Hay ese terror a lo inaprensible. El horror al peso insoportable de las bibliotecas, que en el caso de la blogosfera se eleva a la enésima potencia.
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Lo sólido y lo líquido. La angustia de la evaporación. La posibilidad de que todo lo creado se volatilice. El libro tiene todavía algo de caja de seguridad.
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