jueves, 22 de febrero de 2007

VOCES. Lautréamont en boca de otros: Rubén Darío

En 1896, Rubén Darío publica en Buenos Aires Los raros, una colección de textos breves en la que el nicaragüense esboza el retrato de algunos escritores en los que reconocía cierta afinidad: Poe, Jean Richepin, Rachilde, Ibsen, Martí y…







EL CONDE DE LAUTREAMONT


Su nombre verdadero se ignora. El conde de Lautréamont es pseudónimo. Él se dice montevideano; pero ¿quién sabe nada de la verdad de esa vida sombría, pesadilla tal vez de algún triste ángel a quien martiriza en el empireo el recuerdo del celeste Lucifer? Vivió desventurado y murió loco. Escribió un libro que sería único si no existiesen las prosas de Rimbaud; un libro diabólico y extraño, burlón y aullante, cruel y penoso; un libro en que se oyen a un tiempo mismo los gemidos del Dolor y los siniestros cascabeles de la Locura.



León Bloy fué el verdadero descubridor del conde de Lautréamont. E1 furioso San Juan de Dios hizo ver como llenas de luz las llagas del alma del Job blasfemo. Mas hoy mismo, en Francia y Bélgica, fuera de un reducidísimo grupo de iniciados, nadie conoce ese poema que se llama Cantos de Maldoror, en el qual está vaciada la pavorosa angustia del infeliz y sublime montevideano, cuya obra me tocó hacer conocer a América en Montevideo. No aconsejaré yo a la juventud que se abreve en esas negras aguas, por más que en ellas se refleje la maravilla de las constelaciones. No sería prudente a los espíritus jóvenes conversar mucho con ese hombre espectral, siquiera fuese por bizarría literaria, o gusto de un manjar nuevo.



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