miércoles, 25 de febrero de 2009

FICCIONES. Pierre el Gusano


Nadie sabe mucho sobre Pierre el Gusano ni cómo llegó hasta la piscina vacía que ahora considera su casa. Quienes lo conocen siempre lo han visto allí dentro, encajado entre las paredes del vértice sudeste, protegido por una barrera de excrementos resecos, boqueando hacia el cielo como un polluelo hambriento. Pierre el Gusano no tiene ojos, ni orificios nasales, ni oídos. “Su relación con el mundo –explica el doctor Huet- es muy limitada y de lo más primitiva. Su cabeza calva recuerda a un enorme glande dentado. A través de una boca guarnecida con una doble hilera de dientes respira, se alimenta y recibe información de su ambiente inmediato. Creemos que con ese entrechocar continuo de la dentadura, semejante –si se fijan- al crotoreo de la Ciconia ciconia, lo que hace literalmente es mascar el aire. Así reconoce la presencia de seres familiares u hostiles y, lo que es más importante, la cercanía de la comida”. Basta, de hecho, con que Faón o Lady Blanche se encuentren a una veintena de metros de la piscina para que el bueno de Pierre empiece a salivar. “¿Has visto? ¡Se diría que se está corriendo por esa enorme bocaza!” “Su cuerpo –continúa el doctor Huet- es una vaina fusiforme e inconsútil de unos ciento quince centímetros de largo. Llama la atención la completa ausencia de orificio umbilical. La piel es extremadamente fina, casi transparente, y a su través puede verse un enrevesado rizoma de vasos sanguíneos de color azulado. En el otro extremo y en perfecta simetría con la boca-sensorio, se encuentra lo que, para simplificar, podríamos llamar el ‘ano’. Se trata de una cavidad de paredes rugosas que, además de las propias de un órgano excretor, también cumple funciones de orden –por así decir- sexual. Hemos comprobado que dichas paredes contienen una forma mutada de corpúsculos de Krause-Finger que es capaz de provocar un nivel de excitación sexual inimaginable para los individuos de nuestra especie”. El doctor Huet interrumpe por un instante su explicación e introduce el puño en el culo de Pierre. El Gusano se agita, patea con dos piernas semejantes a dos ramas resecas, emite un gorjeo cavernoso y empieza a soltar por la boca una espuma densa y amarillenta. “¿Se dan cuenta?” Tras unos minutos, el doctor retira la mano cubierta de mucosa rectal. “Además de lo ya señalado, el orificio posterior de Pierre parece desempeñar un papel esencial en su motricidad. Sin extremidades superiores y con las inferiores demasiado débiles para sostenerlo en pie, nuestro amigo se ve obligado a reptar impulsado por una flatulencia continuada y ayudándose de las piernas a la manera de ancas. Cuando Pierre se desplaza recuerda de hecho a un renacuajo o a un pez de arena”. Como si hubiese escuchado al doctor, el Gusano inicia una pequeña exhibición. Agita sus patitas nervudas sobre el suelo cubierto de hojas muertas y heces fosilizadas y, con una pedorreta en clave de sol y al ritmo de la percusión de sus mandíbulas, llega hasta el centro de la piscina. Allí alza la testa y mordisquea el aire caliente de media tarde. “¡Pierre, Pierrot, Pedrito, amor mío!”, lo llama Lady Blanche sentada a horcajadas sobre uno de los trampolines.


[De Ars Combinatoria]


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