Noche
del 12 al 13 de marzo de 2013.
Alguien está grabando uno de esos programas de viajes
para la televisión. Oigo la voz del locutor (un extranjero, aunque habla en un
perfectísimo español) que dice que es la primera vez que visita Málaga. Me
encuentro echado en una cama, pero lo cama parece estar a la intemperie: sobre
una terraza, tal vez, pues soy consciente de estar por encima del nivel de la
calle. El presentador comenta que una gran masa de gente se ha reunido para
asistir al espectáculo: hay una lucha encarnizada entre leones y elefantes.
Dirijo la mirada hacia arriba y, en efecto, descubro los traseros oscilantes de
media docena de elefantes que trastabillan sobre la cornisa del edificio.
Cierro los ojos y noto cómo tiembla el suelo cuando, uno por uno, se van
precipitando al vacío. Uno de ellos ha caído muy cerca. Descubro la presencia
en la cama de algo blando y viscoso. No acierto a ver lo que es, pero SÉ que se
trata de parte de sus vísceras.
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