buscarme hasta ahora?”

Aquella semana los conté: trece artículos en los periódicos, siete reportajes en la TV y dos portadas de revista. ¿Quién es el estrangulador de la Lapa? Les gusta mi marido porque mi marido les arranca el pecho izquierdo a las mujeres.

Comisario, deje de hacerme preguntas. Respete mi desesperación.”

Aqua Toffana (1994).


*




“Doctor Carvalho, he usado cinco hojas de su talón de cheques, ése es el total, puede usted descontarlo de mi paga. Su casa me parece bonita, quería ver su habitación, abrí el cajón de la mesilla, la tarjeta estaba allí, llegó Gabriela, creí que pensaría que yo estaba robando, me metí la tarjeta en el bolsillo, el talón de cheques también, los iba a devolver, pero al final me fui sin devolverlos. Tenía el texto en la punta de la lengua, iba a hablar, pero la criada entró con la bandeja del café, era otra criada, ¿dónde está aquella chiquita que trabajaba aquí?, pregunté. La eché, dijo el Dr. Carvalho, me robó el talón de cheques. Y la tarjeta de crédito también.

Aquello estaba mal, debería haberme afectado lo de la chica, debería decir que la culpa era mía, debería devolver el talón de cheques, pero en aquellos días cosas como ésta pasaban mucho: algo dentro de mí que gritaba, y otro algo, mayor, que ignoraba. Una ola que venía del estómago, sin fuerza, y moría en la boca, sin espuma. El odio, como dijo alguien, comienza en la boca. Y aquello, que yo ni sabía lo que era y que era ya mi propia muerte, el comienzo de mi muerte, terminaba en la boca, sin espuma.

Y ahora me telefonea el banco, dijo el Dr. Carvalho, los cheques están cancelados, llaman del restaurante, de tiendas de bebé, acaba de tener un niño, la ignorante, quiero darle un susto, tu podrías hacerlo por mí, pero mi mujer no quiere, dice que no fue ella, ¿quién fue, entonces? Fue ella, dije yo, claro que fue ella, dijo el Dr. Carvalho, y por un momento nos quedamos sin tema de conversación, y aquello nos incomodó a los dos, me miró con un aire extraño, no sé explicarlo, sólo esos tipos saben mirar de esa forma, los ricos miran así, los pobres miran de otra manera, bajé la cabeza, ya maté al Pedro Televisão, dije, shhhhh, habla bajo, Máiquel, ¿estás loco? Esto es para ti, el Dr. Carvalho me entregó una caja que me había enviado el fabricante de espuma, la abrí, un teléfono móvil, para tu trabajo, explicó. El fabricante de espuma pagaría las facturas, pero no exageres, dijo el Dr. Carvalho. El teléfono es para los encargos. Úsalo para trabajar.”

O Matador (1995).


*



“Llegué a casa en medio de una batalla entre mi madre, desde la ventana, con su megáfono, y la mujer del administrador, con su vaporeto y su manía de esterilizar aceras. La suciedad no está en el poste, decía mi madre. La cosa está en el alma. No sirve de nada limpiar los postes si la conciencia está sucia. Calla la boca, vieja loca. Y dile a tu hijo que pague las mensualidades atrasadas.

Tomé el megáfono de las manos de mi madre y la alejé de la ventana.

Quien manda en mí es Jesucristo. Que se condenen al infierno los pecadores. Devuélveme el megáfono.

Mi madre estaba especialmente mal aquella semana. Predicaba desde la ventana, los vecinos se quejaban. Si ella es religiosa, dijo mi tío Alberto, el médico, cuando le telefonee pidiendo orientación, si ella cree en Dios, qué suerte la suya. No tienes ni la más mínima idea de lo que es perder a un hijo, como lo perdió ella, tú no tienes hijos, no conoces esa especie de amor. Si tiene a Dios, mejor para ella, de Dios y del dinero la gente debe disfrutar cuando lo tiene, dijo. Me acuerdo de uno de esos ganadores del Nóbel de la Paz contando como perdió la fe, lo leí en alguna revista, el tío estaba en Auschwitz o algo así, presenciaba una matanza de niños, ¿dónde está Dios?, preguntó alguien. Y una voz dentro de él respondió que Dios estaba colgando en el cadalso. Nunca necesité ver niñitos muriendo para saber que Dios no existía, dijo el tío Alberto. Envidio a tu madre. Para mí es terrible. No creer en Dios no significa no sentir la falta de Dios. Soy de la siguiente opinión, una madre que pierde a un hijo de veintidós años por leucemia puede hacer lo que quiera. Vi a tu madre al lado del ataúd, digo, vi sus pedazos, la impresión que teníamos era que tu madre se estaba desintegrando delante de nosotros, no aguanto semejante dolor, prefiero morir. No consigo ir a visitaros. Mercedes se pasa la vida diciéndome, vamos, vamos a ver a tu hermana, Rosario te necesita. Yo no soporto ver a Rosario. Miro a Rosario y veo escrito en su cara, sufro como un perro rabioso. Una mierda.

Di a mi madre el calmante que el tío Alberto había recetado, me quedé en el cuarto hasta que se durmió.”

Elogio da Mentira (1998).

*



“La lluvia disminuyó. Reizinho se detuvo frente al escaparate de un salón de belleza, miró los anuncios. Cabellos castaños. Wella. Por allí estaba también el McDonalds. No cambiaría a la Susana por ninguna de aquellas mujeres de las fotos. Una porquería, la vida sin droga, siguió andando. Ahora todo estaba bien. Malos tiempos, aquéllos. Limpiar zapatos y sudar. Sufrir. Cargar. Temblar. El sufrimiento acabó el día en que, volviendo para casa en autobús, conoció a un chaval, Fake se llamaba, gafas de espejo, pelo rapado, gorra, iba a llamarme Conan, pero entonces descubrí que ya existía un Conan por ahí, en la vida. Quiero ser único, brother. Sentados uno al lado del otro en el autobús, Fake metió en la cabeza de Reizinho el auricular del walkman que llevaba consigo, y la música lleno los oídos del muchacho, Jorge sentou praça na cavalaria, es rap del bueno, colega, eu estou feliz porque também sou da sua companhia. Cosa buena, colega. Escucha esto. Hard-core again, dijo, ¿sabes de lo que están hablando? Pólvora. Mundo fashion. Asesinatos. Actitud. Polvo. Revuelta. Política. El hip-hop me hace ver las cosas. Soy negro. Soy negro y quiero mi parte. Voy a ser un rapper famoso. Contrato con la Coca-Cola, ya verás. Dinero. Nosotros, los negratas, somos poderosos. Voy a ser rico. Fake llevó a Reizinho a la radio de la favela. Soy DJ en nuestra radio de cable. Equipos electrónicos nuevecitos. Soy colega del Miltão. A los ojos de Reizinho, aquel sería el único defecto de Fake, su amistad con Miltão. Es la hermandad negra, colega. ¿Eres tú quien pone la música en el altavoz de la plaza?, preguntó Reizinho. Fake en persona. Yo mismo. ¿Te gusta el sonido? Reizinho lo adoraba. Desde el bar de Onofre siempre escuchaba aquellas canciones ritmadas, tum tum tum, y las letras, mezcladas con las drogas ñe ñe ñe ñe ñe en el cerebro, eran puro veneno, se sabía algunos pasajes de las rimas, eu sou o verme que vai te curar, palabras, cachorro do sistema/ descer os morros e invadir a cidade/ matar, las palabras se mezclaban en la cabeza de Reizinho y, qué curioso, aquellas cosas, dichas de aquella forma, hacían surgir en el muchacho las ganas de ser aquello, de pertenecer a su grupo, al grupo de los negros, de ser negro también. Eres oscuro, dijo Fake. Parduzco. Hay muchos de tu color, colega, que dicen que son blancos. Tú eres negro también. Sé negro. En el estudio, una barraca pintada de rojo, con pósters de artistas, negrazos americanos de gafas oscuras y ropas extravagantes, esparcidos por todas partes, escucharon mucho rap. Fue aquel día cuando Reizinho volvió a fumar crack. Se hizo amigo de Fake, empezó a frecuentar el estudio diariamente, Fake siempre le ofrecía droga. Más crack. También proveo al personal de la TV, dijo. Crack. Los cámaras. Los tiracables. Cualquier día te llevo para que veas el rodaje de una telenovela. Muy bueno, el crack. Buenas, todas las mujeres. Fake siempre presentaba alguna droga, crack, cocaína, hierba, le gustaba Reizinho. Conozco a los artistas. El crack es muy bueno, dijo. ¿A que sí? Puedes fumar, Reizinho. Fuma. Esnifa. Puedes coger. Y me ayudas a cargar con estos discos. Y esnifa. Y fuma. Y escucha este tema. Puedes coger. En los días siguientes, Reizinho no se sintió a gusto tomando las drogas del amigo. Decidió que iría a robar. Mercado, betún, abuelo, adiós. No sería limpiabotas. Ni cargador. Que se fuesen todos al diablo. Que explotase todo. No fue difícil comenzar a robar. Lo difícil fue limpiar zapatos. Cargar carros en el mercado. Sudar. Camelar. Robar era fácil. Cadenitas de oro, tapacubos, relojes, los peristas compraban cualquier cosa.”

Inferno (2000).

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