Con
esta, es la cuarta ocasión en que se reedita Boxcar Bertha, y por
primera vez nos sentimos obligados a dejar claro que se trata en realidad de
una obra de ficción. En lo que a nosotros respecta, esto no le resta mérito
alguno al libro, pero sí hace que merezca más la pena saber algo sobre su
verdadero autor, que por cierto era un tipo de lo más fascinante y peculiar.
Ben
Reitman (1879-1942) fue en distintas fases de su vida hobo, ginecólogo,
escritor, agitador anarquista y –en una época en la que era considerado algo
subversivo y escandaloso- un activista por el control de la natalidad. A la
edad de doce años ya estaba recorriéndose América en tren. Más adelante trabajó
en un vapor que surcaba los mares de Europa y África. De vuelta a América,
estudió medicina, limpió vagones de ganado y se codeó con jugadores,
prostitutas y ladrones de todo pelaje. Escuchaba y aprendía. Vivió en carne
propia la experiencia de múltiples cárceles y comenzó a amar la vida en
movimiento, con su extraña mezcla de camaradería e infortunios, de grandes
intelectos y triste alienación. Tales experiencias no solo le animaron a vivir
el momento, sino también a rebajar su ego. Contemplaba a la gente con la que
vivía y viajaba como gente sencilla, ni peor ni mejor que cualesquiera otros.
Era un hombre intensamente consciente de su propia debilidad, pero no mostraba
ningún deseo de imitar a la sociedad “respetable” que desdeñaba a la gente
entre la que había decidido vivir su vida. Para él, esa gente eran sus iguales
tanto personal como profesionalmente. Reconocía sus deficiencias en sí mismo.
Pero también sus puntos fuertes.
En
1906, Reitman se comprometió con la International Brotherhood Association en su
intento por apoyar a los trabajadores migrantes en el terreno educativo. A través
de dicha asociación fundó la rama de Chicago de la Universidad Hobo, donde se
ofrecían regularmente clases sobre economía, derecho laboral y ciencias
sociales. En tal labor, destacó de forma brillante. Cerca de un siglo después
aún podemos imaginárnoslo… un consumado performer político: organizando
banquetes hobos, encabezando manifestaciones de desempleados, creando clínicas
sociológicas en las que los hobos contaban sus historias con sus propias
palabras. “Doc” Reitman inició un incesante e infatigable cortejo con la
prensa, que se transformaría en la relación más duradera de su vida.
Conoció
a Emma Goldman y se convirtió en su amante en 1908. Pronto estuvo de vuelta a
la carretera ejerciendo de road manager. Golpeado y marcado por la
respetable ciudadanía de San Diego en 1912, cumpliendo una condena de seis
meses en una prisión de Cleveland en 1918 por difundir información sobre el
control de la natalidad (y esto tras haber ofrecido su ayuda práctica a
multitud de mujeres durante años), Reitman fue la fuerza motriz que impulsó las
inmensas giras de Goldman a lo largo y ancho de los Estados Unidos entre 1908 y
1917, y que se encontraba detrás de la difusión de miles y miles de libros,
periódicos y panfletos radicales. Llevado por sus propios demonios, infiel a
Goldman de forma reincidente e inseguro en sus relaciones con Alexander Berkman
y el resto de los miembros de la publicación anarquista Mother Earth,
gracias a sus dones como organizador, fue capaz de que el anarquismo y las
ideas anarquistas resultasen accesibles para personas que de otro modo no se
hubieran acercado a ellas.
Regresó
a Chicago tras salir de prisión en 1919. A su mundo. A su vida. Eso que los
sociólogos y los áridos marxistas llaman el lumpenproletariado o las clases
marginales se convirtieron en la misma savia vital de Reitman. Con su larga
melena y sus trajes demasiado anchos, volvió a unirse a la Universidad Hobo,
que había abandonado cuando empezó con Goldman. Trapicheaba donde podía para
conseguir financiación. Se peleaba con los responsables de seguridad y los
lacayos del gobierno. Casi todos los años tenía que trasladar la Universidad a
una nueva sede, pues siempre violaba alguna ley gubernamental o molestaba a
algún vecino. Se convirtió en un respetado enlace entre el mundo académico y el
mundo de la carretera. Sin Reitman, Nels Anderson nunca habría concluido On
Hoboes and Homelessness, aún hoy el más completo y minucioso estudio sobre
la vida en el camino que se haya escrito jamás, aunque Ben se mofaría de los
sociólogos hasta el último día de su existencia.
A
Reitman le encantaba escuchar las historias de vida de la gente que visitaba su
consulta o a la que conocía en los bares y los clubes: los hobos gays que
trataban de ocultar su sexualidad, el vagabundo que amaba a los niños pero
había asesinado a una pequeña. Pero también le gustaba disfrutar del humor y
las extravagancias que caracterizaban la vida errante. Dio clases en el Club
del Pepinillo durante los años veinte, y en la plaza Bughouse durante los
treinta. El Pepinillo, fundado en 1919 como “la mayor universidad del mundo,
donde todos los ismos, teorías, fantasías y lo que se tercie tienen su
audiencia”, constituía su escenario natural. Dio clases relacionadas con sus
actividades como “el rey de los hobos” y el “doctor de las casas de putas”.
Mientras sus amigos y compañeros iban cayendo, él siguió moviéndose, hablando, perpetuamente
infiel a las mujeres con las que vivió. Combatió contra la propagación de la
sífilis, urgiendo a los Servicios de Salud Pública de Chicago a que promoviesen
la contracepción masculina, lo que le valió ser despedido: era demasiado
extremo, demasiado vulgar. Pero para entonces ya era una leyenda.
Boxcar
Bertha. Autobiografía de una hermana de la carretera, publicada en 1937,
fue el segundo libro de Reitman. El primero, The Second Oldest Profession
(1931), era un estudio sobre el proxenetismo y, a pesar de ser un tanto
inconexo y excéntrico, estaba impregnado de un atrayente realismo y de
considerables dosis de sentido común. Boxcar Bertha explota aún más sus
propias experiencias. Pero las críticas que recibió no fueron precisamente
entusiastas. Algún comentarista se refirió de hecho a la “degradación” y al
carácter “enfermizo” del libro.
Hemos
de señalar que Bertha Thompson es una amalgama de al menos tres mujeres a las
que Ben conoció. (Sobre todo, parece haber tenido como modelo a una tal Retta
Toble, que fue su amante durante algunos meses y su amiga durante algunos años.
Reitman la describe como “joven, hermosa y bromista”. Sus padres eran radicales
y tenían una granja de ovejas en Dakota del Sur). Aunque escrita como una
autobiografía histórica, Boxcar Bertha es, por supuesto, mucho más que
eso. Se trata igualmente del destilado de centenares y centenares de
conversaciones mantenidas en bares, burdeles, trenes de mercancías y cárceles,
así como en su propia consulta. En cierto modo, el libro es también la
autobiografía que el propio Ben nunca llevó a término. Los acontecimientos de
su vida reflejan los de Bertha de forma demasiado fácil como para que sea una
simple coincidencia ficticia, lo cual no supone demérito alguno para la obra.
Cuando leemos El caso Tulayev de Víctor Serge sabemos que es tan cierto
como cualquier acontecimiento histórico. Tal vez esos personajes desesperados,
condenados al exilio, encarcelados, torturados o asesinados por sus creencias
no hayan existido realmente, pero son representaciones ficticias de millones
que sí existieron. Sus experiencias son tan verdaderas como cualquier libro de
historia… Y lo mismo pasa con Boxcar Bertha. Cuando lo leemos, vivimos,
por mediación de la vida de Bertha, la historia de miles y miles que sí
llevaron una vida como la suya, que viajaron, lucharon y dejaron que la
experiencia les enseñase lo que tenían que hacer. Impulsada, al igual que
Reitman, por su propio anhelo de experimentar todas las emociones y pasiones de
la vida, Bertha se yergue como un símbolo de humanidad. Aprendemos más de este
libro sobre nosotros mismos que de cualquier libro de texto o cualquier
panfleto político. Ben Doc Reitman lo sabía y por eso su libro es una
celebración, más que muchos, muchos otros que podáis leer, de eso que podemos
llamar la condición humana. Cierto obituario de Ben (debido de hecho al
estafador Yellow Kid Weil) afirmaba: “Ben Reitman representaba ese tipo de
filósofo que ofrece el embriagador elixir de la esperanza al receloso, sediento
y hambriento transeúnte que se arrastra por el polvoriento camino de la vida”.
Lo mismo puede decirse de este libro.
Barry Pateman
Emma Goldman Archive
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