viernes, 10 de agosto de 2007

VOCES. BORIS VIAN - ÉL ÚLTIMO DE LOS OFICIOS.

Le dernier des Métiers es un breve sainete satírico que Vian escribió en la primavera del año del señor de 1950 con el fin de completar la representación de L'équarrissage pour tous que André Reybaz estaba preparando en las mismas fechas. El director de la sala Noctambules, donde debía tener lugar el estreno se negó a admitir la pieza por juzgarla excesivamente irreverente. De modo que la primera puesta en escena de El último de los oficios no tuvo lugar hasta octubre de 1964, cuando su autor ya llevaba cinco años criando malvas.








DECORADOS



Camerino del Padre Saureilles, como el camerino de un gran actor, con un espejo ante una mesa para maquillarse al fondo. A la derecha, un ropero lleno de casullas y tejidos de colores vivos. En el centro-izquierda, un sillón confesionario-especial con orejas y repisa, y con reja para el despacho y palmeta para las penitencias; con flores un poco por todos lados, fotos dedicadas, tarjetas de visita, carteles teatrales. Atmósfera íntima y sórdida.




PERSONAJES



JONÁS (Sacristán, 65 años)
JEANNOT, VICTOR, TOTOLE (Boy-scouts, de 10 a 15 años)
EL REPORTERO DE LA RADIO (52 años)
EL REVERENDO PADRE SAUREILLES (50 años)
EL AGENTE (25 años)





ESCENA PRIMERA

JONÁS, JEANNOT.




El sacristán, sentado a la derecha, teje un inmenso calcetín. Tal como está instalado, se le podría tomar por una amable viejecita. Un pequeño boy-scout, Jeannot, arregla las cestas de flores. Ruido de aplausos procedente de la izquierda. Ambos aguzan el oído con el mismo gesto y sonríen. El pequeño Jeannot se dirige hacia la derecha llevando una última cesta de flores. El sacristán le sigue con la mirada y con una hermosa sonrisa.

JEANNOT. Es la última…
JONÁS. Ah, has trabajado bien, chatín mío. ¡Cuántas flores, Dios mío! ¡Cuántas flores!... ¡Qué éxito!... Pero también, ¡qué talento extraordinario!...
JEANNOT. Nunca ha habido tanta gente… ¡Tienen potra, Totole y Víctor!
JONÁS (gratificante). ¡Qué talento!... ¡Qué incomparable talento!...

(Ola de aplausos procedente de la izquierda. Los dos prestan oído.)

JEANNOT. Es un gran éxito, ¿no es verdad, Sr. Jonás? Pero dígame, ¿para quién es ese gran calcetín?
JONÁS (Levanta el calcetín ante sí). Para los pobres, mi pequeño Jeannot. A qué es bonito mi calcetín, ¿eh?
JEANNOT. Ah, claro. Entonces… ahí podría hacerse entrar un V. P. ¿Lo teje usted para hacer su B. A. (buena acción)?
JONÁS. Pues claro, pues claro…
JEANNOT. ¿Así que también usted hace B. As?
JONÁS. Pues claro, pues claro…
JEANNOT. ¿Y se levanta usted en el metro para dejar el asiento a las señoras mayores?
JONÁS. Pues claro… Y estoy seguro de que tú te precipitas para coger todos los sitios libres y poder cedérselos después a las señoras mayores.
JEANNOT (bajando la cabeza). Sí, señor Jonás… ¿Es que está mal?
JONÁS (vocifera). Está pero que muy bien… pero que muy bien… todos lo hemos hecho. He sido scout, también yo… Castor, alza la…
JEANNOT. ¡Cola!...

(Los dos ríen.)

JONÁS. Je, je, je… Eso es… ¡Ah, la juventud! Ves, yo he hecho mis B. As todos los días desde los tiempos en que era lobato como tú…
JEANNOT (admirativo). ¿Todos los días? Eso tiene que ser un montón de B. As.
JONÁS (halagado). Bueno… Eso hace….
(Cuenta con los dedos, luego se detiene.)
Hace muchas B. As. Pero, sabes, ahora soy muy viejo, así que
(Muestra el calcetín.)
Hago punto para que dure varios días…
JEANNOT (convencido). Y además no puede haber nada demasiado grande para un pobre. ¿Verdad, Sr. Jonás?
JONÁS. Pues sí… Sí, sin duda… Los pobres son hermanos en Cristo.
JEANNOT (se santigua). Así sea.

(Aplausos. Prestan oído de forma sincrónica. Después, golpes en la puerta de la derecha. Prestan oído a la derecha en dos movimientos simétricos.)









ESCENA II

JONÁS, JEANNOT, EL REPORTERO DE LA RADIO (que entra cargado de cables, de aparatos, de micro, etc.).




REPORTERO (dirigiéndose al sacristán). Buenos días, señora… Vengo por la entrevista del Reverendo Padre…
JEANNOT (lleno de buena voluntad). Deje que le ayude, señor.

(Lo ayuda, pero, torpe, tira todo al suelo.)

JONÁS. ¡Pero bueno, Jeannot! ¡Pon cuidado!
REPORTERO (aterrado). ¡Oh! ¡Es un desastre! ¡Debe de haberse roto todo!
JEANNOT. Que no… Que no… No es nada, señor… Yo lo arreglo todo…
JONÁS. Saureilles todavía está hablando. Espere unos minutos.
REPORTERO (comienza a montar su material después de haberlo examinado). Espero que no sea nada grave… ¿Hay alguna toma de corriente por aquí?
JEANNOT. Sí, sí. Yo se la muestro… Por aquí.

(Se dirige hacía el fondo izquierdo, donde está la mesa para maquillarse. El reportero lo sigue y se detiene ante un cartel.)

REPORTERO. Ah, ésta… Lo recuerdo… ¡Qué éxito!
JONÁS. Sí, sí… ¡Qué éxito! ¡Una de las mejores creaciones, señor!...
REPORTERO (gentil). ¿Verdad que sí, señora? ¡Qué inolvidable composición!
JONÁS. ¡Inolvidable! Pero ¿por qué me llama usted señora?
REPORTERO. Eeeh… Yo creía… ¿No es usted la modista?
JONÁS (haciendo punto enrabietado). En fin… ¿Es que tengo acaso pinta de mujer?
REPORTERO. Sí.
JONÁS (vejado). Ah, bueno… Esto…. No es la primera vez que me lo dicen.
JEANNOT (al reportero). Señor, ¿no tendrá usted un destornillador?
REPORTERO (inquieto). ¿Un destornillador? ¿Y qué quieres hacer con un destornillador?
JEANNOT (agita el enchufe). Su conexión se ha soltado. Mire, ya no aguanta nada de nada…
REPORTERO (afligido). ¡Oh! ¡Ahora esto!...
(Mira su reloj.)
¿Ya es esta hora? ¡Y yo que tengo que estar en antena en diez minutos!
¿Estás seguro de que vas a saber arreglar eso?
(Busca un destornillador.)
JEANNOT (muy capaz). ¡Claro, señor!
¿Ve usted? Ya tengo mis insignias de manitas, de conductor de locomotora, de enterrador, de nudos, de código Morse…
REPORTERO (interesado). ¿Anda, todavía se hace eso con los scouts? ¿Los nudos y el Morse también? Vaya, vaya… ¿No sabrás hacer el doble nudo de los marinos suecos?
JEANNOT. Por supuesto… ¿Y usted? ¿Conoce usted el nudo peruano para atar las llamas a los pastos?
REPORTERO (apasionado). Pues no… ¿Cómo es? ¿Es nuevo? ¡Las cosas que se aprenden en los scouts, eh! ¿Me lo enseñas?
JEANNOT (dándoselas de importante). Desde luego. Pero, ¿sabe?, es difícil de hacer… ¿Tiene usted un cordel?
REPORTERO (ofreciéndole el cable eléctrico). Toma, enséñame con esto…
JEANNOT (deja el enchufe y coge el cable). Es así, mire… Para empezar, se coge el primer hilo… y después se pone sobre el segundo… y se hace un doble giro cruzado, así…
(Se contorsiona horriblemente.)
Ay, no es cómodo… su cable es demasiado largo…
REPORTERO (saca unas tenazas de su bolsillo y lo corta.) Toma, no hay más que cortar un trozo así…

(Ruido de aplausos. Los tres prestan oído.)

JONÁS (radiante). ¡Ah, qué triunfo! ¡Es mejor todavía que el pasado domingo en la Madeleine!
REPORTER (Recuerda que está allí para trabajar).

(Durante todo este tiempo, Jeannot corta todo y más o menos se enreda en lo que lleva a rastras.)

¿La Madeleine?
¡La leche! ¡Mi programa!... Pero… ¿Qué estás liando?
JEANNOT (penoso). Ya no me acuerdo muy bien… Creo que lo he confundido con el nudo chino para zurcir juncos…
REPORTERO (enloquecido). Hijo mío… Hijo mío… ¡Ay, jamás conseguiré entrar a la hora!

(Corre por todos lados.)

JEANNOT. Yo le ayudo, señor… Ésta va a ser una B. A. más.
REPORTERO. Sí, sí… Un destornillador… Mientras tanto, tú vas empalmando los hilos.
JEANNOT. No se inquiete, señor… Tengo también mi insignia de electricista.

(Inmenso rumor a la izquierda. Trueno de aplausos.)

JONÁS. Eso debe de ser el fin de la primera parte…

(En un tiempo récord, el reportero consigue, a pesar de Jeannot, recomponer todo como es debido. Después llega en tromba el Reverendo Padre Saureilles seguido de dos monaguillos, Víctor y Totole, que van a cambiarse y reaparecen como scouts.)

VÍCTOR Y TOTOLE. Las golondrinas no quieren sino…
JEANNOT. ¡Jolín!

(Jonás deja su labor y se levanta.)









ESCENA III

JONÁS, JEANNOT, EL REPORTERO, EL R. P. SAUREILLES, VÍCTOR, TOTOLE.




SAUREILLES (petulante, sotana al viento, manguitos, etc. Se sienta, se abanica, se levanta, etc.) ¡Buenos días! ¡Buenos días a todos! ¡Qué mundo! ¡Es una locura!...
JONÁS (apresurado, lo desviste en marcha). ¡Qué gloria, sacerdote mío!
SAUREILLES. Hoy los tenía… ¡Jamás los he tenido así! ¡Sentía la sala entera vibrar entre mis manos!... ¡Ah, qué sensación ver a esa multitud comulgar en la admiración, en el respeto a Dios, a través de ese sublime texto de Roger Vailland!...
(A Jonás.)
¡Cuidado, Jonás! ¡Me haces daño!... Pero ¿quién es este joven?
REPORTERO (dando un paso adelante). Señor… Disculpe… Mi Reverendo Padre… Vengo de la Radiodifusión Francesa para la interviú a la que vuecencia ha consentido someterse…
SAUREILLES (pilluelo). Ah, ya me había olvidado. Sea usted gentil… Deje que me recupere un minuto… Estoy roto… ¡Esta vida de predicador es tan emocionante! ¡Tan plena!

(Se extiende en su sillón. Jonás le lleva un espejo, Saureilles se mira. Después Víctor y Totole le presentan la esponja, la palangana, y Jeannot, la toalla. Escupe como un boxeador, enjuaga su protector, etc.)

REPORTERO. Ciertamente, Reverendo Padre, ciertamente… Tómese su tiempo, se lo ruego…
SAUREILLES (a Víctor). Víctor, monín, ofrece un vaso de vino a este señor.
(Hace melindres una vez más ante el espejo antes de devolvérselo a Jonás.)
Toma, Jonás… Recoge esto… Envejezco… Estoy horrible… Unos pocos polvos, te lo ruego…
VÍCTOR (saluda). ¿Qué vino, señor cura?
SAUREILLES. Del bueno… Del vino de Cuaresma… El de la botella grande. Y coge los vasos que hay al pie… Ponme también a mí un dedito.
(Se abanica con el bonete.)
¡Pero Dios mío, Dios mío! ¿Qué son todas estas bonitas flores?
(Se ha levantado y junta las manos.)
¡Otra vez mi grey ha hecho una locura!
(Las olfatea.)
Pero qué bien huelen… Es exquisito… ¡Ah, las flores!
JONÁS (vuelve). Levante los brazos, señor cura. No tiene usted más que diez minutos antes de la segunda parte.

(Víctor lleva el vino al reportero y espera con el otro vaso mientras Jeannot y Totole juegan a hacer nudos imposibles con un alzapaño de cortina tan grueso como un cable.)

SAUREILLES (a Jonás). Pero ¿quién me las envía? Oh, esperarán en caso de necesidad…
(Lee la carta.)
Petit-Escourole… ¡Oh, es la baronesa! ¡Jonás, qué éxito!... Esta dama no viene sino muy rara vez… Es la gloria… ¡Y las flores!...
(Hace una genuflexión.)
¡Gracias, Dios mío!... Víctor, llena el vaso al señor.
(Saureilles bebe.)
Y el mío…
VÍCTOR. Sí, señor cura.
SAUREILLES (a Jeannot y Totole). Pero ¿qué hacéis todavía vosotros dos?
TOTOLE. Nudos de pata de perro australiano, señor.
SAUREILLES. Vamos, vamos, pequeños míos, sed útiles… Ayudad a este señor.
(Levanta los brazos. Jonás, subido al sillón, le quita la sotana y Saureilles aparece en calzoncillos de lunares.)
¡Jonás!... ¡Me haces cosquillas, pedazo de bestia!...
JONÁS. Perdón, señor cura… Os pido perdón… Es que me hago viejo…
SAUREILLES. Pero no, hombre, no… ¿Usted cree?... Qué locura… Jonás tiene la manía de creer que envejece… Pero está como en el día en que cumplió veinte años… Es más joven que yo… Es inaudito… ¿Y qué es lo que quiere preguntarme usted, hijo mío?
REPORTER. Mi Reverendo Padre…
(Mira su reloj.)
Es que… Debería ser en directo…y ya es casi la hora.
SAUREILLES. Pues muy bien, es perfecto… Soy todo suyo.
(Ríe.)
¡Dios mío, Dios mío!... ¡Qué tonterías va usted a hacerme decir!... Adoro la radio, se puede contar cualquier cosa… Es tan maravilloso… Y pensar en todas esas gentes invisibles que nos escuchan… ¡Es sublime!
(Jonás le alcanza una sotana roja.)
¡Ah, no, Jonás! ¡Ésa no! Ésa va terriblemente mal con mi color de piel… Y tú lo sabes… Veamos… Oh…
(Se desmorona de nuevo.)
Estoy roto… Dame la amarilla… ¡Qué oficio!
JONÁS (vuelve con la amarilla y lo levanta). ¡Qué arte, sacerdote mío!... ¡Queréis decir qué arte!...
SAUREILLES (se pone la sotana; complaciente). Como quieras, Jonás, como quieras… quizá sea un arte.
REPORTERO. Señor cura, me veo obligado a comenzar.
SAUREILLES (se sienta en el sillón quitándose el polvo de la sotana. Cruza las piernas). Se lo ruego…
REPORTERO (tomando el micro). Hola, ¿central? ¿Dudognon? Qué pasa, compadre… ¿Estás listo? Cinco… cuatro… tres… dos…
SAUREILLES (lo detiene, con la mano en el corazón). ¡Un instante!... Un instante…
REPORTERO (al micro). No te retires… espera…
(A Saureilles.)
Reverendo, Dudognon espera.
SAUREILLES (melindroso). ¿Qué va usted a preguntarme, pequeño mío?
REPORTERO. Bueno… Yo pensaba… Algunas preguntas sobre su infancia… El despertar de su vocación…
SAUREILLES. ¡Oh, qué encantador! ¡Es tan joven! En suma, ¿va usted a pedirme que me confiese?
REPORTERO. Justamente eso.
SAUREILLES (dando palmas). ¡Qué divertido! Pues bien…
(Se levanta.)
Póngase de este lado… Yo me pongo al otro… ¡Ay, qué gracioso!... ¡Una confesión!
REPORTERO. ¿Puedo comenzar?
SAUREILLES (se instala de rodillas sobre la tablilla). Así, ya estoy listo.

(Los pequeños scouts han dejado la cuerda y ahora juegan al código Morse en sordina con sus silbatos.)

REPORTERO (al micro). ¿Estás ahí, Dudognon?... Vale… Cinco, cuatro, tres, dos…
SAUREILLES (saltando). Espere un segundo… Se lo ruego… ¡Creo que tengo miedo escénico!... Pues claro, es eso… Un miedo loco… ¡Me he quedado ronco!
(Tose.)
No es nada… Sólo un pollo… Es curioso… Puedo hablar delante de miles de personas… Y, sin embargo, esta bolita negra… ¡Resulta tan emocionante!... ¡Víctor!...
VÍCTOR. ¿Sí, señor cura?
SAUREILLES. Sírvenos más vino.
(Víctor se abalanza; beben.)
¡Aaaah! Ya estoy con usted.
REPORTERO. ¿Dudognon? ¿Estás ahí? Cinco, cuatro, tres, dos…
(Su voz cambia, se vuelve muy baja y respetuosa.)
Bien, queridos oyentes, hemos llevado hoy nuestro micrófono hasta el camerino del Reverendo Padre Saureilles, que triunfa todos los domingos, como todos ustedes saben, en la interpretación de sermones de nuestros mejores autores religiosos contemporáneos: Henri Pichenette, Ghelderode, André Flique, Jean Genêt, Jean-Jacques Gauthier, Gabriel Pommerand, etc. Reverendo Padre, ¿quiere saludar a nuestros oyentes?

(Acerca el micrófono a la reja.)

SAUREILLES (sofocado). Buenos días, buenos días… hijos míos… Mmm… Me alegra poder desearos a todos un buen domingo.
REPORTERO (locuaz). Gracias, padre, gracias. Bien, creo que a nuestros oyentes les interesaría mucho que nos dijese algunas palabras sobre lo que lo determinó para abrazar la carrera religiosa… Díganos, Reverendo Padre…
SAUREILLES (recita). Escuché por primera vez la llamada del púlpito en condiciones extremadamente peculiares…
(Melindroso.)
Pero, amigo mío… ¿cree usted que pueda interesar… de verdad…
(El reportero le hace una señal para que hable más cerca del micro)
…a nuestros queridos oyentes?
REPORTERO. Reverendo Padre… Es un tema apasionante… Se lo ruego… Queridos oyentes, es la modestia lo que impide hablar al Padre Saureilles… Yo, que lo tengo delante, puedo asegurarles que está muy, muy emocionado…

(Pega la cabeza de Saureilles al micrófono.)

SAUREILLES (forcejeando). En aquella época, yo era un pequeño lobato, como éstos que están ahora a mi alrededor.
REPORTERO. Pues hay que decir, queridos oyentes, que en el camerino del Padre se encuentran tres encantadores y pequeños boy-scouts, que además son monaguillos. ¿No es así, Padre?
SAUREILLES. Sí, sí… Y estoy seguro de que están deseando saludar a sus familias, que sin duda están a la escucha…
VÍCTOR Y TOTOLE (juntos). ¡Los jaguares con casco…
JEANNOT….preparados…
VÍCTOR….para…
TOTOLE Y JEANNOT (juntos)….papearse las lentejas!
REPORTERO. Gracias, niños. Bien, queridos oyentes, lo que han oído ha sido el saludo de estos tres encantadores lobatillos que… eeeh… acaban de saludarles a ustedes… Y ahora, Padre, si quiere continuar…
SAUREILLES. Debo decir, con toda modestia, que siempre tuve los mejores resultados…
(Jonás se aproxima para cambiarle los zapatos.)
¡Por Dios bendito!
REPORTERO (alarmado). Queridos oyentes… eeeh… ¿se acuerdan ustedes de esa vieja canción francesa?

(Saureilles se levanta y hace trastabillar a Jonás de una patada.)

SAUREILLES (vuelve a su sitio) Y tantas otras melodías religiosas… El Padre Dupanloup… Era encantador… Ya había cosechado, lo digo sin falsa modestia, un cierto reconocimiento en mi patrulla…
REPORTERO. Nuestros oyentes no lo han dudado ni un segundo, Reverendo Padre… eeeh… eeeh… Y su actual talento está ahí para confirmarlo…
SAUREILLES. Sí… Me llamaban Cuervo Espabilado… mi tótem. Y así me decidí a continuar y a tratar de llevar alivio espiritual a mis hermanos en Cristo, y poco a poco, como un camello, según las palabras del Evangelio, he llegado a interpretar…
REPORTERO. Con la perfección que todos conocemos…
SAUREILLES. Los éxitos de nuestros autores modernos más conocidos.
(Llaman a la puerta. Los scouts se abalanzan y vuelven con una enorme corona mortuoria de perlas artificiales y con una cinta violeta: A Saureilles, de su colega Paul Quelaudel (en letras muy grandes), de la Academie Française.)
¡Oh! Pero ¿qué es esto?... ¡Quelaudel [i.e., Paul Claudel] aquí!... ¡Oh, es de un gusto exquisito!
REPORTERO. Queridos oyentes, lo que motiva las exclamaciones de nuestro Reverendo Padre es el envío por parte de un autor que todos ustedes conocen bien, el autor de Traje de Pino [i. e., Le Soulier de Satin], de El Padre Achatado [i. e., Le Père humilié] y de la Repartición Meridiana [i. e., Partage de Midi], ¡de una maravillosa cesta de flores! El propio Paul Quelaudel, que asistía a la primera parte del sermón, no ha podido reprimir, a pesar de su bien conocida avaricia, el deseo de enviar este testimonio de su admiración por el Reverendo Padre, y se trata en efecto de una hermosa cesta; no creo traicionar a mis oyentes si me erijo en su portavoz para darle, en resumidas cuentas, mi enhorabuena, Reverendo Padre, y también la de nuestros oyentes, por esta nueva prueba de su maravilloso y muy gran talento. ¿Dudognon? Terminamos.

(Mira su reloj y, con un gesto imperativo, impone silencio a todos. Silencio de muerte. Chasquea los dedos.)

SAUREILLES. ¡Gracias, amigo mío!... Ha estado usted muy bien… ¡Qué deliciosas flores!... ¡Ay, este Quelaudel, qué alma delicada!
REPORTERO (levantándose, comienza a recoger). Padre, soy yo el que debo darle las gracias… Ha estado usted sobresaliente…
SAUREILLES. Pero qué va, qué va… ¡Jonás, Jonás, rápido, un ajuste!...
(Golpes en la puerta.)
¡Entre, entre!... ¡Dios mío, qué vida!... ¡Qué vorágine!...







ESCENA IV



LOS MISMOS Y ADEMÁS UN AGENTE, QUE ENTRA Y SALUD A LOS SCOUTS




JEANNOT, TOTOLE Y VÍCTOR. ¡A las vacas en patines sólo les gusta…
AGENTE. …la hierba!
SAUREILLES. Entre, amigo mío, entre…
AGENTE (se quita su quepis). Señor Abad…
SAUREILLES. ¿Qué puedo hacer por usted? Entre, no tenga miedo.
(A Jonás.)
¡Qué encanto!... ¡Está emocionado!... Entre, pequeño mío.
AGENTE (tartamudeando). Padre… eeeh… Estoy de servicio aquí… y hubiese querido… Pero tengo miedo de abusar…
SAUREILLES (encantador y lleno de bondad). Vamos, vamos… Dígame… Jeannot… O mejor, Víctor… ofrece un vaso de vino a este joven…
VÍCTOR. ¿De la botella grande?
SAUREILLES (rápido). Que no, de la otra.
JONÁS. Señor cura, daos prisa… La hora se aproxima… La segunda parte va a comenzar…
SAUREILLES. Que sí, que sí… Jonás no me empujes así, intimidas a este joven. Venga, pequeño mío…
AGENTE. Señor Abad, he pecado y quisiera confesarme…
SAUREILLES. Vamos, vamos, no puede ser tan grave…
AGENTE. No me atrevo… Esas flores, esos carteles… me intimidan…
(Baja los ojos.)
¡Toda esta gloria!
SAUREILLES. Pero si somos iguales, pequeño mío… ¿No es usted acaso el guardián de los cuerpos como yo lo soy de las almas?
AGENTE (radiante). Toma, pues es verdad… El guardián de los cuerpos… San Pedro de los Cuerpos… Bueno, señor cura… Yo me confieso… Yo me confieso.

(Los tres lobatos se pegan un trago y se ponen a silbar en Morse…El poli aúlla.)

JONÁS. Silencio, mis angelitos… ¡Así no hay quien se entienda!
SAUREILLES (al agente). No, no… Venga por aquí…

(Lo sienta en la silla de las confesiones y levanta la trampilla.)

AGENTE (interesado). ¡Toma! ¡Es ingenioso, el cacharro!
SAUREILLES (halagado). Lo he ideado yo mismo. Lo llevo conmigo en todas mis giras. Me permite consagrar algunos minutos más al alivio de las almas turbadas.
AGENTE. Ah, es usted un manitas. Eso mola. Yo me he construido un palomar en casa.
SAUREILLES (suavemente divertido). ¿Un palomar? ¡Anda, qué idea tan curiosa!... ¿Para las gallinas?

(Durante todo este tiempo se van acomodando, signos de la cruz, etc.)

AGENTE. No, padre, para las palomas… Bueno, padre, he pecado de orgullo.
SAUREILLES (digno). Le sigo…
AGENTE. He desobedecido a mis jefes al salir a escondidas para tomar clases de dicción en la Escuela Simón.
SAUREILLES (conmocionado). ¡Qué horror!... Tonia Navar, después de todo… Y encima… Pero continúe…
AGENTE. No me atrevo a decírselo.

(Jonás y los otros escuchan ávidamente.)

SAUREILLES. Dígalo, hijo mío. Tenga confianza. Nada de lo que diga saldrá de aquí.

(El reportero, que desembala solapadamente sus aparatos, conecta el micrófono y se lo acerca al poli.)

AGENTE. Padre, sueño sólo con una cosa… Subirme a un escenario…

(Pesado silencio. Saureilles piensa durante un instante, con la cabeza entre las manos.)

SAUREILLES. Hijo mío, el oficio que ha decidido usted ejercer es noble; pues es noble consagrar la propia existencia al mantenimiento de un orden que place a Nuestro Padre. Por otro lado, su tarea es digna; viste usted un uniforme que es garantía de una vida disciplinada y sin tacha; es humilde, puesto que cumple usted oscuramente con su deber, sin otra recompensa que la estima de sus jefes, algunos chatos de vino y la satisfacción de hacer triunfar la justicia sobre este mundo.
(Se levanta.)
¿Y usted quisiera abandonar una vida modesta, ciertamente, pero también henchida de virtudes olorosas como la violeta, en beneficio de un exhibicionismo de baja estofa…
(Comprueba su peinado al pasar ante el espejo.)
…por no se sabe qué satisfacciones del amor propio tan vanas y tan estériles como lo son las satisfacciones que produce el profano oficio del histrión? ¡No y no, hijo mío!... ¡Es una locura y yo digo que no! ¡Continúe usted llevando ese traje modesto pero eficaz, y que le sienta a usted tan bien, sosteniendo entre sus manos…
(El poli coge su porra con aire arrepentido.)
…esa porra blanca que es como la candela romana que ilumina el camino de las envolturas carnales extraviadas, que es como el cirio consagrado que le ponen a uno entre los dedos el día de la primera comunión, que es, mi queridísimo hijo, su bastón de mariscal!
LOS TRES SCOUTS (a coro y pleno pulmón). ¡Mariscal, aquí estamos! [Comienzo de un conocido himno petainista].
JONÁS. Vamos, vamos, pequeños míos.
SAUREILLES. Y en verdad le pido, hijo mío, que rechace la tentación de lúbrico rostro que se alza ante usted para seducirlo y llevarlo al pecado. Huya de esas lamentables caricias que no se dirigen más que a su amor propio; y conténtese, disimulado tras su oscura esclavina, con sancionar las infracciones de las indignas ovejas de su rebaño. Y más tarde, al mirar atrás para contemplar de un solo vistazo la extensión de una carrera bien plena, recordará usted, con el orgullo modesto de los primeros cristianos, que eligió la más divina de las vías, la vía de la pureza y de la humildad, y alejó de sí esa indignante labor de farandulero, que en realidad es el último de los oficios…
JONÁS. Señor cura, señor cura… ¡Va a ser la hora!
SAUREILLES. Sí, sí, su penitencia, hijo mío, será menuda. Cinco golpes con la máquina de las indulgencias. Arrodíllese… Así… Incline la cabeza…
(Tira de la cuerda. Los scouts cuentan al unísono con sus silbatos.)
Uno, dos, tres, cuatro, cinco… ¡y ya está! Levántese, hijo mío, y vaya a salvaguardar la paz…
(Cambia de tono.)
Y consuélese, joven alocado…
(El poli se dirige a la salida y sale.)
Desempeña usted el más bello papel que existe… Jonás… ¡Rápido, mis guantes!... ¡Mi bonete!
REPORTERO. ¡Bravo, padre!... ¡Estoy entusiasmado! ¡Qué reportaje!
SAUREILLES (halagado). Ah, ¿así que ha grabado usted todo eso? ¡La confesión de un gendarme!... Es algo tan fresco, tan encantador… ¿Me hará usted llegar una copia? Creo que he estado bastante bien…
REPORTERO. Claro… Claro… ¡Qué reportaje!

(Se oyen los tres golpes.)

JONÁS. ¡Es la hora!
SAUREILLES. Ya voy, ya voy.
(Al reportero.)
Vuelva a verme alguna vez, mi joven amigo… Mis puertas están abiertas para usted… Víctor, Totole… ¡mi bata!

(Los dos scouts cogen la bata. Parada. Después Saureilles se lanza con paso vivo. Estrépito de aplausos.)

REPORTERO. ¡Qué hombre!
JONÁS. ¡Ahí está! ¡El más hermoso de los oficios!





TELÓN



[IMÁGENES EXTRAIDAS DEL FORO ATEO.]

1 comentario:

Jimmy F. Franco dijo...

Muchas gracias por compartir esto!