martes, 20 de septiembre de 2011

PEQUEÑA FILMOTECA PORTÁTIL. Jean Painlevé (I): La 4ª Dimensión, la Educación y los Cristales Líquidos



En sus películas de divulgación, aparte de la originalidad y la belleza de las imágenes, lo que llama la atención es el comentario; el tono, con frecuencia humorístico o poético, sirve continuamente de apoyo al descubrimiento del fenómeno presentado. ¿Dispone de una teoría de la escritura del comentario que precisamente le permita no aburrir jamás al público, sino, al contrario, sorprenderlo continuamente?

Como en todo tipo de divulgación, ya sea científica o artística, en la mente del público, la película de divulgación es el documental, y si uno asume un tono machacón o da razonamientos estúpidos, infantiles, creyendo ponerse así a la altura de la mente de los niños, cae en un sinsentido y, sobre todo, en un sinsentido peligroso. La película debe dar cuenta de fenómenos reales, debe hacer que sean asimilables y crear puntos de referencia en la mente de los niños. Se debe ser exhaustivo para los que ya saben y comprensible sin decaer para quienes no saben todavía, y esto es algo extremadamente difícil. En las películas de divulgación, mi objetivo no era directamente didáctico. Trataba de honrar la definición que defiendo desde mis comienzos: es decir, un tercio de realidad y, si es posible, de conocimientos nuevos; otro tercio para hacerlos pasar, para hacer que se asimilen, si es necesario mediante la alianza de contrarios: algo serio con algo cómico, o con algo puramente formal, magnífico o poético, pero que nada tenga que ver con la faceta científica del tema; y finalmente, otro tercio de justificación del tema de la película: por qué razones forzamos al auditorio a mirar, habida cuenta de que, en efecto, lo propio de las películas de divulgación es emocionar a gente que no está especialmente motivada por el conocimiento científico. ¿Cómo atraer la atención sin ser demasiado vulgar? Es preciso buscar relaciones con el entorno del espectador. Las películas que incluyen mamíferos siempre tienen éxito; incluso si su contenido científico es nulo, podemos estar seguros de contar con su favor, de emocionar a una buena parte del público. Primer mamífero, el niño; con los niños, puede estar seguro de conquistar a cualquier público, sea el que sea. Los monitos también tienen mucho éxito, los gatitos, los leoncitos, etc., pero con los infusorios ciliados o los erizos de mar es más difícil. Hay que buscar en cada tema tres o cuatro puntos importantes que solo el cine pueda destacar y ante los cuales va a reaccionar el público, y después ponerles algo de humor, deslizar un poco de música serial o sinfónica, hacer formalismo y -¿por qué no?- incluso un poco de esteticismo.

¿Y las películas de investigación?

En este género de películas excluyo toda música y toda distracción. La duración debería estar comprendida entre tres y diez minutos, de modo que tengamos tiempo para la introducción y para la discusión obligatoria, que deben enmarcar la proyección. Las películas que presentan una investigación o sus resultados deben honrar la faceta puramente informativa y didáctica y no tener en cuenta más que el nivel del auditorio al que van dirigidas. A menudo tengo distintas versiones de mis películas: la versión de investigación, la versión didáctica y la versión de divulgación. Lo que yo llamo película didáctica es la película de investigación de ayer, mientras que la investigación es la enseñanza de mañana. Hay una diferencia fundamental entre registrar un fenómeno en estado bruto y presentarlo; esto último ya es una forma de compromiso. Una determinada secuencia será presentada de forma diferente por distintos investigadores, aunque se trate de la misma película. Proyectar una película es algo que nos compromete y el resultado todavía habrá de sufrir modificaciones. Cuando se monta la película, uno está obligado a tomar partido, a cortar porque algo resulta demasiado largo, a unir tal plano con tal otro. En esto es en lo que se diferencian la película de investigación y la película didáctica. La película didáctica, en fin, al contrario que la de investigación, permite las repeticiones y el uso de esquemas animados.

¿En qué momento de la actividad educativa debería aparecer la película didáctica o incluso, tal como la ha definido usted, la película de divulgación?

Siempre he soñado con que la enseñanza la llevasen a cabo aquellos que han comprendido. Quiero decir: aquellos que han comprendido por qué no comprendían antes. Y si cogemos a los alumnos y pedimos al que se ha enterado que se lo explique a los demás, la clase se convierte entonces en un comité de investigación en el que los alumnos son detectives. Es preciso que la enseñanza se haga a base de enigmas. Al principio hay que comenzar por lo más complicado para llegar a lo más simple, lo que significa hacer justo lo opuesto de lo que se hace actualmente: se parte de lo más simple para llegar a lo más complicado. En lugar de hablar de la célula o de los virus para llegar a los ciliados, etc., habría que ir en sentido contrario: se parte del hombre y llegamos hasta el virus. Es un punto de vista que –creo yo- no se ha valorado como merece hasta ahora, aunque, en mi opinión, merecería la pena. De paso, el que ha comprendido debe exponer a los demás por qué y cómo lo ha hecho. Esto es lo que cuenta; es la escuela del testimonio. Para mí, esta escuela debería empezar en preescolar; ya entonces hay que aprender a ver y mostrar; es decir, a hacer sensible para los otros lo que uno cree haber visto, y que no es forzosamente ni la verdad ni lo que los otros han visto. Si empezamos en preescolar, construiremos adultos que ya no se dejarán tomar el pelo. Cuando el que ha comprendido no logra hacerse entender por el que no lo ha hecho, puede y debe intervenir el maestro, aunque esté lejos de la edad en la que tampoco él comprendía. Lo principal y único en la vida es el centro de interés. Si no lo descubre usted, si no lo desarrolla, no llegará a nada. Si es necesario, hay que crear su centro de interés para cada individuo, y tanto mejor si éste es común a otros. Será más fácil, aunque uno tenga completo derecho a su centro de interés individual. Es inútil decir que un chaval es un desastre, o que es un desastre por herencia. Es falso. Que no nos calienten más la cabeza con la herencia; si hay algunos que tienen una coraza, hay que agujerearla. Si se llega a resolver esta cuestión en el plan general de enseñanza –no solo con el cine; también con todos los demás medios pedagógicos-, casi automáticamente se deducirá lo que puede resultar interesante en el trayecto de lo complicado a lo simple, teniendo como intermediario el hecho de que quienes han comprendido le expliquen a los otros por qué lo han hecho, y que aquellos que no han comprendido se vuelvan capaces de descubrir por qué no lo consiguen.

[…]

Usted que ha vivido los comienzos del cine, ¿qué reflexiones le inspira la televisión?

Si el cine puede conseguir que uno crea que ha comprendido, el peligro de la tele es mucho peor y puede llevar a una generación de niños grandes, de gente incapaz de razonar. Son muchas las personas que ya ni siquiera sienten ganas de resolver un problema. Todo está ya resuelto de antemano. A pesar de esto, creo que la televisión es una herramienta fantástica, extraordinaria e irremplazable; es una pena que se sirvan de ella de mala manera. O tal vez es la televisión misma la que al facilitar tanto las cosas encadena a la gente delante de la pequeña pantalla. Yo les diría: por lo menos poneos un calzado que os haga daño, pues el abandono físico de las zapatillas y del lugar desde el que uno mira es, para mí, el indicio de un grave abandono intelectual. Tal vez la tele quede un día reducida a la actualidad inmediata. Su papel fundamental será plantear interrogantes; es decir, dar a cada uno, cada día, determinada información sobre un fenómeno poco comprensible, y conseguir ofrecer también el método para responder a tales interrogantes. Personalmente, eliminar el azar ha sido siempre mi objetivo; es decir, lo menos fiable posible. Puesto que toda civilización que no lucha contra el azar, sino que lo utiliza y se refugia en él, está condenada, es preciso que la televisión sea activa y útil, y relacione a unas personas con otras.



El texto es un fragmento de la entrevista que Jean Painlevé concedió a Jean-Luc Michel en febrero de 1978. Puede leerse íntegra, en francés, AQUÍ.

- ANTES EN LA PEQUEÑA FILMOTECA PORTÁTIL.

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