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martes, 14 de mayo de 2019

VOCES. Un recuerdo de Topor - Fernando Arrabal (2015)




Extraño a Topor cada vez más…:

Topor fue fiel a sus nueve prometidas y a sus nueve obras de teatro. No sabía mentir. Ese era, en su opinión, su mayor defecto. 

-          - ¿Qué haces en Roma [Juvenal], tú que no sabes mentir?

… ¡una prometida era tan inteligente y tan comunista! Con la cabeza de Hegel y los sueños de Tysson. Era una criatura tan alegre y masculina. Topor afirmaba que ella era capaz de soportar su presencia, de bromear, de largarle discursos de mujer fatal o de camionero con el mono. Topor escribió una obra

 …una prometida amaba el deporte. Se metía en la bañera mientras él la escuchaba sentado en el bidé, olvidando la guerra, ¡olvidándolo todo! Topor no estaba muy lejos del Edén o de un tanque, por más que la idea de competición, incluso de competición deportiva, le pareciera indecente. Topor escribió una obra

…una prometida estaba fascinada por Lacan, Freud y el psicoanálisis. A veces, ella y él tumbados en la cama, casi dichosos, él la escuchaba como si la recibiera en morse. Era obscena. Vertiginosamente, como una marimacho. Topor escribió una obra

…una prometida tenía cuerpo de buzo y corría con los pies descalzos por el pasillo de su apartamento. La primera noche, antes de agarrar su polla como un hombre, le dijo por dos veces: “solo la gente estúpida se aferra a una idea sin cambiar jamás”. Ella pensaba en su separación desde el primer momento. No había conocido más que una señal de tráfico: “cuidado con el amor”. Topor escribió una obra

sábado, 19 de septiembre de 2009

RAROS. Diego Bardón, torero pánico



Durante una corrida en la década de los sesenta y en plena suerte final, Diego Bardón, torero pánico, rechaza la espada y, en lugar de una estocada, ofrece al morlaco una hoja de lechuga. Enterada del acontecimiento, una asociación de defensa de los derechos de los animales lo invita a dictar una conferencia. Diego acepta y, ante los ojos espantados de los asistentes, ocupa el tiempo de la charla en retorcerle el pescuezo a un pollo.

A comienzos del decenio siguiente y en una galería de arte de París, Diego Bardón, maratonista de espaldas, se hiere con un asta de toro y emplea la sangre que mana de la herida para maquillar los rostros de sus amigos Olivier O. Olivier y Fernando Arrabal. Bautiza el acto con el perogrullesco título de La Autocornada. El día de navidad del mismo año (1972), en el Teatro Palace, representa también Mi circucisión.

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