viernes, 21 de octubre de 2011

FICCIONES. La lentezza delle nuvole.


‘¿Te imaginas, Marcela, que tu mirada pudiera atravesar la bóveda de tu paladar y contemplar cómo tus colmillos desgarran y tus molares trituran a alguna de tus pobres víctimas? ¿Te lo imaginas?’ Marcela me contempla en silencio, con la espalda apoyada en el muro, las piernas dobladas y abiertas y el vestido por encima de las rodillas. ‘¿No te parece sorprendente?’, le pregunto y me quedo mirándole el sexo, como si esperase que desde allí pudiese emitir algún tipo de respuesta. Pero su coño calla, así que prosigo mi lección. ‘La macropinna microstoma es un extraño animal. Apenas pasa de los cinco centímetros de longitud y vive entre los seiscientos y los ochocientos metros de profundidad’. En el rostro de Marcela se dibuja lo que interpreto como una fugaz mueca de asco y, por un instante, me parece que también ella puede ver a mi través, como si fuese yo el ser transparente y no el pez de que le hablo, y también más allá de los ventanales que tengo tras de mí y hasta el fondo del jardín al que empiezan a vencer las sombras de la tarde. Oigo como la brisa agita levemente las hojas de los árboles. ‘La macropinna microstoma también recibe el nombre más vulgar y esclarecedor de pez de cabeza transparente. Se sabe de su existencia desde finales de la década de los años treinta del siglo pasado, pero por entonces no existía la tecnología necesaria y hasta fechas muy recientes no había sido posible fotografiar o filmar ningún ejemplar vivo. Ahora es posible gracias al uso de los llamados ROV (Remotely Operated Vehicles)’. Marcela lanza un suspiro hondo y prolongado: temo estar aburriéndola. ‘La característica más peculiar de este fascinante pez es su cráneo traslúcido. ¿Ves esos dos puntos negros que el animal tiene sobre su diminuta boca y que le dan el aspecto de un viejo triste y estudioso? –señalo la zona con el puntero- Pues bien, no son –como pudiera parecer- sus ojos, sino dos pequeñas cápsulas dentro de las cuales se encuentran sus órganos olfativos. Los ojos son, en realidad, esas dos masas de color verde, semejantes a dos pequeñas pelotas de tenis, que pueden observarse en el interior de su cúpula craneal’. Al abrir y cerrar las piernas, el sexo de Marcela adopta alternativamente un gesto de severidad y otro de sorpresa. ‘No te distraigas’, le digo. No me distraigas, Marcela. ‘Esos ojos tubulares son capaces de girar en cualesquiera direcciones y de captar la presencia de posibles presas –en ocasiones, de tamaño extremadamente reducido- en cualquier punto del entorno de nuestro pez. Literalmente, VE a través de su cabeza. ¿Te das cuenta?’. Y entonces pienso que me gustaría ver a través de la cabeza de Marcela, hundir mis uñas entre las circunvoluciones de su cerebro, navegar a través de su sistema nervioso hasta dar con la isla de su misterio. Porque lo cierto es que cada vez dudo más de la eficacia de mis experimentos y de la posibilidad de penetrar en EL secreto. ‘Como te decía, la transparencia del cráneo de la macropinna microstoma es un hallazgo muy reciente. Antes nada se sabía de tan peculiar característica. ¿Sabes por qué, mi querida Marcela? Sencillo: porque cuando se sacaba al pez de las profundidades abisales en las que habita, su cabeza se pudría’, concluyo como quien termina una fábula sin moraleja. El reloj que descansa sobre la repisa de la chimenea ya marca las cinco y veintidós horas de la tarde.

*Extractos del Primer Borrador del Informe del Dr. Huet.

[De Ars Combinatoria]

- ANTES EN FICCIONES.

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