"Oscuridad
absoluta. Se enciende un proyector. Ha sido manipulado para producir el efecto
de la linterna de un ladrón, con un círculo de luz cruda. Este proyector va a
explorar el cuarto de Molinier, sumergido en la penumbra, con la mirada del voyeur,
y nos mostrará los muebles macizos […], el maniquí pequeño […], la cruz sobre
el lecho, etc. Y finalmente: sobre la cama, las piernas de una mujer enfundadas
en medias negras entrelazadas a las piernas del maniquí grande; un cuadro de
Molinier, también descubierto por la linterna del ladrón […].
Planos de conjunto sucesivos de tres o cuatro cuadros del
mismo tipo. Estos cuadros ocuparán toda la pantalla, sin que se vea el marco, y
pasaremos de uno a otro mediante fundidos encadenados con el fin, si es
posible, de enmarañar de nuevo las formas femeninas. En el último cuadro,
rápido fundido a negro.
Sobre un pedestal cualquiera, una estatua de tipo porno, en
escayola sulpiciana o en porcelana, representa a la mujer aborrecible: una
madre con sus hijos o una Virgen con el niño. […] Molinier destroza la estatua
a balazos disparados desde cerca.
Sobre la cama, Molinier ha dispuesto el “gran ceremonial”.
Se trata del maniquí nº 2 (tamaño natural) formado por:
-
unas piernas enfundadas en medias
negras,
-
seda negra arrugada en lugar del
busto,
-
el rostro, con su crespón de viuda,
-
flores artificiales.
Una mano de mujer en un guante de encaje negro, y un
brazalete en la muñeca con una cadena de oro que sube hasta el hombro [a partir
de ahora la llamaremos “la mano negra”] arregla uno de esos detalles: las
piernas, por ejemplo.
En el cuarto de Molinier, entre la puerta y el armario. La
mano negra, tomada en primer plano, abre el panel desmontable con el gancho
fabricado por Molinier; luego hace girar la llave oculta en la cerradura, que
se abre; finalmente, se desliza dentro del escondrijo y saca de él un extraño
objeto. Es un consolador, envuelto en un velo negro, adornado con flores rojas
y arreglado a su gusto por el propio Molinier.
Montaje extremadamente suave, basado en la sugerencia de
formas y asociando:
-
dibujos,
- cuadros y detalles de cuadros (con
la exploración de dichos cuadros por la cámara mediante movimientos ondulantes
y suaves),
- objetos, maniquíes, modelos
vivientes, fotografiados con el mismo movimiento ondulante, acuático, y con
filtros en los proyectores para obtener las tonalidades de la pintura de
Molinier.
Es aquí donde se integrarán los cuadros que filmaremos
ulteriormente en París y en Toulouse.
Habitación. Entra luz por la ventana. Molinier trabaja ante
su caballete. Tiene en marcha Le réveil de l’ange.
Una sombra: Molinier, en mallas negras de brujo macho y
hembra, de Musidora andrógina, pasa entre la cámara y el lecho.
Molinier-brujo corre sobre el tejado que hay frente a la
ventana, […] destacando sobre el crepúsculo, que sigue la línea de los gabletes
y las chimeneas.
Atravesaremos el gran trastero por esa especie de sendero
que se abre entre el desorden. Bajaremos la escalera, ruinosa y suntuosa a la
vez, con su oxidada puerta de hierro forjado y estilo imponente. Desembocaremos
en la calle des Faussets. Saldremos del “mundo de Molinier” para encontrar un
decorado tranquilizador, cotidiano, asexuado. Pero es preciso que de inmediato
una imagen impactante, algo erótico e insólito, estalle en la calle. Es
necesario que al salir de la casa de Molinier, de ese universo cerrado y
secreto, nos encontremos con las obsesivas sugerencias de su pintura. Habrá
pues un falso final, como en un documental clásico: dejamos atrás la casa del
pintor. Luego un verdadero final: una imagen de prolongación erótica: dos
lesbianas se besan".
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