En el Café Stefanie de la muniquesa Amalienstrasse, al que muchos llamaban Café Grössenwahn (Café Megalomanía), él siempre ocupaba la misma mesa junto a la estufa. Su aspecto de fauno enardecido irradiaba un magnetismo demoniaco y desde su rincón predicaba la buena nueva del psicoanálisis, entre citas de Nietzsche y llamamientos a la liberación libidinal y a la abolición del patriarcado. Europa estaba preparándose para un siglo de guerras totales y de revoluciones que estremecerían el mundo y la agitación también era palpable en los cafés de sus grandes ciudades. En las veladas del Stefanie, dadaístas como Emmy Hennings y Hugo Ball conspiraban en la destrucción del arte y anarquistas como Erich Mühsam preparaban el asalto contra el orden burgués. El hombre junto a la estufa era hijo del ilustre Hans Gross, uno de los fundadores de la criminología científica moderna, y el mismísimo Freud lo contemplaría en alguna ocasión como su posible heredero espiritual. Pero a ambos les salió rana. Porque para Otto Gross el asesinato de la figura paterna era algo más que una simple metáfora: era un imperativo revolucionario.
De hecho, el propio
psicoanálisis estaba llamado, según Gross, a convertirse en “la filosofía de la
revolución”. En su interpretación, el auténtico origen de los conflictos
psíquicos reprimidos se encontraba en la contradicción que se produce en la
infancia entre las tendencias innatas de desarrollo individual y las tendencias
moduladoras externas, instituidas por la educación. “Creo que el conflicto
interior desempeña un papel más esencial en la generación de las represiones
que el factor sexual”. El método freudiano consistiría precisamente en hacer
aflorar a la conciencia esos factores psíquicos relegados al inconsciente y
recuperar así la armonía perturbada en la psique del individuo, pues al hacerse
conscientes –y esto es lo fundamental- tales factores pierden todo su potencial
dañino. Por eso el psicoanálisis es un instrumento de liberación, porque al
servir de fermento para la subversión dentro de la psique capacita
interiormente al individuo para la revolución y al mismo tiempo prepara el
terreno para la revolución.
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