Una discreta esquela publicada en el diario Ouest-France anunciaba que la ceremonia religiosa se celebraría el 16 de noviembre de 2017, a las once de la mañana, en la Iglesia de Notre-Dame des Victoires de Trouville-sur-Mer, y que la cremación tendría lugar a primera hora de esa misma tarde en la calle de l’Abbaye d’Ardennes de Caen, la capital del departamento francés de Calvados. La señora Janette Johannsen Du Luart de Montsaulnin, su hija; el marqués y la marquesa de Luart, su hermano y cuñada; el conde y la condesa de Ribes, su cuñado y hermana; la señora Irène Brooks-Backer, hermana; así como sus sobrinos y sobrinas lamentaban comunicar que Dios había llamado a su lado a la señora Yolande Du Luart De Montsaulnin, de ochenta y siete años de edad. Una escueta y enigmática fórmula identificaba a la finada: la señora Yolande Du Luart, “cineasta comprometida”, podía leerse en el centro de la esquela. Una expresión que, entre los títulos aristocráticos y las invocaciones al Altísimo, podía sonar tan chocante y contradictoria como la de “banquero anarquista”.
Pero retrocedamos medio siglo, o incluso algo más. Mayo de 1952, quinta edición del Festival Cinematográfico de Cannes. Los letristas, ese grupo creado por Isidore Isou que sigue la estela de surrealistas y dadaístas en la inmediata posguerra, continúa su asalto contra el cine oficial en lo que ya en esas fechas es, después de la ceremonia de los Oscars, el mayor escaparate de la producción cinematográfica mundial. El día 4 de mayo, en los márgenes del festival, los letristas presentan en el cine Alexandre III Tambores del juicio inicial, la película “imaginaria, sin pantalla ni celuloide” de François Dufrêne. La “acción” letrista responde a lo que promete: en la sala, sumida en una densa oscuridad, no se proyecta ninguna película. Cuatro “decidores” (Gil J Wolman, Marc,O., Guy-Ernest Debord y el propio Dufrêne) armados con sendas linternas, se limitan a leer los textos que se han repartido antes de entrar. Es un escándalo, pero a los letristas no les basta. Antes de volver a París, aún tienen ocasión de repartir octavillas e interrumpir algunas proyecciones, de emborronar los carteles del festival con pintadas en las que puede leerse “El cine ha muerto” e incluso de provocar algunos altercados que se saldan con una decena de detenidos.
Una de las octavillas que los letristas reparten por la Croisette lleva por título “Se acabo el cine francés” y comienza con la siguiente frase: “Hombres insatisfechos de lo que se les ofrece superan el mundo de las expresiones oficiales y el festival de su pobreza”. Después sigue una lista de títulos: La estética del cine de Isou, Tambores del juicio inicial de Dufrêne, Aullidos a favor de Sade de Debord, El cine nuclear de Marc,O.. “En adelante el cine solo podrá ser nuclear”, afirman los letristas, cuya sola presencia supone la muerte de “esos pequeños comerciantes analfabetos” que se dedican a mercadear en los festivales de cine. Y finalmente se anuncia: “He aquí los hombres de un cine nuevo”, aunque entre ellos hay tres mujeres: Monique Geoffroy, Poucette y Yolande du Luart. Du Luart no ha realizado todavía ninguna película, pero para los letristas era un detalle sin importancia. Al fin y al cabo, el filme de Dufrêne también era una película “imaginaria”, una no-película.
El tercer documento es una fotografía en blanco y negro, tomada también a principios de los años cincuenta, que muestra a Du Luart al volante de un descapotable. Tiene la cara angulosa, la boca en un rictus circunflejo, el pelo muy corto. Lleva chaqueta, camisa blanca, corbata. Por su aspecto andrógino recuerda a la Sylvia von Harden retratada por Otto Dix. En el asiento de atrás hay otros tres jóvenes, dos chicos y una chica. Uno de ellos le ofrece un periódico a alguien que se encuentra fuera de cuadro, probablemente en la acera de alguna calle parisina. En la portada del periódico puede leerse “SOULEVEMENT de la JEUNESSE” (Sublevación de la Juventud). Poco después del escándalo en Cannes, los letristas se habían escindido en tres grupos de afinidad: los fieles a Isou, que serían conocidos como los “letristas-estetas”; la Internacional Letrista, fundada “arbitrariamente” en Bruselas por Wolman y Debord; y Le Soulèvement de la Jeunesse, en el que se integra Yolande du Luart junto a Marc,O. y Dufrêne. La facción del soulèvement es también conocida como la de los “externistas” y toma su nombre del título de una obra terminada por Isou en 1947 que Gallimard se negó a publicar. Para los externistas, la juventud es una masa no productiva, dependiente, externa al circuito económico, que lucha por transformarlo todo. Si un dispositivo tecnológico a lo Blade Runner nos permitiera ampliar y aclarar esa fotografía, veríamos que debajo de la palabra Soulèvement puede leerse: “Directora-Redactora Jefe: Yolande du LUART”.
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