Dobliu, un antiguo compañero de curro y buen camarada, me enviaba hace unos días una página de El País en la que se celebra el 30 aniversario del movimiento punk. La noticia contiene, sin embargo, un error de datación que desbarata la excusa de la efemérides: el concierto que generalmente se identifica con el acta de nacimiento del punk no tuvo lugar en el 77, como se afirma en el artículo, sino el 4 de julio del año anterior. En aquella fecha, que curiosamente coincidía con la conmemoración de la Independencia de las colonias americanas de la corona británica, los Ramones compartieron el escenario de la sala Round House de Londres con un par de grupos de distinta procedencia: los estadounidenses Flaming Groovies –que, si mal no tengo entendido, eran cabeza de cartel- y una banda de Guildford llamada The Stranglers. Lo interesante del asunto es que entre los / las asistentes al concierto se encontraban Debby ‘Blondie’ Harry, el podrido Johnny Lydon, Sid el vicioso, Paul Cook, Joe Strummer, Paul Simonon y Steve Sverin, una caterva de angry young men que por entonces estaban poniendo en marcha tres de las bandas pioneras de los nuevos sonidos, Sex Pistols, The Clash y The Damned; y también un caballero de lo más espabilado que llevaba y lleva por nombre el de Malcolm Mclaren.
Con todo, el concierto que nos interesa no es el de los Groovies, sino otro que se celebró apenas un par de semanas después del citado en el Manchester Lesser Free Trade Hall, casi 300 kilómetros al norte de la ciudad de Londres, y en el que algunos de los que entonces bailaban pogo al son del punk-surf ramoniano se contorsionan ahora sobre las tablas de la escena. Cuenta la leyenda que el proceso de gestación de lo que primero sería Warsaw y después Joy Division arranca justamente de aquí, de esta actuación que los Pistols ofrecen el día 20 de julio ante un público poco numeroso pero muy entregado en la parte alta de la isla. Winterbottom, en su 24 Hour Party People (2002), aprovecha incluso para reunir en la sala a los más destacados representantes de lo que años más tarde se conocería como ‘Sonido Manchester’. Tony Wilson, Martin Hannett, Shaun Ryder o Mick Hucknall comparten sudor y codazos con algún que otro miembro de los Buzzcocks o de los futuros Smiths, pero también con un par de jóvenes ex -skins que han bajado al Trade Hall desde el barrio obrero de Salford: Bernard Sumner y Peter Hook, que al parecer son colegas desde antiguo.
Con todo, el concierto que nos interesa no es el de los Groovies, sino otro que se celebró apenas un par de semanas después del citado en el Manchester Lesser Free Trade Hall, casi 300 kilómetros al norte de la ciudad de Londres, y en el que algunos de los que entonces bailaban pogo al son del punk-surf ramoniano se contorsionan ahora sobre las tablas de la escena. Cuenta la leyenda que el proceso de gestación de lo que primero sería Warsaw y después Joy Division arranca justamente de aquí, de esta actuación que los Pistols ofrecen el día 20 de julio ante un público poco numeroso pero muy entregado en la parte alta de la isla. Winterbottom, en su 24 Hour Party People (2002), aprovecha incluso para reunir en la sala a los más destacados representantes de lo que años más tarde se conocería como ‘Sonido Manchester’. Tony Wilson, Martin Hannett, Shaun Ryder o Mick Hucknall comparten sudor y codazos con algún que otro miembro de los Buzzcocks o de los futuros Smiths, pero también con un par de jóvenes ex -skins que han bajado al Trade Hall desde el barrio obrero de Salford: Bernard Sumner y Peter Hook, que al parecer son colegas desde antiguo.
Foto: Kevin Cummins (1979)
Sumner y Hook no recuerdan con exactitud el concierto en el que el feliz encuentro con Ian Curtis tuvo lugar, así que es muy probable que el relato de aquella actuación a la que sólo asistieron unas cuatro decenas de personas y que habría sido la matriz de un más-allá-del-punk caiga más bien del lado de lo mitológico. En cualquier caso y como afirma el proverbio italiano, ‘se non è vero, è ben trovato’. Porque el punk había reventado los esquemas de la representación artística, incluso aquellos en los que evolucionaba la música rock, aún situada en los márgenes de la expresión cultural y condenada, conforme al discurso dominante, a ser producto de consumo de una juventud más o menos socialmente inadaptada. Pero era preciso superar sus propuestas estéticas si no se quería caer en un manierismo hueco o en el gesto rebeloide fácilmente recuperable por la industria musical. “Bernard Sumner es tan listo que molesta –sentencia Tony Wilson-. Una vez dijo que la vitalidad del punk-rock estribaba en haber rescatado la música de la basura y haberla devuelto a la realidad. Pero el vocabulario del punk era limitado; solo podía expresar cosas como ‘jódete’ o ‘estoy aburrido’. Bernard dijo que tarde o temprano alguien tomaría la energía y la inspiración del punk y las canalizaría hacia emociones más complejas. Y esto es lo que hicieron Joy Division. En lugar de decir ‘vete a la mierda’, dijeron ‘estoy hecho una mierda’. De esta manera inventaron el post-punk y regeneraron una gran forma artística, el rock’n’roll”.
La primera formación del grupo incluía, pues, a Sumner, Hook y Curtis, y también a Terry Mason, que primero se ocuparía de las baquetas y más tarde del managering de la banda. Los dos primeros procedían de la zona norte de Manchester, viejo páramo de la primera revolución industrial perpetuamente cubierto por la neblina apestosa que emanaba de las fábricas de productos químicos y textiles. Martin Hannett, futuro productor y, en buena medida, principal responsable del sonido ‘Joy Division’, lo recordaba así en 1989: “Es como una ciudad de ciencia ficción. Todo es arqueología industrial, plantas químicas, almacenes, canales, vías de tren, carreteras que no tienen ninguna consideración por las zonas que atraviesan. En el norte de Manchester la incidencia de enfermedades graves es un 50 % superior al del resto del país. Deprimente, ¿verdad?”. Ian Curtis, por su parte, procedía de los bloques de viviendas de Park View, en Macclesfield, pero se había criado lejos de la pesadilla post-industrial de Salford, en Hurdsfield, donde todavía era posible pisar más hierba que cemento y donde los arroyos aún no estaban contaminados del todo por los residuos fabriles.
Foto: Kevin Cummins (1979)
Parece ser que la idea de formar la banda partió de Hook, Sumner y Mason. Inmediatamente se hicieron con un bajo, una guitarra y una batería; sólo les faltaba alguien que se ocupase de ponerle voz al conjunto. A Curtis ya lo conocían porque todos frecuentaban los mismos pubs y salas de conciertos, pero fue preciso que mediase un anuncio solicitando cantante sobre la puerta de una tienda de discos de la ciudad para que el chico de Park View se incorporase al proyecto. Sus padrinos de pila fueron los Buzzcocks, que les sugirieron presentarse bajo el nombre de Stiff Kittens, una denominación que nunca satisfizo a Ian y los demás. De hecho, cuando el 29 de mayo de 1977 llegó el momento de su presentación en el Electric Circus, la banda cambió de nombre y de batería. Mason, que no se sentía muy seguro de su destreza con la percusión, cedió los palillos a Toni Tabac; y el grupo decidió transformarse en Warsaw, sin duda en homenaje a ‘Warszawa’, un tema que David Bowie había incluido en su disco ‘Low’, publicado a comienzos de ese mismo año. Esa noche Warsaw acompañó en el cartel y en el escenario a los Buzzcocks y a Penetration.
El sonido del grupo fue tomando forma durante los años 1977 y 1978. Todos los sábados por la tarde se reunía para ensayar durante unas tres horas –el resto de la semana no era posible porque todos sus miembros trabajaban- y cuando tenía ocasión tocaba en garitos punk de la ciudad como el Circus o el Rafters. El local de ensayo estaba emplazado en T. J. Davidson’s, un viejo almacén textil situado muy cerca de la estación de Deansgate, a pocos pasos del centro de Manchester, y que ya ha sido demolido. “Nadie sabía tocar –confiesa Sumner-, de manera que nos estrujamos el cerebro para como mínimo hacer algo original. Aprendimos a tocar dentro de nuestras limitaciones. Lo que hacíamos era simple y enérgico”. A Warsaw tampoco le sobraban los medios técnicos; Peter Hook, por ejemplo, se veía obligado a interpretar las líneas melódicas del bajo en la parte superior del mástil porque su equipo era tan malo que de otra manera no lograba captar los sonidos que emitía. Curiosamente, será la peculiar forma de tocar el bajo de Hook, que se aleja de su función habitual en la música rock como simple componente de la base rítmica para ocupar una posición dominante en la estructura de las composiciones, la que más contribuya a generar ese nuevo estilo que será el propio de Joy Division, primero, y de New Order, algunos años después.
Foto: Philippe Carly
Tabac tampoco duró demasiado tras el bombo. De hecho, no llegaría ni a participar en la primera grabación del grupo: cinco canciones aún pegadas al sonido sucio y agresivo del punk que serían conocidas como The Warsaw Demo, y para cuya realización se solicitó la ayuda de Steve Brotherdale, que también le daba a la batería en Panik, otra formación mancuniana. La implicación de Brotherdale no pasaría, sin embargo, de ahí. De vuelta del estudio, le hicieron bajar para que comprobase las ruedas del vehículo y lo abandonaron en la cuneta. El cuarto miembro de Warsaw iba a ser reclutado utilizando el mismo método que había atraído a Ian Curtis a la banda. En esta ocasión, el que respondió al anuncio fue Stephen Morris, otro chaval de Macclesfield al que Curtis recordaba de sus años escolares. “¿Que si eran ‘outsiders’ por ser de Macclesfield? –se pregunta Peter Hook-. Sí, en cierto modo. Macclesfield son colinas verdes y espacios abiertos. Stephen e Ian estaban como una puta cabra”. Morris sí llegó para quedarse. El modo en que golpeaba la batería, cercana a la mecánica del krautrock, “much simpler; faster but slower” (como le aleccionará el Martin Hannett de la película de Winterbottom), impregnado además de cierto aire de oscura marcialidad, terminará por asentar el estilo de los futuros Joy Division.
Warsaw no acababa de estar a gusto con su nombre. Por otro lado, había en Londres una banda autonominada Warsaw Pakt y lo mejor era adelantarse a las posibles confusiones, ahora que el grupo había empezado a registrar sus temas. La inspiración para rebautizar a la banda provino de La Casa de las Muñecas (1956), una novela del escritor polaco-israelí Ka-tzetnik 135633 (Yehiel De-Nur) en la que se narraban las vicisitudes de las Divisiones de la Alegría, grupos de esclavas sexuales de origen judío que, en los campos de exterminio, se dedicaban a aliviar la libido de sus verdugos nacionalsocialistas. La banda pasaría, pues, a llamarse Joy Division a finales del año 1977, una denominación que inmediatamente suscitó acusaciones de filofascismo desde los más diversos sectores. El Tony Wilson de 24 Hour Party People sale al paso de la imputación de simpatías nazis con la siguiente respuesta (cito de memoria): “¿Ha oído hablar de postmodernidad? También tenemos [en referencia a su compañía, Factory Records] un grupo que se llama The Durutti Column”. Y es cierto: el punk había llevado a cabo un vaciamiento y un tratamiento irónico de la iconografía política que, en cierto modo, recordaba a los détournements situacionistas. Los Sex Pistols podían combinar, por ejemplo y sin ningún tipo de complejos, un retrato de Karl Marx impreso en una camiseta cuajada de desgarrones con una esvástica prendida a la chupa de cuero con un imperdible oxidado. La mezcla de símbolos tan contradictorios tenía un efecto de anárquica provocación. Los más recalcitrantes podían –y pueden- además escuchar con un mínimo de atención canciones como Leaders of Men o They Marched in Line para abandonar definitivamente su error: de fascismo, nada. Más bien todo lo contrario.
Cartel diseñado por P. Saville
En diciembre del 77 el grupo graba sus primeras sesiones bajo la nueva denominación. La primera actuación como Joy Division se produce el 25 de enero del año siguiente. En junio debutan con Short Circuit y, poco después, lanzan al mercado An Ideal for Living, un EP en el que se recogen las grabaciones de diciembre. Dos de sus canciones son incluidas en A Factory Sample, un disco que aparece a finales de año y en el que Tony Wilson (de Granada Television) quiere presentar a los artistas que forman parte del sello discográfico que está poniendo en marcha. Poco a poco, la banda va ganando notoriedad. A comienzos de 1979, Ian Curtis aparece en la portada de la revista New Musical Express y John Peel los invita a tocar en su programa de la BBC1. La grabación de su primer LP arranca en abril de ese mismo año. De la producción del disco se ocupa –como ya se dijo- Martin Hannett que, previamente, había interpretado el bajo y producido Disguise in Love para John Cooper Clarke y que va inspirarse en el Strange Days de los Doors para dotar a la banda de un sonido propio y con pocos antecedentes claros.
El disco sale poco después a la calle con el título de Unknown Pleasures. La portada, completamente negra sin referencias al nombre de la banda o del álbum y en la que se sobreimprimen los grafos en blanco de las últimas pulsaciones de una estrella moribunda registradas por el pulsar CP 1919, es obra de Peter Saville, co-fundador, junto a Wilson y Hannett, de la Factory Records. El sonido es extraño, denso, literalmente inaudito; las trepidaciones del punk se han atemperado, sometido a un ritmo cavernoso, telúrico –no sé como decirlo-, y las letras se han cargado de un poderío lírico y tenebroso al que ningún grupo de la época se había acercado ni siquiera de lejos. Stephen Morris abre fuego en Disorder, la primera canción del disco, después entra el bajo de Hook, más tarde se escuchan los riffs de Bernard ‘Albrecht’ Sumner, y al final la voz algo trémula de Curtis que canta: “I’ve been waiting for a guide to come and take me by the hand, / Could these sensations make me feel the pleasures of a normal man?” Le siguen nueve canciones más, algunas de las cuales (New Dawn Fades o She’s Lost Control, por ejemplo) se convertirán con el tiempo en auténticos clásicos de la música rock de finales de los setenta.
Foto: Pierre-René Worms (1979)
En octubre del 79 Joy Division se embarca en una gira por toda la isla junto a la banda de Howard Devoto, un viejo conocido. Durante mes y medio hacen de teloneros de los Buzzcocks en salas con un aforo de más de 2000 personas. El disco se vende bien; las juergas y las borracheras se suceden. En el escenario, la banda es tan contenida como en sus grabaciones de estudio. Acaso con la excepción de Ian, cuya extraño modo de coreografiar los temas que interpretan sus compañeros se hará ilustre. Unas veces parece entrar en trance; otras se asemeja a un enajenado que se creyese un soldado desfilando al son de una marcha militar descoyuntada; y hay ocasiones, en fin, en que uno diría que está sufriendo descargas de alto voltaje. Sus contorsiones, sin embargo, no eran siempre voluntarias. Según se dice, y mientras duró la gira, Curtis tuvo ataques epilépticos sobre el escenario casi cada noche. “Confusion in her eyes that says it all –había escrito poco antes en She’s lost Control- / And a voice that told her when and where to act”. Muchas de las actuaciones del tour europeo que el grupo emprendería en enero del año siguiente tendrán que suspenderse precisamente a causa del precario estado de salud de su cantante.
En marzo, cuando la gira por Europa llega a su fin, el grupo se encierra de nuevo con Hannett en los Britania Row Studios de Islington. Closer está listo en apenas una docena de días. Cuando salga al mercado, el 12 de julio de 1980, será ya un disco póstumo. Es un álbum que ahonda en los elementos que habían dotado de su idiosincrasia a Unknown Pleasures, pero tal vez más sombrío –si es que algo así era posible- y también algo más barroco. Abundan los efectos de estudio y el recurso a la electrónica, algo que Joy Division ya había venido cultivando en realidad desde los tiempos de Warsaw (Cf. As you Said) y que probablemente se debía al influjo de Kraftwerk, uno de los referentes fundamentales de la banda. Su primera canción es la aterradora Atrocity Exhibition, inspirada en la novela de igual título de J. G. Ballard, uno de los autores preferidos de Curtis. El corte dos es la premonitoria Isolation: “Mother I tried please believe me –canta Ian-, / I’m doing the best that I can. / I’m ashamed of the things I’ve been put through, / I’m ashamed of the person I am”. Vienen después Passover, Colony, A Means to an End, Heart and Soul, 24 Hours, The Eternal y Decades. La portada incluye una fotografía de Bernard Pierre Wolff, tratada por Martin Atkins y Peter Saville, en la que pueden verse imágenes del Cimitero Monumentale di Staglieno en Génova. Una elección un tanto luctuosa que no sólo justifica el contenido del disco, sino también el hecho de que Ian Curtis llevase ya un par de meses bajo tierra.
Foto: Kevin Cummins (1979)
Ian Curtis era un padre de familia recién estrenado. Todavía no había sido capaz de escapar a su condición proletaria, pero parecía que las cosas empezaban a mejorar. Joy Division había satisfecho en cierta medida sus deseos de transformarse en escritor, de mostrar ante el público todo lo que llevaba en las entrañas. En abril, Joy Division había lanzado Love will Tear us Apart, un tema que conseguiría encaramarse hasta el número trece de las listas inglesas y que ayudaría al grupo a elevarse por encima de los medios underground en los que se había desplazado hasta entonces. El tema se alejaba de la temática habitual en el cancionero de Curtis, y tal vez debiera a eso su éxito. Sin embargo, apuntaba a una situación complicada y a una herida de cierta profundidad: su matrimonio con Deborah, a la que conocía desde los dieciséis años y con la que se había casado en 1975, se estaba viniendo abajo a causa de sus escarceos con una groupie belga llamada Annik Honoré. “Why is the bedroom so cold? –se cuestionaba Ian en algún momento- / You’ve turned away on your side / Is my timing that flawed?”
El día 18 de mayo de 1980 caía en domingo. Al día siguiente, Stephen, Bernard, Peter e Ian tenían que tomar un avión que los llevaría hacía su gira de conciertos por los Estados Unidos de Norteamérica. Al llegar a casa, Ian persuadió a Deborah para que se llevase a la niña y pasasen la noche en casa de los padres de ella. Cuentan que pinchó The Idiot de Iggy Pop en el tocadiscos familiar, y podemos imaginárnoslo escuchando aquello de “Calling sister midnight […] / Can you hear me at all / Calling sister midnight / I’m an idiot for you / Calling sister midnight / I’m a breakage inside”. Versos que, desde luego, no invitan a escapar de la melancolía. Antes o después, estuvo viendo Stroszek, una película del año 77 dirigida por Werner Herzog, uno de sus cineastas de cabecera. Curiosamente, la película narra las desventuras de Bruno Stroszek, un ex –presidiario alcohólico que malvive como músico callejero por las calles de Berlín y que decide emprender viaje hacia los Estados Unidos en compañía de una prostituta aún más asendereada que él. “En estos momentos me gustaría estar muerto”, dejó escrito y después se colgó del techo de la cocina. Esteta hasta el final, se diría que Ian había cuidado hasta el último detalle para hacer de su muerte también una pieza lírica. “Solía fantasear –recuerda su viuda- con la idea de quitarse la vida, con la idea romántica de morir joven. Todas las personas a las que admiraba ya no están vivas. Era lo que quería, ser como ellas”.
Stephen Morris
Joy Division no sobrevivió a la muerte de su cantante, pero se reencarnó en New Order. Los N. O. iniciales no era otra cosa que Joy Division – Ian Curtis + Gillian Gilbert. Su primer disco se publicó en noviembre de 1981 e incluía ocho canciones que querían sonar de forma explícita como Joy Division. Como los anteriores, estaba producido por Hannett y hasta el bueno de Bernard Sumner hacía lo posible para resucitar la voz de Curtis en su garganta. Pero eso era todo. Joy Division había desaparecido con su cantante y, por fortuna, los supervivientes se dieron cuenta a tiempo de que era un cadáver que no podía ser reanimado. El suicidio de Ian ayudó –es lo habitual; los mártires del rock’n’roll siempre han sido un negocio rentable- a que los discos de Joy Division aumentaran su cuota de mercado durante algún tiempo. Después la novedad de la tragedia fue perdiendo brillo hasta que el fantasma de Curtis casi se esfumó. Pedro Ortega y Alberto Monreal, del fanzine Maldoror, aún podían escribir a mediados de 1996: “En la época del post-grunge, del Indie-pop y del ambient-dance, nadie parece reparar ya en la memoria histórica de un mito tan oscuro y violento como el de Joy Division. Sustituido por Kurt Cobain, y negado al olimpo donde descansan las grandes estrellas del rock suicida como Jim Morrison o Jimi Hendrix, Ian Curtis ha sido ignorado sistemáticamente por los mass-media de forma casi repetitiva y continua”. Por mi parte, no estoy muy seguro de que “ser ignorado por los mass-media” no sea una bendición de los dioses, pero de lo que no me cabe duda alguna es de que, diez años después, Curtis ya no puede disfrutar de las dulzuras del olvido. Poeta-profeta del desconcierto de la blank generation, Ian y también Joy Division pueden presumir de haber abierto las puertas a mil estilos musicales finiseculares, de haber contribuido al parto de eso que ahora se llama post-rock y de haber traído al mundo una buena recua de saludables nietecitos: (que cada cual ponga tras los dos puntos aquellos que sean de su preferencia).
[El testimonio de los implicados está extraído del artículo Joy Division - The outsider, traducido por Ferrán Llauradó para la revista Rock de Luxe, mayo de 2005.]
Y a continuación:
- Algo de Joy Division (y Warsaw).
- Joy Division en imágenes (vídeos).
- Joy Division según los otros (versiones).
- Joy Division en el cine.
-Letras de canciones (en castellano).
IAN CURTIS Y JOY DIVISION EN LA RED.
ANTES EN CAJA DE MÚSICA.
1 comentario:
demasiado bueno!!
te felicito fotos bacanes y too too
eee te robare info y la subire al flog! :]
saludos
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