"A pesar de esa descomposición
objetiva del soporte material de la ilusión, la inquietud que corroe a la
inmensa mayoría de nuestros contemporáneos, y ante todo a esos falsos ricos que
son los verdaderos ‘nuevos pobres’ (los que la inversión de la mentira oficial
denomina así son, en cambio, los pobres de siempre), a los empleados del
sistema que acceden a su falsa riqueza, esa inquietud no les impulsa de ninguna
manera a la rebelión. Parece que, al contrario, les hace aferrarse todavía más
desesperadamente a las realidades sintéticas distribuidas por la producción
mercantil, como el neurótico se aferra a los síntomas de su enfermedad,
sustitutos de una satisfacción que no ha tenido lugar. Muy generalmente, desde
hace diez años hemos visto reforzarse las ligaduras que mantienen a los hombres
amarrados a su desgracia; las cuales, aunque no llegaron a romperse en ninguna
parte, se habían aflojado por un momento. Y al mismo tiempo hemos visto esa
desgracia, la desgracia histórica de la alienación social, universalizarse
hasta el punto de no quedar fuera de su alcance nada de lo que constituía en
otro tiempo la vida inmediata, con sus limitadas satisfacciones. […]"
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