París, 1 de mayo de 1977. 16h 05.
Una idea paraliza durante 25 minutos a 500 burócratas y 100000 capullos.
Una vez más la policía sindical queda puesta en evidencia por la verdad. En el momento en que el siniestro convoy se encaminaba como cada año, desde hace 40, hacia su gris destino y los cappo maffiosi se encontraban a la altura del Hotel Sully, en la calle Saint Antoine, un estandarte de 15 metros se desplegaba, gracias a un ingenioso mecanismo, instantánea y majestuosamente a 12 metros sobre las cabezas de los chantajistas sindicales y de su clientela. El estandarte restalla fieramente al viento y deja tiesos de estupor a los cachas curdelas del servicio del orden. Establece con sencillez, en letras de un metro de alto, perfectamente visibles para las 100000 personas reunidas entre la plaza Saint Paul y la de la Bastilla, la verdad de esta concentración infrahumana: ¡FIESTA DE LA ALIENACIÓN!
Allá donde el enemigo se creía sin duda invencible, encontramos su punto irrisoriamente débil; los cachas cegetistas se revelaban totalmente impotentes ante el tremendo poderío de la idea. Una idea triunfa impunemente con sobriedad y elegancia (por 800 francos, bebidas incluidas). Durante 25 minutos (1) inmoviliza al ridículo cortejo y engendra una fantástica indecisión en el enemigo, que no es más que un aperitivo de su cercana derrota. Tras el berreo irrisorio de los programas comunes en los que se vocean los eslóganes habituales, un asombroso silencio de 1000 metros de largo se abate sobre la grotesca cohorte. Las majorettes se inmovilizan pierna en alto, desamparadas. Pero además es que, gracias a este sabio mecanismo (2) de puesta en escena, que no exigía la intervención más que de una persona, pudimos saborear, mezclados con el público y con la mismísima bazofia sindical, la ruina estupefacta, pálida y rabiosa de nuestras víctimas. Algunos de nosotros llevaron el celo por el anonimato hasta enarbolar infamantes insignias de la C.G.T.
Pudimos, por otro lado, constatar y apreciar un franco movimiento de simpatía, de aprobación y de alegre comadreo entre el público situado en las aceras y que los cerdos sindicales no pudieron ahogar. Una buena cincuentena de fotógrafos aficionados, provistos de espléndidos aparatos japoneses, ametrallaba durante todo ese tiempo la infamia que sobrevolaba el desorden.
Decir que nos reímos con ganas es decir poco. Sólo nosotros sabíamos por qué estábamos allí. No sufrimos baja alguna, ni siquiera un rasguño, y todas las fotos salieron bien. Gracias. Burócratas, os la hemos clavado y os la volveremos a clavar.
SOWETO. LISBOA. DAKAR. ROMA. PARÍS…
¡Hasta la próxima!
¡Hasta la próxima!
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(1) Conseguimos inmovilizar, pues, a la mierda sindical un tiempo 25 veces superior al que la primera compuerta de socorro de la plataforma Ecofisk consiguió inmovilizar la mierda negra.
(2) Sin embargo, no se trataba todavía del saber absoluto. Si, además de la cadena en la que terminaba el cable y que ha dado mucha tela que cortar al acróbata sindicado, hubiésemos untado con jabón negro la farola, el estandarte habría aguantado 30 minutos más y, además de las tropas regulares de la burocracia, habrían pasado bajo nuestor yugo toda la chusma izquierdista y de los pequeños sindicatos de la vida cotidiana.
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