Soy un amante de los pequeños placeres solitarios. La masturbación, la lectura, el alcohol. Se me objetará que todos ellos son pasatiempos que pueden realizarse en comunidad, e incluso que es posible incrementar el placer procurado por tales prácticas gracias al ejercicio colectivo. Pero les aseguro que se equivocan. Colectivizar las pajas, los libros o la borrachera equivale a adulterar completamente su esencia, y es signo inequívoco de decadencia espiritual. Alguno de ustedes podrá también señalar que la literatura y la bebida exigen la existencia de los otros, pues siempre será necesario que haya alguien que escriba e imprima los libros y quienes se ocupen del cultivo de la viña, del cuidado de los caldos y de su envasado final, y se verá sin duda asistido por la mayor de las razones. Incluso podría afirmarse que el que se acaricia necesita de la presencia –al menos, fantasmal- del objeto de su deseo para alcanzar el punto más alto del placer autoinfligido, e igualmente tendría yo que consentir en ello. Sin embargo, tales apreciaciones descuidan lo fundamental del asunto que nos ocupa: el masturbador bibliófilo y dipsómano puede hacer abstracción de todos esos que coadyuvan en el logro de su gozo, pues el objeto de su deseo –si por tal entendemos su objetivo o fin- es precisamente este último y a él ha de dedicarse plena y egoístamente, y evitando en la medida de lo posible el estorbo de los deseos y goces ajenos. Piensen ustedes, por otro lado, en cuánto más fácil resulta cerrar un libro que la boca de un interlocutor o abrir los accesos de las oscuras sentinas de su psique que los reticentes muslos de una amante que pretexta continuos dolores de cabeza. Apunten, pues, lo siguiente en sus cuadernos de notas: nada es imprescindible para el propio placer salvo uno mismo.
1 comentario:
es verdad hay que colectivizar
un placer acer en este lugar
saludos de lso sociologos salvajes
visite nuestra voite
please
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