martes, 27 de febrero de 2007

EL OJO ROJO. Jean Giraud - Moebius

Me repugna hacer pequeñas confesiones personales. ¿No era Pascal quien decía que “le je est haïssible”? o algo así; pues bien, no se equivocaba. Sin embargo, hay algo que me da por el culo incluso más que la sonrosada sonrisa del ego; son las reglas, la sumisión a las reglas rectas, erguidas, inamovibles y fálicas, incluso la sumisión a las reglas auto-impuestas. Por eso no pierdo ocasión en la que pueda traicionarme. Y por eso traigo aquí ahora una miserable anécdota particular: durante algún tiempo, en ese lapso infernal y fascinante que la demoscopia llama adolescencia, fui un consumidor enfermizo de tebeos. Después vinieron las exigencias de la edad adulta, la falta de tiempo, de espacio, la responsabilidad y la vergüenza (que es lo primero que se le agarra a uno a las pelotas con la fiereza minúscula e inmisericorde de una ladilla cuando se hace -¿cómo se dice?- mayor), las mudanzas, etc. y hube de abandonar aquella bochornosa colección de viñetas a suerte más feliz que la propia. Joder, lo confieso: cuando tuve que deshacerme de mis cómics se me atravesaron la rabia y las lágrimas en la garganta.



Acabo de ver por vez primera La Constellation Jodorowsky de Louis Mouchet, y son éstos los recuerdos y éstas las palabras que se me cuelan en la cabeza. La película tiene por sí misma su gracia, Jodorowsky es un tipo cautivador, las entrevistas, las escenas de psico-magia y las otras están muy bien traídas y llevadas, etc., pero a mí lo que me enciende una chispa en la memoria es la presencia del viejo Moebius. Y es que me acuerdo de que hace no mucho en la esquina inferior izquierda del mapa de Europa se publicaba al menos una decena de revistas de cómic, me acuerdo de 1984, de Zona 84 –su sucesora-, de Cómix Internacional –¿era ése su título?-, de Cimoc, del Creepy, de Humor a tope, de un señor llamado Josep Toutain, que era una especie de Hearst catalán de la historieta, y, claro, de Makoki y de El Víbora antes de la invasión japonesa, y, en consecuencia, de Borrayo, Gallardo, Mediavilla, Max y sus secuaces; recuerdo que, aunque Madrid no era París ni Barcelona, también había espacio para los distribuidores y barrios como el de Lavapiés estaban infestados de mercaderes de la bande dessinée, barrios que eran como bazares del tebeo en los que uno podía perder la tarde con la nariz hundida en la concavidad de páginas que aún olían a tinta fresca y después echarse un par de cervezas en alguna de las tascas y bodegas de la zona. Me acuerdo, en fin, de la edición española de Metal Hurlant, de Bilal –que en paz descanse-, de Tardi y de la dichosa línea clara. Y jamás me olvidaré del Incal Luz ni del Incal Negro, ni de una historia que para mí era entonces críptica, hermética e hipnótica…


Convengo en que la nostalgia es una cosa indecorosa y sórdida, y en este punto venía un intento de justificación –entre lírico y patético- de mi salida de tono. Pero prefiero dejarlo y pedirles humildemente disculpas. A lo hecho…


La película que nunca se hizo

Más Moebius en la Red.

Antes en El Ojo Rojo.

COMING SOON



VOCES / AGITPROV. "J'avais vingt ans. Je ne laisserai personne dire que c'est le plus bel âge de la vie". ¿Alguien se acuerda todavía de Paul Nizan? amputacioneS sí.










CAJA DE MÚSICA. Recordamos a Joy Division. Permanezcan atentos a sus pantallas; puede que haya sorpresas.








VOCES. A. M. Homes, la extrañeza de lo cotidiano. amputacioneS echa un vistazo a la obra de una de las más poderosas narradoras estadounidenses contemporáneas.

jueves, 22 de febrero de 2007

VOCES. Isidore Ducasse, conde de Lautréamont (1846 - 1870)

Lautréamont es una ausencia, un hueco, un agujero negro en el que se pierde la palabra literaria atraída por la densidad de su afrenta. Pero no lo es sólo por la condición fantasmal del autor, ese falso conde, ese l’autre inaprensible y huidizo, sino porque –según se dice una y otra vez- hasta su obra escaparía al decir razonable de la crítica y el comentario al uso. El único acercamiento posible a los Cantos – porque el resto de su escasa producción literaria es otro cantar- sería de tipo negativo, en el sentido en el que antaño otros se veían condenados a ejercitar la teología negativa habida cuenta del carácter inefable del Altísimo. Son muchos los que solemnemente han declarado lo inabarcable del texto de Lautréamont y han invitado, con la mayor de las coherencias, al silencio ante el enigma. Y, sin embargo, dicha declaración va seguida por lo general de unas cuantas decenas de páginas, sino más. Blanchot, por ejemplo, señala en su por otro lado delicioso estudio que la palabra crítica “cuanto más se realiza, se desarrolla y se afirma, más debe desaparecer; hasta que al final se rompe”. Pleynet se interroga: “¿Qué significa un libro que no se presta a interpretaciones? ¿Qué lectura podemos hacer de un texto que desalienta toda tentativa de extensión o reducción a uno cualquiera de sus significados?”. Manuel Serrat, parafraseando al Heidegger que se enfrentaba a la obra de Hölderlin, afirma en fin que “cualquier prosa, cualquier estudio tiene que considerarse superfluo ante la pura afirmación del poema”. Queda tan sólo, pues, dar vueltas en torno al vórtice, y siempre desde el exterior, sabedores de que aproximarnos a su centro equivaldría a perdernos.

Según esto, la obra de Lautréamont pertenecería al orden de lo sagrado, es decir, de ese mismo orden que nos convoca para aniquilarnos. De lo que no estoy del todo seguro es de si Ducasse no estallaría en una tronante carcajada de tiburón al saberse objeto de veneración tan elevada. Porque hay en Lautréamont un punto de subversión irónica y gamberra que todo lo corroe, incluso la bienintencionada pretensión de integrarlo en cualesquiera partidos subversivos. La obra del conde es también –y acaso sobre todo- un juego perverso, la intención lúdica de llevar el lenguaje hasta sus límites extremos y luego reventarlos a pedradas. Como hacen los chavales con las farolas. Por eso me gusta lo que dice Le Clézio en su prefacio a las obras completas de Lautréamont-Ducasse, aunque a ratos se ponga un poco -¿cómo decir?- ‘lacaniano’. Si los Cantos van contra la literatura –viene más o menos a afirmar- es porque son algo así como preterliteratura o literatura primordial, algo que precede a la palabra literaria, se le enfrenta y, en cierto modo, la invalida y descompone. Es “el poema de un colegial” –apunta-; “el orden establecido, el lenguaje adulto, la moral, todo eso está muy lejos, fuera del alcance de la mano. Y el libro, en cada uno de sus gritos, queda como un ideal que no ha podido cumplirse, que quizá ni siquiera ha sido contemplado”. Y al final: “la historia de la literatura debería ser la historia de la vida humana. Los Cantos de Maldoror serían entonces el primer texto, la cicatriz visible de ese pasaje desde el universo mudo al universo dotado de palabra”. De ahí que no puedan buscarse sus antecedentes en la tradición literaria occidental, sino como mucho –y caso de que queramos prestarnos al ejercicio- en las narraciones orales de ciertas culturas alejadas del espacio europeo. Le Clézio, por su parte, se refiere a los yoruba y a los ibo.

Pero acaso ya hemos escrito demasiado. Dejemos que nos cuenten otros. Y, después de todo, el propio Lautréamont.




BREVE SEMBLANZA BIOGRÁFICA DEL FANTASMAL SEÑOR DUCASSE


Je ne laisserais pas de mémoires


Isidore Ducasse, futuro conde de Lautréamont, nace el 4 de abril de 1846 en Montevideo, ciudad en la que su padre desempeña labores diplomáticas. A finales de la década siguiente cruza el Atlántico y se matricula en el Liceo Imperial de Tarbes. Allí pasa desde los trece hasta los dieciséis años. Entre 1864 y 1865 sigue los cursos de retórica y filosofía en el Liceo de Pau. Con 21 años se embarca en el Harrick, que parte de Burdeos con destino Montevideo. Un año después, el conde de Lautréamont recorre las calles de París. Aparece el primero de los Cantos de Maldoror con tan sólo tres asteriscos como firma. En la primavera del 69, Ducasse entrega al editor Lacroix el manuscrito completo de la obra, que nunca llegará a las librerías. “Sólo unos pocos ejemplares –recuerda Serrat- serán encuadernados y entregados al autor”. Lautréamont se evapora después del fiasco; Ducasse, su doble, aún tiene ocasión de publicar un par de volúmenes de poesía antes de su muerte el 24 de noviembre de 1870. En su acta de defunción se dice:

“Isidore Lucien Ducasse, hombre de letras, de 24 años de edad, nacido en Montevideo (América meridional), fallecido esta mañana, a las 8, en su domicilio de la calle del Faubourg-Montmartre, nº 7, sin más datos. El acta ha sido levantada en presencia del señor Jules François Dupuis, hotelero, calle del Faubourg-Montmartre, nº 7, y de Antoine Milleret, camarero, en idéntico domicilio, testigos que han firmado con nos, Louis Gustave Nast, adjunto del alcalde, tras haberlo leído y haber comprobado el fallecimiento ante la ley”.


Y a continuación:

- Lautréamont en boca de otros:

*Rubén Darío.

*André Breton.

*Julio Cortazar.

*Maurice Blanchot.

- Salvador Dalí: Maldoror ilustrado.

- Música: Maldoror según Current 93.

- Maldoror en el cine:

*CAROLINE KENNEDY – THE LAMP

*DUNCAN REEKIE – SHARK LUST

*KERRI SHARP - THE ERRORS OF EXISTENCE

*COLETTE ROUHIER - RELENTLES DREAM

*STEVEN EASTWOOD - THE SPECTATOR OF OUTRAGEOUS CONTORTION

- Textos de Ducasse-Lautréamont.


ANTES EN LA SECCIÓN VOCES.

VOCES. Lautréamont en boca de otros: Rubén Darío

En 1896, Rubén Darío publica en Buenos Aires Los raros, una colección de textos breves en la que el nicaragüense esboza el retrato de algunos escritores en los que reconocía cierta afinidad: Poe, Jean Richepin, Rachilde, Ibsen, Martí y…







EL CONDE DE LAUTREAMONT


Su nombre verdadero se ignora. El conde de Lautréamont es pseudónimo. Él se dice montevideano; pero ¿quién sabe nada de la verdad de esa vida sombría, pesadilla tal vez de algún triste ángel a quien martiriza en el empireo el recuerdo del celeste Lucifer? Vivió desventurado y murió loco. Escribió un libro que sería único si no existiesen las prosas de Rimbaud; un libro diabólico y extraño, burlón y aullante, cruel y penoso; un libro en que se oyen a un tiempo mismo los gemidos del Dolor y los siniestros cascabeles de la Locura.



León Bloy fué el verdadero descubridor del conde de Lautréamont. E1 furioso San Juan de Dios hizo ver como llenas de luz las llagas del alma del Job blasfemo. Mas hoy mismo, en Francia y Bélgica, fuera de un reducidísimo grupo de iniciados, nadie conoce ese poema que se llama Cantos de Maldoror, en el qual está vaciada la pavorosa angustia del infeliz y sublime montevideano, cuya obra me tocó hacer conocer a América en Montevideo. No aconsejaré yo a la juventud que se abreve en esas negras aguas, por más que en ellas se refleje la maravilla de las constelaciones. No sería prudente a los espíritus jóvenes conversar mucho con ese hombre espectral, siquiera fuese por bizarría literaria, o gusto de un manjar nuevo.



SI QUIERES LEER EL TEXTO COMPLETO, PULSA AQUÍ.

VOCES. Lautréamont en boca de otros: André Breton

Fueron los surrealistas los que descubrieron a Ducasse-Lautréamont para el siglo. Breton además lo consideró un soberbio humorista.



Habría que encontrar los colores de que se sirvió Lewis en El Monje para pintar la aparición del espíritu infernal bajo los rasgos de un admirable joven desnudo con las alas carmesíes, los miembros entrelazados en el orbe de los diamantes bajo un aliento antiguo de rosas, la estrella en la frente y la mirada teñida de una feroz melancolía, y de aquellos mediante los cuales Swinburne consiguió delimitar el verdadero aspecto del marqués de Sade: “En medio de toda esta ruidosa epopeya imperial, aparece llameante esa cabeza abatida, ese vasto pecho surcado de relámpagos, el hombre-falo, perfil augusto y cínico, mueca de titán terrorífico y sublime; se siente circular en esas páginas malditas como un estremecimiento infinito, y vibrar sobre esos labios quemados como un aliento de ideal tormentoso. Acercaos y oiréis palpitar en esta carroña enfangada y sangrienta las arterias del alma universal, venas henchidas de sangre divina. Esa cloaca está empedrada de azur…” Es preciso, decimos, reencontrar estos colores para situar en la atmósfera extra-literaria que le conviene y esto es poco decir, la figura deslumbrante de luz negra del conde de Lautréamont. A los ojos de algunos poetas de hoy, los Chants de Maldoror y Poésies brillan con un resplandor incomparable; son la expresión de una revelación total que parece ir más allá de las posibilidades humanas. Cuanto tiene de específico toda la vida moderna se encuentra repentinamente sublimado. Su escenario se desliza sobre los marcos de los antiguos soles que dejan ver pavimentos de zafiro, la lámpara con boca de plata, alada y sonriente, que se cierne sobre el Sena, las membranas verdes del espacio y los almacenes de rue Viviente, frente a la irradiación cristalina del centro de la tierra. Un ojo absolutamente virgen se mantiene al acecho del perfeccionamiento científico del mundo, va más allá del carácter conscientemente utilitario de este perfeccionamiento, le sitúa con todo el resto en la misma luz del apocalipsis. Apocalipsis definitivo esta obra en la que se pierden y se exaltan las grandes pulsiones instintivas al contacto con una caja de amianto que encierra un corazón al rojo vivo. Todo lo más audaz que, durante siglos, se piense y se emprenda, ha encontrado aquí una formulación anticipada en su ley mágica. El verbo, no ya el estilo, sufre con Lautréamont una crisis fundamental, marca un recomienzo. Acabaron los límites en los cuales las palabras podían relacionarse con las palabras, las cosas con las cosas. Un principio de mutación perpetua se ha apoderado tanto de objetos como de ideas, y tiende a su liberación total, lo que implica la del hombre. A este respecto, el lenguaje de Lautréamont es a la vez un disolvente y un plasma germinativo sin equivalentes.

Las palabras de locura, de prueba por lo absurdo, de máquina infernal que han sido empleadas exasperadamente a propósito de esta obra, demuestran perfectamente que la crítica no se ha acercado nunca a ella sin tener que firmar más tarde o más temprano su renuncia. Y es porque, llevada a escala humana, esta obra, que es la cita exacta de todas las interferencias mentales, inflinge un clima tropical a la sensibilidad. Leon Pierre-Quint, en su lucidísimo ensayo: Le Comte de Lautréamont et Dieu, ha descubierto, sin embargo, algunas de las más imperiosas características de aquel mensaje que sólo puede ser recibido con guantes de fuego: 1) siendo el “mal”, para Lautréamont (como para Hegel), la forma bajo la cual se presenta la fuerza motriz del desarrollo histórico, importa fortificarlo en su razón de ser, lo que no se puede hacer de mejor manera que basándolo en los deseos prohibidos, inherentes a la primitiva actividad sexual tal y como los manifiesta particularmente el sadismo; 2) la inspiración poética, en Lautréamont, se caracteriza por el producto de la ruptura entre el sentido común y la imaginación, ruptura consumada frecuentemente en favor de esta última y obtenida por una aceleración voluntaria y vertiginosa de la prestación verbal (Lautréamont habla del “desarrollo extremadamente rápido” de sus frases. Es sabido que el surrealismo parte de la sistematización de este medio de expresión); 3) la rebelión de Maldoror no sería por entero la Rebelión si tuviera que favorecer una forma de pensamiento en detrimento de otra; es necesario, pues, que con Poésies se destroce en su propio juego dialéctico.


El contraste flagrante que, desde el punto de vista moral, ofrecen ambas obras, carece de toda explicación. Pero, si se la busca más allá de lo que puede constituir su unidad, su identidad desde un punto de vista psicológico, se descubrirá que ésta descansa ante todo en el humor: las diversas operaciones que representan aquí la dimisión del pensamiento lógico, del pensamiento moral, posteriormente de dos nuevos pensamientos definidos por oposición a estos últimos, no se distinguen en definitiva de otro factor común: insistencia sobre la evidencia, llamamiento al caos de las comparaciones más osadas, torpedeo de lo solemne, remontaje al revés, o de través, de “pensamientos” o máximas celebres, etc.; todo aquello que el análisis revela sobre esos procedimientos en juego cede en interés a la representación infalible que Lautréamont nos ha llevado a forjarnos del humor tal como él lo considera, del humor llevado con él a su suprema fuerza y que nos somete físicamente, de la manera más total, a su ley.


*Texto extraído de la Antología del Humor Negro. Traducción de Joaquín Jordá (Editorial Anagrama).

VOCES. Lautréamont en boca de otros: Julio Cortazar

Lo que viene a continuación es un cuento incluido en Todos los fuegos, el fuego (1966). ¿Sabría alguien decir quién se oculta tras la figura del Sudamericano?




EL OTRO CIELO


Ces yeux ne t'apparticnnent pas... tró les as-tu pris?
..................., IV, 5.


Me ocurría a veces que todo se dejaba andar, se ablandaba y cedía terreno, aceptando sin resistencia que se pudiera ir así de una cosa a otra. Digo que me ocurría, aunque una estúpida esperanza quisiera creer que acaso ha de ocurrirme todavía. Y por eso, si echarse a caminar una y otra vez por la ciudad parece un escándalo cuando se tiene una familia y un trabajo, hay ratos en que vuelvo a decirme que ya sería tiempo de retornar a mi barrio preferido, olvidarme de mis ocupaciones (soy corredor de bolsa) y con un poco de suerte encontrar a Josiane y quedarme con ella hasta la mañana siguiente.


Quién sabe cuánto hace que me repito todo esto, y es penoso porque hubo una época en que las cosas me sucedían cuando menos pensaba en ellas, empujando apenas con el hombro cualquier rincón del aire. En todo caso bastaba ingresar en la deriva placentera del ciudadano que se deja llevar por sus preferencias callejeras, y casi siempre mi paseo terminaba en el barrio de las galerías cubiertas, quizá porque los pasajes y las galerías han sido mi patria secreta desde siempre. Aquí, por ejemplo, el Pasaje Güemes, territorio ambiguo donde ya hace tanto tiempo fui a quitarme la infancia como un traje usado. Hacia el año veintiocho, el Pasaje Güemes era la caverna del tesoro en que deliciosamente se mezclaban la entrevisión del pecado y las pastillas de menta, donde se voceaban las ediciones vespertinas con crímenes a toda página y ardían las luces de la sala del subsuelo donde pasaban inalcanzables películas realistas. Las Josiane de aquellos días debían mirarme con un gesto entre maternal y divertido, yo con unos miserables centavos en el bolsillo pero andando como un hombre, el chambergo requintado y las manos en los bolsillos, fumando un Commander precisamente porque mi padrastro me había profetizado que acabaría ciego por culpa del tabaco rubio. Recuerdo sobre todo olores y sonidos, algo como una expectativa y una ansiedad, el kiosco donde se podían comprar revistas con mujeres desnudas y anuncios de falsas manicuras, y ya entonces era sensible a ese falso cielo de estucos y claraboyas sucias, a esa noche artificial que ignoraba la estupidez del día y del sol ahí afuera. Me asomaba con falsa indiferencia a las puertas del pasaje donde empezaba el último misterio, los vagos ascensores que llevarían a los consultorios de enfermedades venéreas y también a los presuntos paraísos en lo más alto, con mujeres de la vida y amorales, como les llamaban en los diarios, con bebidas preferentemente verdes en copas biseladas, con batas de seda y kimonos violeta, y los departamentos tendrían el mismo perfume que salía de las tiendas que yo creía elegantes y que chisporroteaban sobre la penumbra del pasaje un bazar inalcanzable de frascos y cajas de cristal y cisnes rosa y polvos rachel y cepillos con mangos transparentes.


Todavía hoy me cuesta cruzar el Pasaje Güemes sin enternecerme irónicamente con el recuerdo de la adolescencia al borde de la caída; la antigua fascinación perdura siempre, y por eso me gustaba echar a andar sin rumbo fijo, sabiendo que en cualquier momento entraría en la zona de las galerías cubiertas, donde cualquier sórdida botica polvorienta me atraía más que los escaparates tendidos a la insolencia de las calles abiertas. La Galerie Vivienne, por ejemplo, o el Passage des Panoramas con sus ramificaciones, sus cortadas que rematan en una librería de viejo o una inexplicable agencia de viajes donde quizá nadie compró nunca un billete de ferrocarril, ese mundo que ha optado por un cielo más próximo, de vidrios sucios y estucos con figuras alegóricas que tienden las manos para ofrecer una guirnalda, esa Galerie Vivienne a un paso de la ignominia diurna de la rué Réau—mur y de la Bolsa (yo trabajo en la Bolsa), cuánto de ese barrio ha sido mío desde siempre, desde mucho antes de sospecharlo ya era mío cuando apostado en un rincón del Pasaje Güemes, contando mis pocas monedas de estudiante, debatía el problema de gastarlas en un bar automático o comprar una novela y un surtido de caramelos ácidos en su bolsa de papel transparente, con un cigarrillo que me nublaba los ojos y en el fondo del bolsillo, donde los dedos lo rozaban a veces, el sobrecito del preservativo comprado con falsa desenvoltura en una farmacia atendida solamente por hombres, y que no tendría la menor oportunidad de utilizar con tan poco dinero y tanta infancia en la cara.


SI QUIERES LEER EL CUENTO COMPLETO, PULSA AQUÍ.

VOCES. Lautréamont en boca de otros: Maurice Blanchot



LA EXPERIENCIA GENERAL DE MALDOROR


Durante un cierto número de años, los críticos en apariencia mejor informados sobre lo que puede ser el funcionamiento de una lucidez en el trabajo, como Rémy de Gourmont, han reconocido en Duchase una ausencia completa de lucidez. Actualmente, unos escritores, menos informados sobre las características de un espíritu lúcido, admiran en él para empezar la “clarividencia”, la “perspicacia”, la fuerza rara de un autor que no sólo sabe lo que dice, sino que al tiempo que lo dice se juzga, se comenta y se corrige: Roger Caillois. Pero otros, de acuerdo ciertamente con esta admiración, la justifican por razones totalmente opuestas, ven en Los Cantos el desquite de lo irracional, la afirmación fulgurante de fuerzas oscuras, la explosión volcánica de capas subterráneas incandescentes: Julien Gracq. Posiblemente sea necesario asombrarse de una obra en la cual un lector lúcido reconoce a la vez una despreciable, una admirable ausencia de lucidez y una creación admirablemente consciente y admirablemente ajena a la conciencia.

Los signos de escritura consciente abundan en Maldoror. No hay una sola frase, por larga y enredada que sea, que no esté dirigida por un sentido visiblemente razonable. No hay una estrofa en que la unión de las frases no esté lógicamente justificada. El lector más amigo de la simple razón encuentra todo lo que es necesario para seguir un texto que tiene todos los acuerdos de la sintaxis, sin falta, a los cuales hace corresponder con un pensamiento perfectamente seguro de sus sentimientos. Debemos creer, además, que si la burla introduce bien en el orden “supuesto” del lenguaje una discordancia desconcertante, hay sin embargo en esta ironía –e incluso cuando se convierte en un poder realmente fabuloso- una garantía de lucidez, pues burla que tacha y reniega de la frase en curso, es porque tiene conciencia de esta frase, de la cual ha apreciado todos los matices, pues los corrige y si esta corrección, al dislocar el pensamiento inicial, trae consigo un peligroso desequilibrio, la ironía, perfectamente consciente de esta desviación, capta las digresiones, las motiva profundamente y las reintroduce en el conjunto a título de sobresaltos intencionalmente irrazonables. Sí, la razón es sorprendentemente firme en Lautréamont y ningún lector razonable puede dudarlo. Pero justamente esta razón es tan fuerte, es de tal extensión que parece también abarcar todos los movimientos de la sinrazón y poder comprender las más extrañas fuerzas aberrantes, esas constelaciones subterráneas sobre las cuales se guía y que arrastra sin embargo con ella sin perderse y sin perderlas.


Si vemos en Lautréamont a un escritor cegado o iluminado únicamente por las fuerzas oscuras, es necesario entonces atribuir a esas fuerzas ignorantes la misma capacidad de escribir que al arte más reflexivo. No sólo quien avanza en la lectura de Maldoror encuentra siempre para apoyarse una intención significativa, el movimiento que lo arrastra coordinado por un sentido que, si no aparece todavía, está prometido, y se encuentra en medio de los escombros de las reglas tradicionales, las precauciones, las previsiones cuidadosas del lenguaje que sin duda sabe adónde va, si dice siempre lo que hace, si realiza siempre lo que promete, si totalmente desdeñoso de desconcertar demasiado fácilmente al lector, no deja enigma sin solución. La composición de Maldoror está a menudo envuelta en el misterio. No es raro que dicho desarrollo se interrumpa bruscamente –pero sin que sea interrumpida la continuidad del discurso- dejando lugar a otra escena, privada de todo vínculo con ese desarrollo. Sobre el tema: “Buscaba un alma que se me pareciera y no podía encontrarla”, semejante estrofa lanza una larga investigación metódica, que abandona de golpe para emprender un relato del naufragio, del océano, de la tempestad, y ese relato, totalmente ajeno al primer movimiento, nos conduce tan lejos que olvidamos hace tiempo de dónde veníamos, cuando en las últimas líneas, el escritor, reanudando el fin con el principio, deja aparecer el hilo conductor que jamás ha dejado. “Finalmente, había encontrado alguien que se me parecía.” Un gran número de estrofas detrás de su apariencia de desorden tienen la misma composición vigilante. No sabemos adónde vamos, nos perdemos en triste dédalos, pero el laberinto que nos pierde se revela exactamente construido para perdernos y para perdernos más aún, haciéndonos creer que nos hemos encontrado.

En un buen número de casos, visiblemente, Lautréamont transporta al estilo los procedimientos del misterio propios de las intrigas de las novelas populares y de las obras negras. Incluso su lenguaje se convierte en una misteriosa intriga, una acción maravillosamente combinada de novela policíaca, en la cual las oscuridades más fuertes son, en el momento preciso, puestas en claro, en donde los golpes de teatro son remplazados por las imágenes, los homicidios insólitos por las violencias del sarcasmo y en donde el culpable se confunde con el lector siempre tomado en falta. Esas intenciones estallan en el sexto libro, cuando Lautréamont desgrana, a la manera de Nerval, un rosario de bellas frases herméticas, que dilucida a continuación una por una, pero con una extraña desenvoltura que parece querer hacer planear una duda sobre el carácter de estos ejercicios, pues no vuelve a tomar sino al vuelo y apenas un equilibrio cuyo porvenir no le pertenece.


Extraído de Lautréamont y Sade (1963), FCE, México, 1990, traducción de Enrique Lombera, P. 110-114.

VOCES. Dalí: Maldoror ilustrado

Como hemos visto, los surrealistas, con Breton a la cabeza, reconocieron en el conde de Lautréamont a un hermano mayor y a un adelantado de la revolución que ellos mismos propugnaban. La máquina de coser y el paraguas que podían compartir mesa –de disección, eso sí- en la nueva estética, según Ducasse, fueron incluidos entre las figuras emblemáticas del movimiento. Y al movimiento se debió en buena parte el redescubrimiento del desgraciado Maldoror, que se convirtió en una obra de culto y en un arcano cuyo secreto debía alejarse de ojos profanos.

En 1930, Salvador Dalí recibió el encargo de ilustrar el libro, por el que decía sentirse obsesionado y cuya forma de composición guardaba ciertas analogías con su método paranoico-crítico.
Podéis contemplar las ilustraciones AQUÍ.


VOCES. Música: Maldoror según Current 93

[Para escuchar los temas sin salir de amputacioneS,
abre los vínculos con el botón derecho del ratón
en pestaña o ventana aparte]

VOCES. Lautréamont en el cine

A finales de la década de los noventa del pasado siglo, el británico Duncan Reekie, fundador y miembro durante nueve años del Exploding Cinema Collective tiene la idea no sé si llamar feliz de traducir a lenguaje cinematográfico Los Cantos de Maldoror. Con este fin, asigna quince fragmentos de la obra de Lautréamont a otros tantos cineastas y se pone en contacto con el Filmgruppe Chaos alemán para que lo ayude en tal empresa. Sólo doce de los quince directores –entre ellos, Caroline Bouvier Kennedy, la hija de JFK y Jacqueline Onassis- responden afirmativamente. El resultado es Maldoror (2000), una película en Super 8 de la que a continuación podéis ver unos cuantos episodios.
THE LAMP - CAROLINE KENNEDY



VOCES. Lautréamont en el cine

SHARK LUST - DUNCAN REEKIE



VOCES. Lautréamont en el cine

THE ERRORS OF EXISTENCE - KERRI SHARP



VOCES. Lautréamont en el cine

RELENTLESS DREAM - COLETTE ROUHIER



VOCES. Lautréamont en el cine

THE SPECTATOR OF OUTRAGEOUS CONTORTION – STEVEN EASTWOOD


WEB DE LA PELÍCULA.

VOCES. Textos del conde de Lautréamont.

Siguen algunos fragmentos de los Cantos en bilingüe y una carta -que creo inédita en castellano- en la que el bueno de Isidore Ducasse firma el acta de defunción del conde maldito. No tardarían otros en rubricar la suya propia.


“PLEGUE al cielo que el lector, enardecido y momentáneamente feroz como lo que lee, halle, sin desorientarse, su abrupto y salvaje sendero por entre las desoladas ciénagas de estas páginas sombrías y llenas de veneno; pues, a menos que ponga en su lectura una lógica rigurosa y una tensión de espíritu igual, como mínimo, a su desconfianza, las emanaciones mortales de este libro embeberán su alma como azúcar en agua. No es bueno que todo el mundo lea las páginas que siguen; sólo algunos saborearán sin peligro ese fruto amargo. Por lo tanto, alma tímida, antes de adentrarte más por semejantes landas inexploradas, dirige hacia atrás tus pasos y no hacia delante. Escucha bien lo que te digo: dirige hacia atrás tus pasos y no hacia delante, como la mirada de un hijo se aparta, respetuosamente, de la contemplación augusta de la faz materna; o, mejor, como el ángulo perdiéndose en el horizonte de las friolentas grullas tan meditabundas que, durante el invierno, vuela poderosamente a través del silencio, con todas las velas tendidas, hacia un punto preciso del horizonte de donde, súbitamente, brota un viento extraño y fuerte, precursor de la tormenta […]”

“Plût au ciel que le lecteur, enhardi et devenu momentanément féroce comme ce qu’il lit, trouve, sans se désorienter, son chemin abrupt et sauvage, à travers les marécages désolés de ces pages sombres et pleines de poison ; car, à moins qu’il n’apporte dans sa lecture une logique rigoureuse et une tension d’esprit égale au moins à sa défiance, les émanations mortelles de ce livre imbiberont son âme comme l’eau le sucre. Il n’est pas bon que tout le monde lise les pages qui vont suivre : quelques-uns seuls savoureront ce fruit amer sans danger. Par conséquent, âme timide, avant de pénétrer plus loin dans de pareilles landes inexplorées, dirige tes talons en arrière et non en avant. Ecoute bien ce que je te dis : dirige tes talons en arrière et non en avant, comme les yeux d’un fils qui se détourne respectueusement de la contemplation auguste de la face maternelle ; ou, plutôt, comme un angle à perte de vue de grues frileuses méditant beaucoup, qui, pendant l’hiver, vole puissamment à travers le silence, toutes voiles tendues, vers un point déterminé de l’horizon, d’où tout à coup part un vent étrange et fort, précurseur de la tempête [...]"

“Como los perros, siento necesidad de infinito… ¡Y no puedo, no puedo satisfacer esta necesidad! Soy hijo del hombre y de la mujer, según me han dicho. Me sorprende… ¡creía ser más! Por lo demás, ¿qué importa de dónde vengo? Si hubiera dependido de mi voluntad, habría preferido ser el hijo de la hembra del tiburón, cuyo apetito es amigo de las tempestades, y del tigre de reconocida crueldad: no seré tan malvado.”

“Moi, comme les chiens, j’éprouve le besoin de l’infini... Je suis fils de l’homme et de la femme, d’après ce qu’on m’a dit. Ça m’étonne... je croyais être davantage ! Au reste, que m’importe d’où je viens ? Moi, si cela avait pu dépendre de ma volonté, j’aurais voulu être plutôt le fils de la femelle du requin, dont la faim est amie des tempêtes, et du tigre, à la cruauté reconnue : je ne serais pas si méchant."

“Mi poesía consistirá, sólo, en atacar por todos los medios al hombre, esa bestia salvaje, y al Creador, que no hubiera debido engendrar semejante basura.”

“Ma poésie ne consistera qu’à attaquer, par tous les moyens, l’homme, cette bête fauve, et le Créateur, qui n’aurait pas dû engendrer une pareille vermine."

“Recibí la vida como una herida y no he permitido que el suicidio curara la cicatriz. Quiero que el Creador contemple, a cualquier hora de su eternidad, su abierta grieta.”

“J’ai reçu la vie comme un blessure, et j’ai défendu au suicide de guérir la cicatrice. Je veux que le Créateur en contemple, à chaque heure de son éternité, la crevasse béante."

“Obtenga una victoria desastrosa o sucumba, el combate será hermoso: yo solo contra la humanidad”

“Que je drive remporter une victoire, désastreuse ou succomber, le combat sera beau : moi, seul, contre l’humanité."

“Si existo, no soy otro. No admito en mí esta equívoca pluralidad. Quiero morar solo en mi íntimo razonamiento.”

“Si j’existe, je ne suis pas un autre. Je n’admets pas en moi cette équivoque pluralité. Je veux résider seul dans mon intime raisonnement."

*Los Cantos de Maldoror (fragmentos). La versión española es responsabilidad de Manuel Serrat (Ediciones Cátedra, 1988).




París, febrero de 1870

Señor,

¿Tendría la bondad de enviarme El suplemento a las poesías de Baudelaire? Incluyo 2 francos, el precio, en sellos de correos. Ojalá sea lo antes posible, porque lo necesitaría para una obra de la que habló más abajo.

Tengo el honor, etc.

I. Duchase,
Faubourg Montmartre, 32.

¿Lacroix ha consentido en la edición o qué ha hecho? ¿O es que la ha rechazado usted? Él no me ha dicho nada al respecto, y yo no lo he visto desde entonces.
¿Sabe?, he renegado de mi pasado. Ya no cantó más que a la esperanza; pero, para ello, es preciso primero atacar contra la duda de este siglo (melancolías, tristezas, dolores, desesperos, lúgubres relinchos, maldades artificiales, orgullos pueriles, cómicas maldiciones, etc., etc.). En una obra que llevaré a Lacroix a primeros de marzo, tomo en consideración las más bellas poesías de Lamartine, de Victor Hugo, de Alfred de Musset, de Byron et de Baudelaire, y las corrijo en el sentido de la esperanza; señalo qué habría hecho falta hacer. Al mismo tiempo corrijo 6 de piezas de las peores de mi santo libro.


Paris, 21 février 1870

Monsieur,

Auriez-vous la bonté de m’envoyer Le supplément aux poésies de Baudelaire. Je vous envoie ci-inclus 2 f., le prix, en timbres de la poste. Pourvu que ce soit le plus tôt possible, parce que j’en aurais besoin pour un ouvrage dont je parle plus bas.

J’ai l’honneur etc.

I. Ducasse,
Faubourg Montmartre, 32.

Lacroix a-t-il cédé l’édition ou qu’en a-t-il fait ? Ou, l’avez-vous refusée ? Il ne m’en a rien dit. Je ne l’ai pas vu depuis lors. – Vous savez, j’ai renié mon passé. Je ne chante plus que l’espoir ; mais, pour cela, il faut attaquer le doute de ce siècle (mélancolies, tristesses, douleurs, désespoirs, hennissements lugubres, méchancetés artificielles, orgueils puérils, malédictions cocasses etc., etc.). Dans un ouvrage que je porterai à Lacroix aux 1ers jours de Mars, je prends à part les plus belles poésies de Lamartine, de Victo Hugo, d’Alfred de Musset, de Byron y de Baudelaire, et je les corrige dans le sens de l’espoir ; j’indique comment il aurait fallu faire. J’y corrige en même temps 6 pièces des plus mauvaises de mon sacré bouquin.

sábado, 17 de febrero de 2007

VOCES. Panorama de la literatura angoleña actual (I)

Ilustración: António Gonga



MANUEL RUI nació en Nova Lisboa (actualmente Huambo) en el año 1941. Estudió y ejerció la abogacía en Portugal, oficio que hoy desempeña en su país de origen en paralelo con la literatura. Es miembro fundador de la Unión de Artistas y Compositores Angoleños, de la Sociedad de Autores Angoleños y de la Unión de Escritores Angoleños. Sus libros han aparecido en una docena de idiomas y es acaso uno de los escritores del área PALOP más conocidos fuera de Angola. Ha publicado nueve libros de poesía y más de una decena de prosa. Su obra más celebre y celebrada es Quem Me Dera Ser Onda (más de 100000 ejemplares vendidos en todo el mundo), que recibió el Premio Caminho das Estrelas y ha sido adaptada al teatro y la televisión, y de la que existe una versión en castellano firmada por Isabel Soler y editada por Seix-Barral en el año 2000.




“¿Hola? ¿Silvestre? ¿Me oyes?”
“Sí. ¿Quién es?”
“¿Pero cómo que quién es? ¡Silvestre! ¿Estás de broma o qué? Dices que sí, después “¿quién es?”, y ni reconoces mi voz. Me compraste un móvil para que llamase sólo a ese número y con aquel nombre en clave, ¿cómo es?”
[…]
“¿Entonces no me dijiste que preguntase siempre por Silvestre y que, si tu mujer se ponía y contestaba que no había ningún Silvestre, dijese “disculpe, señora, he debido equivocarme de número”? ¡Joder, Silvestre!”
“Pero ¿la señora por quién pregunta?”
“Por Silvestre.”
“Pues debe de haberse equivocado porque que aquí no hay ningún Silvestre, y voy a colgar.”


[“Está? Silvestre? Estás-me a ouvir?”
“Sim. Quem fala?”
“Quem fala mais como? Silvestre! Estás no gozo ou quê? Dizes que sim e depois quem fala nem conheces a minha voz? Compraste-me um celular para eu ligar só para esse número e com aquele código, como é?”
[…]
“Então tu não me disseste para dizer sempre Silvestre e se fosse a tua mulher a atender que não tem aqui Silvestre, desculpe minha señora que são linhas trocadas! Bolas, Silvestre!”
“Mas a senhora está a ligar pra quem?”
“Para o Silvestre.”
“Mas deve ser engano que aquí não tem nenhum Silvestre e vou desligar.”]

Fragmento de O telefone celular, incluido en Estórias de Conversa (2006).

MÁS MANUEL RUI EN LA RED.


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JOÃO MELO nació en Luanda en 1955. Además de escritor, es periodista, publicitario, profesor de literatura y diputado de la Asamblea Nacional. Tiene, como Rui, formación jurídica y ha vivido en Portugal y Brasil. Es también uno de los fundadores de la União dos Escritores Angolanos (UEA), organización en la que ha desempeñado varios cargos de responsabilidad. Pepetela, uno de los pocos escritores angoleños cuya obra se publica regularmente en España, ha afirmado de él: “estamos ante un eximio cuentista, lleno de imaginación y de audacia narrativa”. Habría tal vez que añadir que se trata de un habilísimo narrador, particularmente dotado para la ironía y la sátira social.

“Un rico que se precie, sea viejo o joven, tiene que tener tres cosas por lo menos (además de mucha pasta, claro está): perro, guardia personal y una amante. Guardia y amante tenía, pero perro, no. Se negaba terminantemente a tener bichos de cualquier especie en la casa oficial (así era como designaba la casa donde vivía con su así llamada esposa y sus tres hijos) o incluso en el apartamento que recientemente le pusiera a la amante. Ésta había insistido, amenazado con un telele, pero cuando él le dijo que, en caso de que continuase montando jaleo, dejaría de pagarle las facturas, ella se quedó mucho menos estresada. Es casi seguro que jamás había leído a José Cardoso Pires, por lo que no podía saber lo que le pasó, en uno de los cuentos más perturbadores del escritor portugués, a una mujer que se quedaba día tras día en casa con un pastor alemán. Pero, sea como fuere, acaso intuitivamente, fue perentorio:
- ¡No pienses que soy como esos más viejos, que vinieron de la selva sin haber visto una mujer en la vida, y que aceptan todo lo que ellas dicen o quieren!”


[“Um rico que se preze, seja ele velho ou novo, tem que ter três coisas, pelo menos (além de muito cumbu, claro): cão, guardia pessoal e uma amante. Guarda e amante ele tinha, mas cão, não. Recusava-se terminantemente a ter bichos de qualquer espécie, na casa oficial (era assim que ele designava a casa onde morava com a chamada esposa e mais três filos) ou até mesmo no apartamento que recentemente arranjara para a amante. Esta bem insistira com ele, ameaçara ter uns chiliques, mas quando ele disse que, caso ela continuasse a fazer confusão, deixaria de lhe pagar as contas, ficou menos estressada. Quase certamente, ele jamais lera José Cardos Pires, pelo que não podia saber o que acontecera, num dos contos mais perturbadores do escritor portugués, a uma mulher que ficava dias a fio dentro de casa com um pastor alemão. Mas, seja como for, talvez intuitivamente, foi permptório:
- Não penses que eu sou como esses mais-velhos, que vieram da mata e nunca viram uma mulher na vida, aceitando tudo o que elas dizem ou querem!”]

Fragmento de Uma estória canina, incluida en The Serial Killer e outros contos risíveis ou talvez não (2004).

MÁS JOÃO MELO EN LA RED.

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ONDJAKI representa a la más reciente hornada de artistas angoleños. Nació en Luanda en el año 1977. En principio se interesa por el teatro y estudia arte dramático en Lisboa, donde además se dedica a la interpretación amateur durante un par de años. Es lo que se dice un artista multimedia: no sólo actúa y escribe, sino que además pinta. Su obra pictórica se ha beneficiado ya de algunas exposiciones individuales, al menos una de ellas en Brasil. Como los anteriores, cultiva tanto la poesía como la prosa, esta última impregnada de un aliento lírico muy peculiar. En el año 2000 obtuvo una mención honorífica en el Premio António Jacinto por su libro de poemas Actu Sanguineu.

Pero, camarada Antonio, ¿no prefieres que el país sea así, libre?, me gustaba hacerle aquella pregunta cuando entraba en la cocina. Abría la nevera, sacaba la botella de agua. Antes de alcanzar los vasos, el camarada Antonio me pasaba uno. Sus manos dejaban huellas de grasa en el cristal, pero yo no tenía el valor de rechazar aquel gesto. Me servía, bebía un trago, dos, y me quedaba esperando su respuesta.
El camarada Antonio respiraba primero. Después cerraba el grifo. Se limpiaba las manos, revolvía el fuego del fogón. Entonces decía:
- Muchacho, en el tiempo del blanco esto no era así…
Después sonreía. Yo quería entender aquella sonrisa. Había oído historias increíbles de malos tratos, de malas condiciones de vida, de sueldos injustos y todo lo demás. Pero al camarada Antonio le gustaba aquella frase suya en favor de los portugueses, y sonreía así, con aire misterioso.”


[“Mas, camarada António, tu não preferes que o país seja assim livre?, eu gostava de fazer essa pregunta quando entrava na cozinha. Abria a geleira, tirava a garrafa de água. Antes de chegar aos copos, já o camarada António me passava um. As mãos dele deixavam no vidro umas dedadas de gordura, mas eu não tinha coragem para recusar aquele gesto. Servia-me, bebia um golo, dois, e ficava à espera da resposta dele.
O camarada António respirava primeiro. Fechava a torneira depois. Limpava as mãos, mexia no fogo do fogão. Então, dizia:
- Menino, no tempo do branco isto não era assim…
Depois, sorria. Eu mesmo queria entender aquele sorriso. Tinha ouvido histórias incríveis de maus tratos, de más condições de vida, pagamentos injustos, e tudo mais. Mas o camarada António gostava dessa frase dele a favor dos portugueses, e sorria assim tipo misterio.”]

Fragmento de Bom Dia Camaradas (2002).


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Para seguir husmeando en la Red:
- LA WEB DE LA EDITORIAL LISBOETA CAMINHO, EN CUYA COLECCIÓN OUTRAS MARGENS HAN IDO APARECIENDO OBRAS DE ESCRITORES ANGOLEÑOS.
- EL SITIO DE DE LUIS KANDJIMBO.
- PORTAL DE LA UEA.

viernes, 16 de febrero de 2007

TENGO UNA CITA. Michel Foucault (1926 - 1984)

"En realidad, la filosofía nunca me importó, pero ése no es un problema. Su pregunta es: ¿por qué me interesa tanto la política? Si pudiera responder de una forma muy sencilla, diría lo siguiente: ¿por qué no debería interesarme? Es decir, qué ceguera, qué sordera, qué densidad de ideología debería cargar para evitar el interés por lo que probablemente sea el tema más crucial de nuestra existencia, esto es, la sociedad en la que vivimos, las relaciones económicas dentro de las cuales funciona y el sistema de poder que define las maneras, lo permitido y lo prohibido de nuestra conducta. Después de todo, la esencia de nuestra vida consiste en el funcionamiento político de la sociedad en la que nos encontramos.


De modo que no puedo responder a la pregunta acerca de por qué me interesa; sólo podría responder mediante la pregunta respecto de cómo podría no interesarme."


Michel Foucault (1971)




miércoles, 14 de febrero de 2007

PEQUEÑA FILMOTECA PORTÁTIL. Truffaut / Godard (1958)











En 1958 buena parte de la región de Ile-de-France está anegada. Un joven aspirante a cineasta de 26 años, colaborador además de la revista Cahiers du Cinéma, del que se conocen ya dos o tres cortometrajes y que había trabajado como ayudante de dirección con Roberto Rossellini, rueda un documental sobre la pequeña catástrofe meteorológica. Muchas de las tomas las juzga inutilizables. Otro miembro del equipo de Cahiers, sólo dos años mayor que él, considera que aún puede darse un buen empleo a esos residua de celuloide y se propone hacer una suerte de remix cinematográfico con los materiales desechados por el primero. El uno se llamaba François Truffaut; el otro, Jean-Luc Godard. El resultado: una peliculita de poco más de once minutos a la que se dio el título de Une histoire d’eau.

Ni uno ni otro habían producido aún sus dos primeras obras de largometraje, pero casi. Apenas un año después Godard rueda su À bout de souffle, que por cierto partía de una idea original de Truffaut, y este último se estrena con la extraordinaria Los cuatrocientos golpes, que inauguraba la saga del enternecedor e inolvidable Antoine Doinel (Jean-Pierre Léaud). Une histoire d’eau tiene seguramente más de Godard que de Truffaut; sobre todo, del primer Godard. El corto está a medio camino entre la broma cinematográfica y el ejercicio metalingüístico (el mismo título es un juego de palabras que hace referencia a la conocida novela erótica de Pauline Réage), algo que podría considerarse una constante en la obra del viejo Jean-Luc, pero carece de la carga ideológica explícita de sus trabajos de los años sesenta y siguientes. El tono es naïf y juguetón, cercano al de Charlotte et Véronique, otro cortometraje de la época rodado prácticamente por el mismo equipo y también interpretado por Jean-Claude Brialy, coetáneo de los dos cineastas, que sería un actor habitual en el cine de la Nueva Ola y que haría una breve aparición en el primer largo de Truffaut. El ritmo está marcado por el intercalado de las tomas documentales (sonoramente subrayadas por una percusión selvática) entre los planos de una pequeña ficción galante. Hay ecos del cine mudo, y en la voz en off se entreveran los chistes con esas referencias librescas (Poe, Aragon, Baudelaire, Petrarca, Chandler, etc.) tan del gusto de Godard.



domingo, 11 de febrero de 2007

AGITPROV. Informe Verídico sobre las Últimas Oportunidades de Salvar el Capitalismo en Italia (VII) - G. Sanguinetti (1975)

[Si quieres leer el Informe desde el principio,
haz clic sobre el cartel de McLenin]
VI. Lo que son efectivamente los comunistas y lo que debe hacerse con ellos.

Los príncipes […] hallaron muchas veces más fidelidad y más provecho en los hombres que al principio de su reinado les eran sospechosos, que en aquellos en quienes al empezar ponían toda su confianza. Me limitaré, pues, a decir que si los hombres que al comienzo de un reinado se mostraron enemigos del príncipe no son capaces de mantenerse en su posición sin apoyos, aquél podrá ganarlos fácilmente, y, después, tanto más obligados se verán a servirle con fidelidad cuanto más comprendan lo necesario que les es borrar con sus acciones la siniestra opinión que el soberano se había formado de ellos. Y sacará mayor provecho de estos tales que de aquellos otros que, sirviéndoles con tranquilidad en interés de sí mismos, descuidan el del príncipe forzosamente”.
Maquiavelo, El Príncipe


LLEGADOS A ESTE PUNTO del presente escrito pseudonímico, no han de faltar gentes que, en el transcurso de su lectura, hayan reconocido, tras buena parte de las argumentaciones precedentes, nuestra mano. No quisiéramos que, leyendo lo que sigue, dichos lectores se retractasen de su opinión, pues si han adivinado de quién emana lo que se ha expuesto hasta aquí, lo que vendrá no está sino aparentemente en contradicción con nuestras posturas anteriores, y por lo demás se encontraba ya anunciado en el prefacio de este panfleto. Si bien es cierto que en los últimos años, por no decir meses, no hemos dejado de pronunciar y repetir sobre la “cuestión comunista” el celebre nondum matura est [están demasiado verdes] de la zorra de Fedro, en el presente es necesario precisar que la zorra tenía entonces sus razones para hablar de tal suerte, del mismo modo que hoy en día hay otras para hablar de forma diferente en todas los aspectos. En verdad que no se trata en modo alguno de un cambio subjetivo por nuestra parte, sino más bien de la posibilidad objetivamente sobrevenida de un cambio útil y necesario, que nosotros nos hemos encargado –en compañía de otros no menos cualificados- de preparar, y ya desde los tiempos en los que aún nos parecía conveniente señalar sus desventajas. No existe nada en el mundo que no tenga su momento decisivo, y la obra maestra de la buena conducta, singularmente en política, consiste en reconocer y apresar dicho momento.

Establecido lo anterior como premisa, no diremos ninguna novedad al tratar una cuestión que tampoco es nueva; sino lo que es necesario y lo que se ha convertido en urgente. Lo que resultará nuevo para aquellos que tuvieron la ocasión de conocernos en el pasado será solamente nuestra disposición actual con respecto a los comunistas, la cual, por otra parte, trasparecía en los capítulos precedentes. Ha llegado la hora en la que es a la vez necesario y posible rechazar una gran parte de los defectos de nuestra nación: la astucia que conviene a la situación presente consiste en pasarse sin ella, y lo prudente, en este caso, es no tener demasiada prudencia. En una situación semejante, es más importante poner atención en no fallar ese tiro que disparar excelentemente cien en otras tantas direcciones, pues “ni la estación ni el tiempo esperan por nadie” [Baltasar Gracián].

Ya se acabaron, por cierto, los tiempos de los juegos de prestidigitación verbal en los cuales nuestros trapecistas políticos se medían en “convergencia paralela” con los comunistas, ofreciéndoles lo que se llamaba “estrategia de la atención”, antecámara de una postergación indefinida del “compromiso histórico”; y que el Presidente del Consejo, el honorable Moro, definía, con las precauciones que le obligaban a andar con pies de plomo, como “una especie de encuentro a mitad de camino, una cosa nueva, que sea y al mismo tiempo no sea un relevo en los roles de la mayoría y de la oposición, el perfilamiento de una diversidad que no consista en un cambio en las fuerzas de dirección, sino en la adición modificante del componente comunista a otros componentes”. Combien de bruit pour une omelette!

Nadie, entre todos esos leaders políticos que desde hacía meses se regodeaban en el “compromiso histórico” para mejor conjurarlo, nadie ha dicho la principal y más simple verdad sobre la cuestión: que el “compromiso histórico” es un compromiso en el verdadero sentido del término únicamente para los comunistas y en absoluto para nosotros; para nosotros el acuerdo con los comunistas no tiene siquiera un carácter “histórico” –a menos que se quiera llamar histórica a toda acción táctica que se pueda considerar necesaria para hacer trabajar a quien no quiere trabajar-. Mas en este caso y a falta de acuerdo, ¿cuántas “cargas históricas” deberá realizar nuestra policía delante de las fábricas? ¿Y con qué resultados? Incluso el ex ministro de Trabajo, el socialista Bertoldo, considerado por un hombre de derechas, Domenico Bartola, como “un sutil intérprete de la dialéctica hegeliana”, lo ha dicho mejor que nadie y de una vez por todas: “Hay que decidir si uno quiere gobernar con los sindicatos o con los carabineros”.







Porque ahí se encuentra el fondo de la cuestión, que es tan política como económica, ya que, si a lo largo de los últimos años hubiésemos podido disponer de tres veces menos de carabineros, pero de tres veces más de sindicalistas, habríamos ganado mucho con el cambio. Alberto Ronchey, que es de lejos el mejor editorialista italiano, ha escrito recientemente que el más grande problema económico es a partir de ahora convencer a las gentes para que trabajen, y tiene razón. En el presente ya no es posible dejarse ir, esperando todo el tiempo que los obreros retrasarán “todavía un instante” la revuelta que están incubando, o que nuestra industria recuperará su aliento y su vigor aunque en nuestras fábricas reine la anarquía reivindicativa, y todo esto mientras Italia derriba, uno tras otro, a unos gobiernos que duran apenas unos meses; gobiernos, por otro lado, constante y únicamente comprometidos con la titánica empresa de mantenerse en el poder un poquito más de lo que creerían posible, aplazando todas las cuestiones, incluidas las menores, porque ellas bastarían para hacerlos caer.

¿Y quiénes, mejor que los comunistas, pueden imponer hoy al país un período de convalecencia durante el cual los obreros deberán cesar la lucha y retornar al trabajo? ¿Quién mejor que un ministro del Interior como Giorgio Amendola podría extirpar la delincuencia extendida a todos los niveles y hacer callar a los agitadores utilizando métodos buenos… o menos buenos? Hace falta emprender una labor gubernamental a largo plazo, y para ello necesitamos un gobierno sólido y resuelto: no aceptar hoy en día un “compromiso” como el que se discute aquí significa, en realidad, para nosotros, comprometer fatalmente incluso la existencia del día de mañana. Recordemos que la neutralidad en un asunto semejante es hija de la irresolución y que “li principi mal resoluti, per fuggire e’ presenti periculi, seguono el più delle volte questa via neutrale, et el più delle volte rovinano” [Los príncipes irresolutos que quieren evitar los peligros del momento retrasan a menudo el rompimiento de su neutralidad, pero también a menudo caminan hacia su ruina. Maquiavelo, El Príncipe]. Por no querer ver el peligro real, se finge sentir como un peligro el acuerdo con el PCI, y al final se huye de los dos.

*

Los espíritus timoratos encontrarán tal vez en nuestras palabras, incluso si se ven obligados a admitir su justeza y utilidad en todo lo demás, el ligero defecto de que, justamente, parecen no tomarse en serio el peligro que podría representar más tarde tener un partido comunista en el corazón del poder político en un estadio de la crisis en el que nuestros mandos se ven incapaces de hacer que los obreros sigan trabajando. Quis custodiat custodes ipsos? [¿Quién guarda a los guardianes?]

Responderemos que la objeción es infundada y el miedo, mal consejero. Para empezar, jamás se debe tener temor de peligros futuros e hipotéticos cuando uno se muere a causa de un peligro presente y cierto; y, por otro lado, nunca debe arriesgarse toda la fortuna sin haber puesto en juego todas las fuerzas. Puesto que la fuerza actual del Partido Comunista y de los sindicatos ya está a nuestro servicio y resulta ser nuestro principal apoyo desde el otoño de 1969, y puesto que, sin embargo, sus efectos han sido hasta ahora más que insuficientes para invertir el proceso, es indudable que nos interesa galvanizar con toda urgencia dicha fuerza, ofreciéndole el punto de apoyo central por excelencia en la sociedad; es decir, introduciéndola en el centro del poder estatal.



Por otro lado, los supuestos peligros futuros de tal participación comunista en el gobierno, dichos peligros –decimos- no existen más que en la propia esfera de esas ilusiones sobre la tendencia revolucionaria que, en nuestra sociedad, constituiría el Partido Comunista; ilusiones artificialmente extendidas en una época ya concluida, y en la que resultaban útiles a la defensa de un mundo que hoy, con los tiempos ya cambiados, debe ser defendido con el concurso de esos mismos comunistas. Sólo nuestros actuales hombres de gobierno, que aspiran, a pesar de su desgraciada bancarrota, a autonomizar su propia existencia de simples delegados de la sociedad italiana en su administración estatal, pretenden todavía tomar por un dato real del razonamiento estratégico lo que –esa supuesta tendencia revolucionaria del PCI- no ha sido nunca más que un “artículo de exportación” ideológica cuyo destinatario era el pueblo. Y por eso caen estos dirigentes agotados; lo que de hecho desean, cuando se aferran a su vieja especialización, cuando una modernización necesaria impone su “reciclaje”, no es ni siquiera prolongar, con el fin de satisfacer sus propios y limitados intereses, la existencia aparente del oficio que saben ejercer, sino más bien el de aquel que no han sabido desempeñar nunca.

No ha de temerse al Caballo de Troya más que cuando son los aqueos los que están dentro. El Partido Comunista ha tenido que vender, e incluso sigue vendiendo, una panoplia determinada para disfrazarse de enemigo de nuestra Ciudad, pero no es tal enemigo; tampoco lo dirige Ulises. El comunista italiano se asemeja más bien a aquel carpintero con máscara de león de El Sueño de una Noche de Verano, que debe dejar que se le vea “la mitad del rostro a través de la melena leonina” y que debe decir a los espectadores: “Debo suplicarles que no teman, que no tiemblen; respondo con mi vida de la vuestra. Si pensaseis que he venido como un auténtico león, resultaría nefasto para mi existencia. No, no soy nada semejante…”

Y precisamente porque osamos admitir que los obreros italianos, que han declarado su ofensiva de guerra social, son nuestros enemigos, sabemos que el Partido Comunista es nuestro apoyo. Ya no se puede seguir tranquilizando al país pretendiendo lo contrario, pues hemos llegado a la hora de la verdad, al momento en el que ya no sirven las mentiras, sólo la fuerza.

Cuando, en años pasados, teníamos ocasión de hablar de los comunistas con Raffaele Mattioli, jamás le oímos decir que les encontraba algo de inquietante, y muchas veces le escuchamos repetir la misma conclusión: “Son de lo más valiente”. Cuando Togliatti, un año antes de morir, le envió su último libro, Mattioli nos mostró, a la vez halagado y divertido, la dedicatoria en la famosa tinta azul turquesa del líder comunista, que los imbéciles temían y que nosotros apreciamos: “Al Amigo, etc., con el solo pesar de no poder llamarlo Camarada”, si mal no recordamos. ¿Quién sabe si Raffaele Mattioli, de estar aún entre nosotros, no habría a su vez enviado una dedicatoria por ejemplo de la siguiente especie: “Al camarada Amendola, con la esperanza de poder llamarlo pronto Excelencia…”?

Sea como fuere, no nos dejemos llevar al olvido de que nuestra mayoría parlamentaria se regula, desde hace mucho tiempo ya, con la oposición comunista, y que la oposición comunista se opone a las mismas cosas a las que se opone la mayoría; y que, sin embargo, toda la vida política del país se encuentra como paralizada ante la pesadilla que, para los demo-cristianos, parece ser la idea de ceder a los comunistas algunos ministerios. Hasta fechas recientes, dicha actitud democristiana encontraba su justificación semirracional en la necesidad de mantener el monopolio del poder para continuar ocultando la manera en que tal poder había sido gestionado y ciertos hechos particulares tan escandalosos que, de haber sido conocidos, habrían conducido a la disgregación inmediata del partido; pero ahora que esos hechos, poco a poco, se van haciendo conocidos por todo el país, aquella última justificación se ha vuelto caduca. Y es la disgregación de Italia lo que se trata de evitar, si ello es posible.



Por lo demás, planteamos aquí la cuestión: ¿cuál es la alternativa de la cual el “compromiso histórico” es uno de los términos? El otro término se presenta del siguiente modo: se llegará, más o menos deprisa, a una situación en la cual ni los comunistas, ni los sindicatos, ni las fuerzas del orden ni los servicios secretos podrán mantener a los obreros al borde de una insurrección general de la que es difícil prever todas las consecuencias. Si en la mejor de las hipótesis –y nosotros no vemos más que dos-, dicha insurrección no se transforma en una guerra civil pura y simple; es decir, si los comunistas logran, en un segundo tiempo, hacerse con las riendas, poniendo cara de participar en ella para luego apoderarse de su dirección, resulta evidente que será Berlinguer quien haya de poner las condiciones y que, en una situación semejante, no estará dispuesto a compartir con nosotros el gobierno; sino que, más bien, con el impulso del movimiento insurreccional, los comunistas se harán con el Estado en nombre de los trabajadores, a quienes convocarán para defenderlo. Y si, por el contrario, como nos parece más probable, la credibilidad del Partido Comunista entre los obreros se encuentra totalmente agotada cuando estalle la insurrección, lo que resulta de lo más previsible, de suerte que la acción comunista de “recuperación” en las propias filas del partido de los insurgentes se revele inútil o imposible, entonces la guerra civil ya no será evitable y el partido comunista, amputado de su base, que se unirá forzosamente a los revolucionarios, ya no nos será de ninguna utilidad. He aquí las dos variantes que forman una alternativa con el “compromiso histórico”; tertium non datur [el tercero está excluido].

¿Qué se habrá hecho, ante tales acontecimientos, de la Alianza Atlántica, ya ahora en crisis? ¿Y del Pacto de Varsovia, que ya se mostró impotente frente a la insurrección obrera de Stettin y Dantzig? Entonces, en la tragedia que vendrá después y que se representará en un teatro de guerra no menos vasto que la crisis actual, ya no nos quedará más que repetir, a guisa de inútil mea culpa, los versos del Agamenón de Esquilo:

“¿Dónde, dónde pues se oculta el Derecho? La Razón
desespera de sus poderes,
la inteligencia aletargada, cuyos prontos recursos
se han extinguido, da palos de ciego.
Nuestro reino está en peligro,
el desastre se aproxima:
¿Adónde puedo dirigirme?”

En suma, nuestra opinión actual sobre la “cuestión comunista” puede resumirse en una frase: no hagamos una cuestión de lo que ya no lo es, mientras que las verdaderas cuestiones y los problemas reales no esperan a las decisiones del senador Fanfani, ese utilium tardus provisor [velador tardío de lo útil] para agravarse irremediablemente. Giovanni Agnelli, que, entre nuestros hombres de poder, sea tal vez el único que pueda vanagloriarse de poseer la inteligencia más arraigada en la realidad de nuestra época, llega abiertamente en el presente al mismo análisis que nosotros; y sobre la mayor parte de las conclusiones, a pesar de ciertas divergencias de detalle, nuestros puntos de vista convergen. Y para no decir nada de los compromisos privados, nos contentaremos con recordar al lector una de sus declaraciones públicas: “Si nuestra enfermedad es casi mortal –decía Agnelli a comienzos de este año-, nos es lícito pensar que el Partido Comunista ha comprendido la necesidad de hacer un buen uso de ella para que nos salvemos todos juntos. Para que el odio de clase no llegue a apoderarse del mundo y dividirlo en dos partidos: los enragés en la calle y los demás en sus búnkeres con sus guardias personales...” No se podría decir mejor.


*

Concluyamos, en fin. Con la ayuda del Partido Comunista en el poder, o bien logramos salvar nuestro dominio o bien no lo conseguimos. Si lo logramos, despediremos a nuestros criados comunistas junto con una gran parte del actual personal político con la mayor facilidad. Los propios comunistas lo admiten ya manifiestamente como uno de los términos de su contrato de empleo; y nosotros sabemos desde Heráclito que “a todo lo que repta sobre la tierra se lo gobierna a palos”. Y si no lo conseguimos, ya nada importará; pues todos admitirán que sería la peor de las discusiones bizantinas, en el momento en que el Turco esté sobre la muralla, la que tratase de determinar qué trofeos se habrían adjudicado en el circo los Verdes y los Azules en un mundo que ya se habrá derrumbado.
Las imágenes que ilustran el texto son obra del artista ruso ALEXANDER KOSOLAPOV. Si quieres saber algo más sobre él, pulsa

viernes, 9 de febrero de 2007

LES BELLES. Marika Green


Nadie se olvida de Pickpocket una vez la ha visto. Importa poco que no se repita. El maestro Bresson tenía, entre otras muchas, la capacidad de tatuar sobre el nervio óptico de los espectadores algunas imágenes que, por ese mismo motivo, forman o deberían formar parte del caudal visual e iconográfico del siglo veinte. Pickpocket es de suyo y en conjunto inolvidable, pero para mí su secreto se cifra en dos aspectos que, aunque algún día acabe por pudrírseme la memoria, estoy seguro jamás olvidaré: la coreografía de las manos ladronas –sobre todo en la secuencia de la Gare de Lyon, pero no sólo- flotando sobre la música de Lully bajo el ojo experto del gran Kassagi, y la melancólica presencia de Marika Green, interpretando el papel de Jeanne.


Sé muy poco o nada de Marika Green. Tampoco tengo tiempo ni ganas de andar buscando datos biográficos precisos, y un rápido barrido por Internet apenas me informa de que es una actriz francesa de origen sueco y además tía de Eva Green, la Isabelle de los soñadores de Bertolucci. La recuerdo también en la bastante boba y perfectamente prescindible Emmanuelle, retorciéndose en tórridos arrumacos con Sylvia Kristel, pero no me viene ahora al magín ninguna otra película en la que participase nuestra belle de hoy. Da lo mismo. Marika –no sé si a su pesar- será siempre la Jeanne de Pickpocket. Aquella joven de pelo rubio eternamente recogido en un torpe moño que asoma tras una de las puertas del vecindario en el que vive la madre de Michel (Martin Lasalle), el carterista de la película. Jeanne es melancolía, pureza, la aceptación estoica de los desmanes de la vida; es también generosidad y entrega: el reverso moral de Michel y su única posibilidad de redención. Pero además resulta tan arrebatadora…



Kassagi adiestra en sus malas artes a Michel



Paul Vecchialy, Jean Pierre Améris y Marika Green hablan sobre Picpocket.

Picpocket en la IMDB.

ANTES EN LES BELLES.

miércoles, 7 de febrero de 2007

VOCES. Georges Simenon (1903-1989) a vuelapluma


“Simenon est un romancier de génie et le plus vraiment romancier que nous ayons dans notre littérature d'aujourd'hui"
André Gide


L’homme nu de Simenon es un hombre en peligro, acosado. De entre todos sus reflejos naturales, el predominante es el de la huida, la perpetua necesidad de ponerse a salvo.
“Qu’on le veuille ou non, il faisait partie d’un tout, même si ce tout était hostile » (Les Quatre Jours du Pauvre Homme, 1949).

Va a ser esta pequeña burguesía empobrecida hasta alcanzar condición de lumpen y aterrorizada por el misterioso poder del capital monopolista mundializado la base social de los fascismos históricos.

"C'est un imbécile de génie"
Herman de Keyserling


EPIFANÍA. Pequeños (como Jules Guérec) o grandes burgueses (como M. Monde), empleados (como M. Popinga), reconocen de repente su condición de cadáveres más o menos saludables. Y, de forma igualmente repentina, se rebelan: deciden vivir. Otro punto determinante en el tiempo biográfico es el comienzo del aniquilamiento, de la disolución en la impersonalidad del ‘se’…
Se produce después una suerte de ritual de paso o transición, una especie de purificación de la que el personaje sale transformado; reducido a su yo esencial, si se quiere…


"Casi todos sus relatos comienzan por cien páginas magistrales en las que se asiste como a un fenómeno natural y en las cuales se encuentra infaliblemente ante una determinada cantidad de materia viva de la que otro Simenon se apoderará para extraer dramas y sorpresas bastante menos hábilmente"
Robert Poulet


Asocio las novelas de Simenon con un término francés: poêle y, sobre todo con determinados ambientes neblinosos, húmedos: pequeñas ciudades de provincias cubiertas por una cortina perenne de lluvia fina. Incluso el sur –como en Chemin sans issue- queda ahogado por la niebla y la lluvia cuando se le acerca la pluma del belga…





En Le Suspect (1938), por ejemplo, se da una de esas extraordinarias descripciones de ambientes. La pequeña vivienda de la familia Chave: la mujer que plancha con la noche ya entrada, el niño con rubéola, el repiqueteo de la lluvia; un piso pequeño: el calor de la estufa, el olor de la plancha encendida.
Pero, sobre todo… Courbevoie: la lluvia siempre presente, el París de las afueras, entre lumpen e industrial; los muelles, las fábricas, los pequeños bistrós al lado del Sena, los pescadores, los pobres ociosos…


"La Ligne Claire, c'est quoi pour toi ?
Ce qui m'intéresse, c'est de raconter des histoires en images, de façon lisible, intelligente et pas ennuyeuse. De porter un regard moderne sur l'aventure dessinée. Mes influences Ligne Claire sont très variées : de Saint-Ogan à Hergé, en passant par Sempé, mais aussi Le Corbusier en Architecture, et Simenon en Littérature."
Stanislas

El estilo de Simenon es impresionista. Basta media docena de líneas para introducirnos en unos espacios y paisajes en los que se diría hemos estado desde siempre. Pero también extremadamente cuidadoso con el detalle. Un ejemplo: el espejo de M. Guérec distorsiona su rostro hasta hacerlo irreconocible para su dueño. Una sensación de extrañeza semejante sufre M. Monde: como un niño que de la noche a la mañana se hubiese transformado en un hombre de 48 años.




"Mon petit Sim, lui dit-il, vous êtes fou. D'où sortez-vous ce Maigret ? Ni bon, ni méchant. Pas d'intrigue policière. Pas d'amour, pas de fin heureuse. Le public ne marchera pas."
Arthème Fayard (editor).


Pietr Le Letton (1929) es la primera novela del ciclo Maigret. En las primeras páginas se da una mayor presencia de los personajes que de los escenarios. Maigret es corpulento, correcto en el vestir pero algo desaliñado. Pietr, un malvado a la altura de Moriarti: astuto, culto, aristocrático. En lo físico es la antítesis de Maigret: flaco, bajo, de piel clara y fina, cabellos rubios y escasos.

“[…] eso lo hace magistralmente Simenon: en Simenon el proceso de investigación no importa nada, hace lo que le da la gana, y acabas creyendo lo que él dice por la complicidad psicológica que estableces con Maigret y con su juego de relaciones con los personajes que han ido apareciendo en la novela.”
Manuel Vázquez Montalbán, Entrevista con José Fernández Colmeiro, Quimera, Nº 73, 1998.


Georges Simenon nació en Lieja el 13 de febrero de 1903 –aunque por superstición y a efectos del registro, la fecha se adelantaría un día- y murió en Lausana el 4 de septiembre de 1989. Sus ochenta y seis años de vida le dieron para escribir más de doscientas novelas –algo más de setenta protagonizadas por el comisario Maigret- y para acostarse –según él mismo decía- con más de treinta mil mujeres. Además fumaba en pipa y le gustaba navegar.








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