martes, 2 de junio de 2009

VOCES - 1009-2009: El Futurismo ya es historia. Mario Antonelli (1918)




Manifiesto-programa futurista

para los jóvenes meridionales


Desde las columnas de este diario lanzamos un manifiesto futurista a la juventud meridional y, desde este momento, iniciamos una vivacísima lucha contra su apatía y contra su lujuriosa molicie. La prole de la Italia peluquera, temerosa de Dios, académica arcaica y burguesa, intentará derribarnos con su sonrisa de demoledor escarnio; pero será contra ellos, precisamente, contra los que nos arrojaremos empleando todas nuestras titánicas energías y todos nuestros audaces recursos: descenderemos de la palabra a la bofetada, del grito al esputo. Queremos difundir por el sur de Italia las ideas que componen nuestro ideal y nuestra tendencia político-moral, y no estaremos satisfechos hasta que no hayamos inflamado a esos pocos aunque firmes voluntariosos, hasta que no hayamos despertado mil ecos metálicos en los templados corazones de aquellos que sabrán desvincularse de la agonía de los apergaminados moribundos. El Futurismo ya ha divulgado sus enérgicas ideas; ya ha declarado la necesidad de destruir un pasado que no nos interesa y que nos oprime, de abatir todo sentimiento torpe y vacuo y un materialismo calenturiento que se postra ante la mujer-ídolo o ante la mujer-cuerpo y la imperiosa necesidad de amar y de glorificar la guerra la energía la audacia el valor, la máquina moderna y magnífica, los talleres polifónicos y maravillosos, la velocidad y la risa; y tales ideas, mal digeridas y mal comprendidas por la mayoría, han sido acogidas como ridículos absurdos y fantásticas paradojas. Los pocos que han comprendido verdaderamente la práctica de la idea futurista las han aprobado y participado de ellas, formando a su alrededor un halo maravilloso de poetas, músicos, pintores, escritores etc.

Confesémoslo. Cada uno de nosotros sentía en el fondo de su ánimo un germen de rebelión y de asco contra el arte y contra la moral -por llamarlas de algún modo- modernas, pero ninguno de nosotros tenía la audacia de gritar alto y fuerte sus opiniones. Por eso, cuando surgió gigantesco el hombre titánico que supo individualizar en un programa y en un manifiesto las ideas necesarias para el inevitable movimiento de rebelión, no resultó en absoluto extraño que, en torno a él, se congregase inmediatamente una pluriforme multitud de ingenios prácticos y enérgicos. Era necesario destruir, mediante la rebelión y la libertad, todo aquello que bloquease y mantuviera atados nuestros genios a las cosas ya existentes, rojos buceadores de ideas extrañas y magníficas, derribamos en nuestro ánimo la nostalgia y el recuerdo de nuestros abuelos, proponiéndonos destruir su gloria gracias a una gloria moderna mil veces superior. Nuestras ideas y tendencias encajan en una voluntad audaz y brillante que los italianos deberían haber glorificado ¡en lugar de lanzar contra ellas el brutal aullido vejatorio de las multitudes ignorantes y perezosas! Desde hacía ya algún tiempo, Italia se debilitaba, por obra de viejos implumes y emasculados, en un gorjeo poético compuesto de sentimentalidad masturbatoria y de chocha indolencia, en una castrado romanticismo spleenico de sexto orden; y entre esta cohorte de trovadorescos gnomos hechos papilla, el futurismo, con una audacia que supera cualquier obstáculo, se lanza a su tarea desinfectante. Hemos declarado que, en literatura, hay que acabar con las siestecitas y lo narcótico, con la estática y el misticismo: hemos creado una lírica liberada de cualquiera atadura, dinámica como nuestras almas agresivas y audaces. Queremos marchar, en lugar de marchitarnos.

Éstas son, pues, nuestras ideas y nuestras propuestas, que los imbéciles han tildado de locas y absurdas.


¡Jóvenes meridionales!

Queremos desde hoy destruir vuestra indiferencia fatalista, queremos que seáis jóvenes y audaces y sepáis asombrar a nuestra gorda burguesía, que sepáis prepararos enérgicos fuertes y prácticos para la Italia de hoy y la de mañana. Nuestro cielo, demasiado bello y demasiado perniciosamente azul, os inocula en las venas el gran veneno del sentimentalismo; nuestro mar os mata de dulzura y nuestras mujeres, de caderas y senos poderosos, debilitan vuestras espaldas constriñendo vuestros cuerpos con un revestimiento de sensualidad morbosa que os ofusca alma y cerebro. Echadla abajo, jóvenes meridionales, liberaos de la ferocidad de todas las ataduras que os entorpecen y os matan, sed enérgicos, violentos, agresivos. Acoged en vosotros el deslumbrante reflejo de esta nueva y estupenda religión hecha de vida y de acción, sabed reír, reír, ¡¡¡reír!!!

La belleza está sólo en la risa, en la lucha y en la velocidad, y solamente son dignos de vivir aquellos genios que personifiquen estas tres palabras.

¡Jóvenes meridionales!, vuestra apatía y vuestra atávica somnolencia os vuelven inevitablemente asquerosos; vuestras bocas sólo saben abrirse para cantar vuestras agonizantes canciones y para llorar de pasión por vuestras mujeres. ¡Basta de semejantes palurdeces! Queremos que vuestras gargantas sepan desgarrarse en un aullido sobrehumano de liberación y de acción y abrimos los brazos para acogeros amigos y futuristas. A vuestro alrededor se agita una maravillosa turbina de movimiento intelectual-moral-político que, heroicamente, continua su carrera entre el fragor de esta maravillosa y divina guerra que, sin embargo, nos ha sustraído tantas energías.

Hemos escrito este llamamiento a vosotros jóvenes amigos meridionales al alba de un día de mayo mientras el cielo desangrado balbucía sus últimas estrellas anémicas, mientras a lo lejos trenes perdidos soltaban gritos en llamas, mientras el aire se llenaba de olor a rosas y glicinas. Esta alba está para nosotros llena de esperanza y la lucha que ahora iniciamos se resume en el titánico lema marinettiano: ¡¡¡marchar, no marchitarse!!!

Mario Antonelli - Alcione (1 de junio de 1918)



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