¡ANARQUÍA AHORA!
En torno a la vida
y el pensamiento de Albert Libertad
¡Para incitar a muchos a apartarse del rebaño,
para eso he venido! Pueblos y
rebaños se enfadarán conmigo, me gruñirán.
Friedrich Nietzsche, Así habló Zarathustra
Antes
de caer en un prolongado olvido, Albert Libertad tuvo que sufrir aún en vida el
calvario de la maledicencia. Su antiguo camarada Paraf-Javal habría de
denunciarlo como un falso anarquista; el zapatero Jean Grave dirá de él que era
un caso agudo de adicción al sexo y hará correr la voz de que se trataba en
realidad de un soplón al servicio de la policía; y, en fin, el periodista Henri
Rochefort sentenciará con rotundidad que “a nadie le cabía duda de su condición
de agente provocador”[1]. Lo
cierto es que Libertad se lo había ganado a pulso por bocazas y pisacallos, por
mostrarse tan irrespetuoso con todo el mundo y, para empezar, con aquellos que
sin demasiados escrúpulos habían decidido autoproclamarse representantes del
movimiento revolucionario. Después de su muerte vendrá, sin embargo, algo peor:
el silencio. A excepción de algunos folletitos publicados en exiguas tiradas,
de Libertad apenas vuelve a saberse nada hasta que el anarco-situacionista
Roger Langlois intente rescatarlo allá por el año 1976 para la entonces joven
editorial Galilée. Luego otro fundido a negro, que durará casi hasta el día de
hoy.
[1] Jean Grave, Quarante ans de propagande
anarchiste, Flammarion, París, 1983, p. 387.
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