sábado, 5 de febrero de 2022

A Stanislav Lem (1921-2021), conquistador del vacío cósmico

I’ve seen the future, brother:
It is murder

(Leonard Cohen)




A Stanisław Lem le gustaban los aparatos mecánicos, montarlos, desmontarlos y volverlos a montar, sacarles las entrañas y hurgar en ellas en busca de su misterio. En El castillo alto (1966), una obra en la que levanta acta de sus recuerdos infantiles, cita a su admirado Norbert Wiener, uno de los padres fundadores de la cibernética: “Yo fui un niño prodigio”, dice Wiener. “Yo fui un monstruo”, replica Lem: un asesino de artefactos. El castillo alto es como Les choses de Perec, pero a la manera de Lem. En el libro no se habla exactamente de las relaciones con otros sujetos, sino más bien de los lazos establecidos con ciertos objetos singulares: de su fragilidad, de su magia, de su “aura”. Por eso, de Los viajes de Gulliver a Lem no le interesan tanto sus quiméricas aventuras como el inventario de cosas que los liliputienses encuentran en los bolsillos del descomunal cirujano (y más tarde capitán de diversos barcos). Incluso las relaciones familiares del pequeño Lem están mediadas por los objetos: el padre, por ejemplo, está simbolizado por la biblioteca paterna, una biblioteca marcada además por el interdicto y gracias a la cual el niño entra por primera vez en contacto con la medicina y el erotismo, y también con las heridas y secuelas de la Grande Guerre.


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