martes, 22 de abril de 2014

Sobre Ben Reitman y Boxcar Bertha - Barry Pateman



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Con esta, es la cuarta ocasión en que se reedita Boxcar Bertha, y por primera vez nos sentimos obligados a dejar claro que se trata en realidad de una obra de ficción. En lo que a nosotros respecta, esto no le resta mérito alguno al libro, pero sí hace que merezca más la pena saber algo sobre su verdadero autor, que por cierto era un tipo de lo más fascinante y peculiar.

Ben Reitman (1879-1942) fue en distintas fases de su vida hobo, ginecólogo, escritor, agitador anarquista y –en una época en la que era considerado algo subversivo y escandaloso- un activista por el control de la natalidad. A la edad de doce años ya estaba recorriéndose América en tren. Más adelante trabajó en un vapor que surcaba los mares de Europa y África. De vuelta a América, estudió medicina, limpió vagones de ganado y se codeó con jugadores, prostitutas y ladrones de todo pelaje. Escuchaba y aprendía. Vivió en carne propia la experiencia de múltiples cárceles y comenzó a amar la vida en movimiento, con su extraña mezcla de camaradería e infortunios, de grandes intelectos y triste alienación. Tales experiencias no solo le animaron a vivir el momento, sino también a rebajar su ego. Contemplaba a la gente con la que vivía y viajaba como gente sencilla, ni peor ni mejor que cualesquiera otros. Era un hombre intensamente consciente de su propia debilidad, pero no mostraba ningún deseo de imitar a la sociedad “respetable” que desdeñaba a la gente entre la que había decidido vivir su vida. Para él, esa gente eran sus iguales tanto personal como profesionalmente. Reconocía sus deficiencias en sí mismo. Pero también sus puntos fuertes.

En 1906, Reitman se comprometió con la International Brotherhood Association en su intento por apoyar a los trabajadores migrantes en el terreno educativo. A través de dicha asociación fundó la rama de Chicago de la Universidad Hobo, donde se ofrecían regularmente clases sobre economía, derecho laboral y ciencias sociales. En tal labor, destacó de forma brillante. Cerca de un siglo después aún podemos imaginárnoslo… un consumado performer político: organizando banquetes hobos, encabezando manifestaciones de desempleados, creando clínicas sociológicas en las que los hobos contaban sus historias con sus propias palabras. “Doc” Reitman inició un incesante e infatigable cortejo con la prensa, que se transformaría en la relación más duradera de su vida.


Conoció a Emma Goldman y se convirtió en su amante en 1908. Pronto estuvo de vuelta a la carretera ejerciendo de road manager. Golpeado y marcado por la respetable ciudadanía de San Diego en 1912, cumpliendo una condena de seis meses en una prisión de Cleveland en 1918 por difundir información sobre el control de la natalidad (y esto tras haber ofrecido su ayuda práctica a multitud de mujeres durante años), Reitman fue la fuerza motriz que impulsó las inmensas giras de Goldman a lo largo y ancho de los Estados Unidos entre 1908 y 1917, y que se encontraba detrás de la difusión de miles y miles de libros, periódicos y panfletos radicales. Llevado por sus propios demonios, infiel a Goldman de forma reincidente e inseguro en sus relaciones con Alexander Berkman y el resto de los miembros de la publicación anarquista Mother Earth, gracias a sus dones como organizador, fue capaz de que el anarquismo y las ideas anarquistas resultasen accesibles para personas que de otro modo no se hubieran acercado a ellas.  

Regresó a Chicago tras salir de prisión en 1919. A su mundo. A su vida. Eso que los sociólogos y los áridos marxistas llaman el lumpenproletariado o las clases marginales se convirtieron en la misma savia vital de Reitman. Con su larga melena y sus trajes demasiado anchos, volvió a unirse a la Universidad Hobo, que había abandonado cuando empezó con Goldman. Trapicheaba donde podía para conseguir financiación. Se peleaba con los responsables de seguridad y los lacayos del gobierno. Casi todos los años tenía que trasladar la Universidad a una nueva sede, pues siempre violaba alguna ley gubernamental o molestaba a algún vecino. Se convirtió en un respetado enlace entre el mundo académico y el mundo de la carretera. Sin Reitman, Nels Anderson nunca habría concluido On Hoboes and Homelessness, aún hoy el más completo y minucioso estudio sobre la vida en el camino que se haya escrito jamás, aunque Ben se mofaría de los sociólogos hasta el último día de su existencia.

A Reitman le encantaba escuchar las historias de vida de la gente que visitaba su consulta o a la que conocía en los bares y los clubes: los hobos gays que trataban de ocultar su sexualidad, el vagabundo que amaba a los niños pero había asesinado a una pequeña. Pero también le gustaba disfrutar del humor y las extravagancias que caracterizaban la vida errante. Dio clases en el Club del Pepinillo durante los años veinte, y en la plaza Bughouse durante los treinta. El Pepinillo, fundado en 1919 como “la mayor universidad del mundo, donde todos los ismos, teorías, fantasías y lo que se tercie tienen su audiencia”, constituía su escenario natural. Dio clases relacionadas con sus actividades como “el rey de los hobos” y el “doctor de las casas de putas”. Mientras sus amigos y compañeros iban cayendo, él siguió moviéndose, hablando, perpetuamente infiel a las mujeres con las que vivió. Combatió contra la propagación de la sífilis, urgiendo a los Servicios de Salud Pública de Chicago a que promoviesen la contracepción masculina, lo que le valió ser despedido: era demasiado extremo, demasiado vulgar. Pero para entonces ya era una leyenda.


Boxcar Bertha. Autobiografía de una hermana de la carretera, publicada en 1937, fue el segundo libro de Reitman. El primero, The Second Oldest Profession (1931), era un estudio sobre el proxenetismo y, a pesar de ser un tanto inconexo y excéntrico, estaba impregnado de un atrayente realismo y de considerables dosis de sentido común. Boxcar Bertha explota aún más sus propias experiencias. Pero las críticas que recibió no fueron precisamente entusiastas. Algún comentarista se refirió de hecho a la “degradación” y al carácter “enfermizo” del libro.

Hemos de señalar que Bertha Thompson es una amalgama de al menos tres mujeres a las que Ben conoció. (Sobre todo, parece haber tenido como modelo a una tal Retta Toble, que fue su amante durante algunos meses y su amiga durante algunos años. Reitman la describe como “joven, hermosa y bromista”. Sus padres eran radicales y tenían una granja de ovejas en Dakota del Sur). Aunque escrita como una autobiografía histórica, Boxcar Bertha es, por supuesto, mucho más que eso. Se trata igualmente del destilado de centenares y centenares de conversaciones mantenidas en bares, burdeles, trenes de mercancías y cárceles, así como en su propia consulta. En cierto modo, el libro es también la autobiografía que el propio Ben nunca llevó a término. Los acontecimientos de su vida reflejan los de Bertha de forma demasiado fácil como para que sea una simple coincidencia ficticia, lo cual no supone demérito alguno para la obra. Cuando leemos El caso Tulayev de Víctor Serge sabemos que es tan cierto como cualquier acontecimiento histórico. Tal vez esos personajes desesperados, condenados al exilio, encarcelados, torturados o asesinados por sus creencias no hayan existido realmente, pero son representaciones ficticias de millones que sí existieron. Sus experiencias son tan verdaderas como cualquier libro de historia… Y lo mismo pasa con Boxcar Bertha. Cuando lo leemos, vivimos, por mediación de la vida de Bertha, la historia de miles y miles que sí llevaron una vida como la suya, que viajaron, lucharon y dejaron que la experiencia les enseñase lo que tenían que hacer. Impulsada, al igual que Reitman, por su propio anhelo de experimentar todas las emociones y pasiones de la vida, Bertha se yergue como un símbolo de humanidad. Aprendemos más de este libro sobre nosotros mismos que de cualquier libro de texto o cualquier panfleto político. Ben Doc Reitman lo sabía y por eso su libro es una celebración, más que muchos, muchos otros que podáis leer, de eso que podemos llamar la condición humana. Cierto obituario de Ben (debido de hecho al estafador Yellow Kid Weil) afirmaba: “Ben Reitman representaba ese tipo de filósofo que ofrece el embriagador elixir de la esperanza al receloso, sediento y hambriento transeúnte que se arrastra por el polvoriento camino de la vida”. Lo mismo puede decirse de este libro.

Barry Pateman
Emma Goldman Archive


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