[Música extradiegética: Krzysztof Penderecki, Polymorphia na 48 instrumentów smyczkowych. (Muy queda, casi imperceptible)]
ELLA: ¡Quédate aquí! ¡No salgas del coche!
Él: Creo que lo has reventado…
ELLA: Por eso. No salgas. Ya voy yo. Seguro que está todo lleno de sangre.
ÉL: Ya no me impresiona tanto la sangre… Bueno, eso creo… Antes sí. Antes, de chaval, de adolescente, bastaba con que me sangrara un poco la nariz para que me desplomara. Pero ahora…
ELLA: Ahora igual, así que mejor no salgas.
[…]
ÉL (alzando la voz): ¿Y bien? ¿Qué tal todo por ahí?
ELLA (alzando la voz): ¿De verdad quieres que te lo cuente? No es un espectáculo precisamente agradable, eso te lo aseguro.
ÉL: ¿Por qué no lo echas a la cuneta y continuamos viaje? Al coche no le ha pasado nada, ¿no?
ELLA: El coche parece que está bien. Tiene una abolladura, pequeñita, sin importancia, en el lado del conductor. Y el cristal del faro del mismo lado se ha roto un poco, pero la luz sigue funcionando.
ÉL: Ya lo veo. Ya te veo. Pareces la chica de la curva con esa luz. Estás guapa y fantasmal…
ELLA: Tú, sin embargo, eres solo tiniebla… Eso sí. Todo el morro del coche está hecho un cristo de sangre. Todo chorreando…
ÉL: ¿Y entonces?
ELLA: ¿Y entonces qué?
ÉL: ¿Qué pasa por ahí afuera? ¿Seguimos? Al final nos van a dar las luces del alba. (Canturrea:) “Mi alma, mi cuerpo, mi voz, no sirven de nada”.
ELLA: No seas gilipollas. Esto es serio.
ÉL: ¿Tan serio?
ELLA: ¿Quieres que te cuente? No me gustaría que te me desmayaras ahora. Necesito que me sigas cantando para que no me duerma durante el viaje, mientras conduzco.
ÉL: ¿Quién se hace la graciosilla ahora?
ELLA: No va a ser tan fácil…
ÉL: ¿Eh?
ELLA: Es grande, no sé lo que es… Tú entiendes más de perros que yo. Puede que sea un mastín o algo así…
ÉL: ¿Quieres que te ayude?
ELLA: ¡No seas bobo! ¡He dicho que te quedes en el coche! ¡No salgas! Es grande y tiene toda la cabeza reventada, hecha puré…
ÉL: ¡Joder! El golpe no parecía para tanto…
ELLA: Pues sí… La cabeza hecha pulpa… Todos los sesos están desparramados por el asfalto… Si no eres muy escrupuloso, hasta resulta bonito… Está convulsionando, tiembla… No sé si todavía estará vivo… ¿Se pueden tener convulsiones cuando ya estás muerto?
ÉL: ¡Mecago’n la puta! ¡Me estás asustando! ¿Quieres que salga?
ELLA: ¡Quieto ahí! Tranquilo… Cántame otra canción, anda… Lo difícil va a ser desengancharlo del coche… Tiene los intestinos enredados entre el parachoques y la rejilla del ventilador… No sé si se llama así: “rejilla del ventilador”…
ÉL: […]
ELLA: Voy a tardar un poquito…
[…]
ÉL: Me estaba acordando de nuestra conversación sobre el porno del otro día… Pero sigue mirando al frente, no vayamos a tener otro percance… ¿Te acuerdas de mi amigo Andrés?
ELLA: Creo que no conozco a ningún Andrés. Por lo menos, a ningún Andrés que sea amigo tuyo.
ÉL: Has hablado un par de veces con él, pero es igual…
ELLA: Vale, ¿qué pasa con tu amigo Andrés?
ÉL: Que no puede ver una peli porno sin ponerse a llorar, te lo juro. Bueno, al menos el me jura que es así…
ELLA: […]
ÉL: Dice que las encuentra insoportablemente tiernas.
ELLA: Pero ¿le ponen cachondo?
ÉL: Bueno, sí. Parece que ahí no está el problema. Se pajea como cualquier hijo de vecino, pero mientras le está dando al fuelle se le caen unos lagrimones como globos aerostáticos. Dice que cuando se corre le entra un llorera que despierta a todo el vecindario. ¿Te lo imaginas? Berreando de gusto y deshaciéndose en lágrimas a la vez…
ELLA: No me extraña que sea colega tuyo. Sois tal para cual.
[La música se va desvaneciendo lentamente]
ELLA: ¿Sabes una cosa?
ÉL: ¿Qué?
ELLA: Era mentira. Lo del mastín… Era mentira.
ÉL: […]
ELLA: Era un zorro. Y estaba muerto, pero entero. Reventado, pero íntegro. Un crimen muy pulcro, como a ti te gusta.
(De Microfilms.Cinematógrafo portátil. Demo)
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