viernes, 2 de diciembre de 2011

ESPECIAL 5º ANIVERSARIO. Le Bord de la Mer - Julien Torma (1955)



«De Boris Vian a Raymond Queneau pasando por André Martel y Jacques Prévert, no faltan los poetas que jugaron un rol principal en las actividades del Colegio de Patafísica. Pero si hay que elegir un nombre emblemático en nuestro Imperio, ése es el de Julien Torma, de quien, a bote pronto, se puede decir que fue “el más grande de los patafísicos del siglo XX”. “Nosotros estamos –escribió– en las connivencias adivinadas y el secreto de Polichinela, en la negación de la risa, aunque fingida, y en la seriedad animada a traición, en la degustación del puro espectáculo de la imbecilidad, en su necesidad triunfal.” Nuestros signos no son más que “el espíritu falso, la conveniencia de los contratiempos, el raro placer, la gravedad cómplice, el calambur lisiado, el mal gusto sutilmente espeso”. Pero cuidado con “tomarse en serio esta broma, sobre todo para hacer risa”, conviene al contrario, “desenmascararla también a ella y así sucesivamente”. La poesía está dentro de este torbellino de signos. A imagen de Jarry, cuyos poemas simbolistas son máquinas autodestructivas que minan y destruyen el Simbolismo por el mero hecho de afirmarlo, Torma produce una antipoesía, como hay antimateria o antinovela: La lámpara oscura no funciona de otra manera, tanto, con terminología obsoleta pero útil, en el fondo como en la forma. “Un hombre enteramente consciente de la ambigüedad de las cosas y de las palabras debería llegar al menos a confundirlas completamente. Igual que el mundo, la palabra brilla de mil maneras. Se trata de ponerse en el centro del deslumbramiento donde las propias correspondencias no tienen SENTIDO […] Y la contradicción que irradia es a la vez lógica y ontológica”.» (Fragmento del artículo de Michel Décaudin, "De la poésie au Collège", publicado en Magazine littérarie nº 388 de junio de 2000, p. 45)


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