viernes, 14 de diciembre de 2007

FICCIONES. Breve Tratado de las Pasiones Tristes.


“La muerte anda cerca. Lo sé. La presiento. Si me vuelvo y miro por encima del hombro consigo a veces atisbarla. Culebrea por entre las patas de los muebles como un perrillo avergonzado al que acabasen de cortarle el pelo. Lo he vivido antes y sé que, cuando se te cuela en casa, lo hace para quedarse. Siquiera una temporada. Decidir si la temporada será larga o corta es cosa que depende –supongo- de su capricho. ‘Lo he vivido antes’ escribo… Y lo escribo sin pensar, como si fuese la cosa más natural del mundo. Vivir la muerte, extraño oxímoron para alguien que no sea legionario. La muerte se vive siempre por delegación, proyectada en el cadáver mudo del otro. Me acuerdo de Calígula preguntando a un Nerva exhausto ‘¿Qué se siente? ¿Ves a la diosa? ¿Cómo es?’ NOTHING, contesta el suicida. NADA. Y sin embargo, nos es tan propia la muerte ajena y tan cercana la lejanía de los muertos que tiendo a pensar que su auténtico legado es éste: sacarnos del Olvido y recordarnos que la Gran Puta también nos visitará al final de la ronda…”

El cuerpo, retorcido y pardo como una nuez reseca, yacía entre las piernas de los dos policías. Tan crispada estaba la mano del muerto que casi tuvieron que romperle los dedos para poder rescatar la nota que acababan de leer.

- ¿Qué opinas?
- Que era un tipo anticuado. Ya nadie escribe cartas. Ni siquiera de despedida.
- ¿Te parece una carta de despedida? Yo lo veo más bien como una advertencia.



3 comentarios:

Κλεοπάτρα dijo...

si además de saber que vamos a tener que encontrarnos con ella, la podemos vaticinar...olfatear...percibir, quizás el resto de los días sean más placenteros.

(Mi hermano la noche anterior a fallecer, me confesó que creía que la suerte lo había abandonado...)

Amputaciones dijo...

Disculpa que haya tardado tanto en contestar, Cecilia.

Lamento mucho la muerte de tu hermano.

Hace poco recibí la noticia de la muerte de un par mujeres que, en modo alguno, me eran tan cercanas como pueda serlo una hermana. Con la primera apenas había hablado en un par de ocasiones. La segunda, que supongo aún vive y a la que nunca he visto, me anunció por teléfono que un cáncer la mataría más pronto que tarde. Apenas las conocía -ya digo- y, sin embargo, el anuncio de sus respectivas muertes me trajo el recuerdo de otras muertes más próximas -para empezar la propia- y me dejo, la verdad, algo jodido.

El fragmento con el que se abre el texto era, de hecho, el inicio de un panegírico, de un memento mori o de un yo-qué-se-qué, que corté a tiempo porque consideré que estaba adquiriendo una tonalidad excesivamente personal. Me parecía obsceno tratar el caso de las dos damas mencionadas, así que... un leve toque de varita mágica ¡et voilà! La cosa transformada en un cuentecillo entre moral y policíaco.

Anónimo dijo...

Ahora disculpame a mí haber tardado tanto en leer tu post...es que no son fechas específicamente dulces...las tragedias y a temprana edad, son eso ni más ni menos....tragedias de muerte y espanto.
Muchas veces me puse a pensar qué día, qué segundo y en qué lugar me espera sigilosa la parca y tu relato me conmovió, me tranquilizó...una simple manera de prepararnos para lo inevitable (lo único inevitable).
Pero ya ves...todos enigmáticamente abandonamos el barco y nos guardamos el gran secreto...la gran angustia, esa, la que no podemos esconder ni de las mínimas contemplaciones.
Un enorme abrazo
(Martín tenía 18 años y falleció el 30 de Diciembre de 2004)