sábado, 28 de agosto de 2010

NIETZSCHE Y LA MUERTE DE DIOS - Jean Wahl (1937)

[ANOTACIONES A PROPÓSITO DEL "NIETZSCHE" DE JASPERS]


I
INMANENCIA Y VOLUNTAD DE INMANENCIA



Así como otros han filosofado en presencia de la divinidad, Nietzsche ha filosofado –si puede decirse así- en presencia de la ausencia de la divinidad, y esto es sin duda más terrible. Kierkegaard está “ante Dios”; Nietzsche está ante el cadáver descompuesto de Dios. Aún más: mientras Kierkegaard piensa que Dios quiere mi muerte, Nietzsche piensa que el hombre debe querer de nuevo, sin cesar, la muerte de Dios. Dicha muerte no es sólo un hecho; es la acción de una voluntad. Para que el hombre sea verdaderamente grande, verídico, creador, es preciso que Dios esté muerto, que Dios sea asesinado, que esté ausente. Al privarle de Dios, aporto al hombre el inmenso don que es la soledad perfecta, al mismo tiempo que la posibilidad de la grandeza y de la creación.

La angustia ante la muerte desaparece. “Me hace feliz, dice Nietzsche, saber que los hombres no pueden pensar hasta el final el pensamiento de la muerte”. “Nuestra única certeza, la certeza de la muerte, apenas tiene efecto sobre nosotros”, y está bien que así sea. Y está bien igualmente que “cuanta mayor plenitud y valor tenga nuestra vida, más dispuestos estemos a entregarla por una sola sensación agradable”. El hombre se inclinará hacia la muerte sin temerla, cada cual hacia la muerte que le es propia. Lo que es más: la idea de fiesta se vincula a menudo en Nietzsche a la idea de muerte. Festejemos la muerte, hagamos de la muerte una fiesta; esta será además la mejor manera de vengarnos de la traición de la vida.


II
VOLUNTAD DE INMANENCIA Y VOLUNTAD DE TRASCENDENCIA



La filosofía de Nietzsche, nos dice Jaspers, es esencialmente la afirmación del mundo como pura inmanencia. Este mundo de aquí es el ser. Pero del mismo modo que la creencia de Kierkegaard es una creencia que duda, así ocurre también con la negación de Nietzsche. La ausencia de Dios no es ni error ni verdad. Y es por esto por lo que el pensamiento de la ausencia de Dios es pasión, es voluntad; del mismo modo que, en Kierkegaard, el pensamiento de Dios es pasión y voluntad. Nietzsche vive esta realidad de la muerte de Dios, deseándola, como ya hemos visto; y al mismo tiempo, sin desearla. Desea a Dios al mismo tiempo que la muerte de Dios. Y el pensamiento de la ausencia de Dios no suprime en él el instinto creador de Dios. Tal es la “existenzielle Gottlosigkeit” de que habla Jaspers.



III
TRASCENDENCIA



Nietzsche se ve sacudido, y después atravesado, por la idea de esa trascendencia que él mismo niega. ¿Acaso la seriedad de ese abandono de sí, tal como Nietzsche lo ha realizado, no es –se pregunta Jaspers- como la imagen de la pérdida y del sacrificio de sí mismo bajo la influencia de la trascendencia?

“Por oposición al positivismo, al naturalismo, al materialismo, hay en él una negatividad universal, una insatisfacción sin límite ante cualquier aspecto del ser. Y este arrebato de la insatisfacción y de la negación se produce con tal pasión, con tal voluntad de sacrificio, que parece venir de la misma profundidad que las grandes religiones y las creencias de los profetas”. La inmoralidad de Nietzsche es negación de la falsa moral; del mismo modo, nos dice Jaspers, su negación de Dios es auténtica relación con el ser, afirmación del , voluntad de sustancia. El no, cuando es radical, puede, gracias a su propia fuerza, gracias a su frenesí, transformarse en , y el nihilismo, el nihilismo de los fuertes y no ya el nihilismo de los débiles, en filosofía positiva. En este nihilismo que se transciende, que se niega, el ser se revela. A través de la herida que siente en sí mismo, a través de su dolor de dios desgarrado, Nietzsche alcanza el fondo del ser, el tiempo. Tiene la mirada clavada a la vez sobre la rueda del eterno retorno y sobre la línea, finita-infinita, del más lejano horizonte, de lo sobrehumano. Une en su persona a Ixión y Prometeo.

Si la necesidad y la voluntad, el pasado y el porvenir vienen a fundirse, si el más alto fatalismo viene, según la propia expresión de Nietzsche, a identificarse con el azar y con la creación, con la más alta actividad, si el mundo absurdo e incompleto de la insatisfacción perpetua, al recibir el sello y la bendición de la eternidad, se convierte en el mundo completo de la satisfacción eterna, ¿no se debe a que la identidad de los opuestos es la expresión trascendente del ser en tanto que éste no puede ser captado por ninguna categoría? ¿Y no sabemos acaso que los círculos y las antinomias no son más que medios para tocar al bies y en la sombra aquello que sobrepasa toda ley, toda palabra, toda forma?





El texto anterior se publicó por primera vez en el número doble de enero de 1937 de la revista francesa Acéphale, que llevaba el título genérico de Réparation à Nietzsche, el mismo en el que apareció el conocido artículo de Georges Bataille Nietzsche y los Fascistas. Como viene siendo habitual, la traducción es mía.

2 comentarios:

barbara dijo...

J'aimerais savoir d'où vient la photo que vous avez publiée, car je suis à sa recherche.
Merci,
barbara wahl

Amputaciones dijo...

Désolé. Aucune idée.