El pasado viernes 25 de enero, Miguel Amorós estuvo presentando su último libro, Salida de Emergencia (Pepitas de Calabaza), en la librería La Malatesta de Madrid. Lo que podéis leer después de estas líneas es el texto preparado para la ocasión. Lo difundo aquí por deseo expreso de su autor.
El
tema de la partitocracia no ha sido seriamente estudiado ni por la
sociología académica ni por la crítica “antifascista” del parlamentarismo
moderno, y eso a pesar de que la crisis de los regímenes autoproclamados
democráticos haya desvelado su realidad específica en tanto que sistema
autoritario con apariencias liberales donde los partidos, y mucho más sus
cúpulas, se abrogan la representación de la voluntad popular a fin de legitimar
su acción y sus excesos en defensa de sus intereses particulares. No debe
de extrañar el hecho, pues al igual que sucedió con la burocracia de partido
único en los regímenes estalinistas y fascistas, la clase política conformada
por la partitocracia existe en la medida que oculta su existencia como
clase. Como apunta Debord, “la mentira ideológica de su origen jamás puede
revelarse.” Su existencia como clase depende del monopolio de la ideología,
leninista o fascista en un caso, democrática en el otro. Si la clase
burocrática del capitalismo de Estado disimulaba su función de clase
explotadora presentándose como “partido del proletariado” o “partido de la
nación y la raza”, la clase partitocrática del capitalismo de Mercado lo hace
exhibiéndose como “representante de millones de electores”, y por lo tanto, si
la dictadura burocrática era el “socialismo real”, la suplantación
partitocrática de la soberanía popular es la “democracia real”. La primera
ha tratado de apuntalarse con la abundancia de espectáculos rituales y
sacrificios; la segunda lo ha hecho con la abundancia de viviendas y de crédito
para poseerlas. Sendas abundancias han fracasado.
Para comprender el fenómeno de la partitocracia
hay que remontarse a sus orígenes históricos, cuando el caciquismo deja de ser
operativo debido a la pérdida de poder de las oligarquías locales en favor del
Estado. En un momento determinado de desarrollo capitalista, aquél en el que la
burocratización juega un rol central en la historia, la administración
partidista sustituye al paternalismo de los terratenientes y de la alta
burguesía. El susodicho fenómeno hay que enmarcarlo entre la degeneración
extrema del parlamentarismo, la concentración del capital, la degradación de
las organizaciones obreras, la expansión del Estado y la profesionalización
total de la política, hechos intensificados en la posguerra mundial. Podíamos
también aludir a los vaivenes imperialistas, a la guerra fría, al “eurocomunismo”,
a los procesos de modernización tecnológica y a la crisis energética, como
otros tantos condicionantes de la fusión de la política, el Estado y el
capitalismo nacional. Pero la patrimonialización del Estado por una clase
política no alcanza su cenit y, por lo tanto, no desempeña un papel crucial,
más que cuando proclama como objetivo único el crecimiento de la economía
autónoma, es decir, el abandono del nacionalismo económico en pro del
desarrollo mundial del Mercado. Entonces la clase política, apoyada en una
extensa clientela creada con fondos y empleos públicos, se convierte en parte
de la clase dominante. En una nueva burguesía, si se quiere. No es una clase
subalterna, ni es toda clase dirigente (salvo en China); tampoco se trata de
una clase nacional. Precisamente, cuando se internacionaliza deviene un
elemento fundamental en las relaciones de producción impuestas por la
globalización financiera. La partitocracia suprime la contradicción
entre intereses nacionales e intereses globales al recrear en todas partes las
mismas condiciones políticas óptimas para la expansión de la economía; por un
lado, forjando al mismo tiempo una extensa red clientelar; por el otro,
desactivando las protestas que emanan de la sociedad civil y aportando la
violencia institucional allí donde falla la violencia económica. La economía no
funciona sin el orden, y la partitocracia es, si no exactamente el
orden, es un desorden que funciona en beneficio de la economía. Es el
desorden establecido.
LEER TEXTO COMPLETO
No hay comentarios:
Publicar un comentario