“Céline made the Beat
Movement possible"
(Jay McInerney)
Ça a débuté comme ça. La cosa empezó más o menos así, y muy pronto,
antes incluso de que se hubiera publicado el Viaje al fin de la noche y antes
en consecuencia de que Céline se hubiera transformado en Céline. En 1932 Henry Miller
se encuentra viviendo en París y peleándose con el manuscrito de su Trópico
de Cáncer, que ya ha sido rechazado por varios editores. En cierto momento,
Frank Dobo, un agente vinculado a la editorial Denoël, le hace llegar las
galeradas de una obra que está a punto de darse a la imprenta; lleva por título
Voyage au bout de la nuit y arranca con una cuarteta de la canción de la
Guardia Suiza. Según el fotógrafo húngaro Brassaï, la lectura causó tal impresión
en Miller que este decidió reescribir de cabo a rabo su propia novela. A partir
de entonces Miller se convertiría en un abanderado de la causa de Céline, un
autor al que siempre consideró un “gran hombre” y un “hermano”. Así que si la
penetración del virus celiniano en las letras angloamericanas tiene algún
responsable privilegiado, ese es sin duda Henry Miller.
Es muy
probable que William S. Burroughs entrará en contacto con la obra de Céline
gracias a la mediación de Miller, y a partir de ahí la enfermedad se extendería
entre las principales figuras de la Beat Generation. Nos consta que él fue el
primero en leer el Viaje al fin de la noche y que en una fecha tan
temprana como 1944 ya había hecho llegar una copia del libro a su amigo Allen
Ginsberg. Un año más tarde caía en manos de Jack Kerouac, para quien supondrá
una auténtica epifanía. [...]
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